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Chitty La Roche: Del liderazgo y otras vacuidades (parte segunda)

 

No es bueno tener varios maestros, tengamos uno solo.”

Ulises citado por Homero

 

La acción del conductor suele ser resultado de una dinámica de intercambio comunicativo entre los humanos pero, también lo es en los otros animales. Basta anotar a los lobos, felinos, hienas pero también a las cebras y podemos alistar más pero, lo que queremos resaltar es que el liderazgo es propio de comunidades y, obra en aquellas pero manifestándose, en una complicación del que dirige y de los que lo siguen.

Adelanto sin embargo y, se irá haciendo evidente a lo largo de estas notas, que comienzo utilizando la palabra comunidad o comunidades en el sentido más amplio y más usado pero se problematizará luego no obstante.

La pasada semana destacamos que en estos pasajes del siglo XXI se cumple un trance en occidente fundamentalmente y nos afecta el coletazo a nosotros los latinoamericanos también, aunque no de la misma manera.

Es como si llegáramos a un estadio social en que la llamada libertad de los modernos que ha venido, como predijo Constant, caracterizándonos en el ideal paradigmático de la época de predominio liberal, se quedara corta. Lo adquirido no es lo deseado, es insuficiente. Y la tradición, incluso en su entidad cultural y resonancia metafísica, se obsoletizó simplemente.

El “homo real” se acercó tanto, se reconoció y se ensimismó de tal forma que se sujetó, se ató a su personalidad como referente. Todo lo demás viene a continuación y, desde luego, en el marco de convivencia debe empujar al otro mundo social y compartido, en provecho del que arriba, del que deviene ahora, cuasi solipsiítico y desvergonzado.

El ser como entidad es cuerpo, espíritu, tiempo y cultura pero, es desafiado e incluso ignorado, acaso, declarado en averiguación. La insolencia de las corrientes emergentes, confirma aquello de que el que no prueba, reprueba y, el mensaje que se aloja en el discurso es, el de una erupción frecuente y masiva fenomenológicamente pero no del hombre sino de individualidades. Cada cual, describe, necesariamente, a lo que antes resumíamos como los hombres.

En otros términos; el hombre que reveló y se asumió como el ente y a los otros como él también actualmente, solo se tiene como tal a sí mismo. Concurren con él otros pero no son como él. Tal vez son, sí son,  o no son nada.

El liderazgo como concepto, pena de mostrarse de acuerdo. Las variables atienden a vectores distintos. El propósito si comunitario, no es común a la sociedad y menos aún, a la humanidad. La crisis dio cabida a la complejidad y, aunque tallen espacios y obtengan concesiones, no son sino vecindades pero, no comunes asociados y jamás, un ser común de muchos.

El asunto reclama un sostenido esfuerzo de conocimiento como veremos. El movimiento que experimenta repito, occidente, y nos irradia a los habitantes de esta latitud, nos obliga a precisar los conceptos y categorías. Si dijimos que se individualiza el “homo real” segregándose naturalmente, es menester advertir cómo se cumple y que impacto supone fenomenológicamente. Escribo sobre el tiempo presente.

No es posible en este espacio y tiempo profundizar pero, aunque levemente, trataremos el tema; lo haremos refiriéndonos a nociones tales como comunidad y liderazgo, como consideraciones conceptuales concomitantes.

En efecto; el liderazgo no es un acto exclusivo del individuo porque necesita una agrupación para concretarse. Nadie es líder en solitario ni desde su soledad. El líder lo es de un contingente mayor o menor pero, de varios u otros congéneres y digo más, de otros que le son próximos o así lo piensan. El liderazgo aspira a la comunidad no por ortodoxia sino porque la pluralidad es de su ontología.

La familia, el clan, la tribu, son y fueron naturales escenarios para exponerse pero, solo en el mercado compartido y luego en el público que se hizo tal por la ampliación del primero, se hace vigente esa funcionalidad que coloca a uno o unos adelante y la mayoría detrás, pero dentro de una unidad como entidad. Suele pues emerger el líder de un entorno al que debe su origen y legitimidad pero, primeramente más como portavoz y representante.

Empero; ¿qué es eso que constituye su entorno y regularmente su pertenencia, la del líder señalado? Regresa con fuerza ese vocablo al que por cierto debemos dificultar para actualizarnos y, elucidar su esencia o al menos, bocetearla, de suyo arisca y cambiante, equívoca y enmarañada como debemos connotar a lo dicho. No hay líder sin comunidad pero toda agrupación no lo es y cada día asirla se hace más hosco.

El gran factor que se suma al proceso de individualización que compromete al liderazgo en esta era desagregadora y digital, por llamarla así, es la enrarecida comunidad, o espacio común pero distinto que es  fundo y siembra del campo donde germina el liderazgo.

La distancia social que recomienda la salud pública, se venía poniendo en práctica, como resultado del segregacionismo militante que se observa en todas partes. El “homo real” no pertenece ya a ninguna comunidad pero se reúne en la ideología suerte de impostura de la pretensión de comunidad.

Leer a Roberto Espósito deja ver, cuánto aporética se torna esa voz. “In limine;” expresa una idea de homogeneidad e identidad pero, sobretodo lo común y compartido. Sin embargo, no describe desde el “Cum” lo que contiene y significa en el actual esa expresión. Es como si escapara del lenguaje para desnudar y darle una motivación pragmática y distinta. Así lo señala Nancy con diafanidad. (Espósito, Roberto. Communitas: origen y destino de la comunidad. Ia ed.- Buenos Aires: Amorrortu, 2003.)

¿Es que no es suficiente que tengamos en común nuestra condición humana? ¿La tenencia de lazos comunes, por ello solo nos convierte en comunidad? ¿Lo que nos distingue de otros es lo común que debemos advertir? Siempre quiso el humano afirmarse en su distinción y no por tanto destacó, lo que compartía con los demás.

Una comunidad es una entidad, un ser que, no por ello, deja de ser lo que aquellos son. La confusión puede traer el afán de componer al género humano como un rompecabezas de muchas piezas que no obstante desestima que, si hay, en común, un elemento central, somos la humanidad.

Hemos perdido esa condición evidentemente. El liderazgo no es un conductor en ese constructo y allí estriba una paradoja. ¿Qué lideró las circunstancias que hicieron posible la barbarie tantas veces? Recientemente y como antes lo hicieran los nazis en Alemania o los turcos en Armenia, o los serbios en Croacia, o los tutsi o los hutus  en Ruanda y otras identidades en Timor, Congo, Uganda en fin; lo que Jean-Luc Nancy, en un prologo de hace 23 años denuncia como el peligro de la esencia comunitaria que se posesiona demoníaca, eso lo afirmo yo y, se convierte en la bestia, y no solo cabe el Homo bominí lupus est” sino que hay que agregarle, para ser veraces, “Communitas hominis lupus est” y viene a mi espíritu esa pretendida identidad y/o “comunidad” del ISIS por si alguna duda subsistiere.(Conloquium, Jean-Luc Nancy, en Espósito, Roberto, prólogo de obra citada arriba).

Espósito de su lado, discurre en el texto mencionado y en otros trabajos sobre la materia, penetrando desde la etimología misma hasta deconstruir y no fue el único por cierto, para comprender y aprehender de la substancia, para argumentar hacia lo que alberga ese instituto tan humano y, no por ello menos dado a complicaciones y a desnaturalizaciones pero, con la figura de la inmunización, que aparece en el despeje filosófico de la cuestión del ser en común o del ser juntos y apunta Nancy, como un descargo.

Regresando a nuestra mucho más modesta observación y, a guisa de resumen o corolario de nuestra empírica cavilación, diremos que, en esa función social de gobernar, administrar o mandar a otros, el siglo XXI ha visto socavarse las bases de la tradición y del empático y con el licuado de las fortalezas conceptuales y axiológicas, recordando a Bauman, ha vaciado y aún no sustituido en su calado, las referencias anteriores.

No hay un claro liderazgo porque los parámetros que actuaban como faros orientadores están apagados y una convulsión recorre el universo del “homo real” que se cobija en sí mismo y se relaciona con otros,   pero acaso impersonalmente. Si Dios mismo murió o no murió, no está en la agenda del “homo real.”

El giro cultural que el mundo todo vive, replantea y revoluciona, hasta lo más mínimo pero, algunos, los menos, se interesan y otros, los más, siguen en su existir como distracción, a veces como labor y como trabajo, recordando a Arendt y su grandiosa reflexión sobre la condición humana. Lástima que  hayamos relativizado el indiviso todo.

No hay cultura pero si hay espectáculo. No hay comunidad de conciencias pero si, aquella que se descubre en el bajo psiquismo. Hay odio, animadversión, racismo y especialmente aporofobia. No hay ciudadanía ni constitucionalismo sino populismo, no hay humanidad sino ideologías.

No hay planes de mediano o largo plazo y peor aún, en la instantaneidad que nos fagocita, no hay conexiones duraderas lo que trae como consecuencia que solo gravita en nuestro sentir emociones sin racionalidad.

Los liderazgos no logran afirmarse o se muestran notablemente frágiles. Las agrupaciones y en general las que suscriben proyectos de sociedad, se han debilitado o extinto. Los partidos políticos conocen su más alto desprestigio y solo responden a circunstancias motivacionales, ni siquiera fungen eficazmente como plataformas electorales. No hay sociedad civil pero pululan formas de intermediación pero no para gestionar sino para reclamar identidad y autonomía

Es en este teatro que la política debe preconcebirse, más que renovarse como una práctica pero, con ambición de sustentabilidad. La araña de la humanidad debe volver a tejer. Un ideal sustentado en un regreso a la ética y la responsabilidad lo exige, so pena de amenazar la existencia misma de la especie humana. La dignidad humana no debe confundirse con una u otra ideología sino con la concienciación de nuestra naturaleza y condición. Esa comunidad disminuida es la única que trascendería. Cabe una cita para meditarla; “La política es por eso el intento de articular de la mejor manera posible la diversidad de perspectivas que conviven en la misma sociedad.”(Innerarity, 2020A, pag 61)

En tanto que se anuncia la inmortalidad como un resultado del progreso de la ciencia, no somos capaces de cumplir con ninguno de los compromisos del desarrollo sostenible, siendo que, no hay concierto humano sino, un sin fin de ejecutorias sin conexión y alteridad.

Descomposición social no es lo mismo que disolución societaria pero es lo que está operando y desaguando de significación los liderazgos. Chile y Perú son ejemplos recientes de sociedades en progreso y mejoría, con reducción ostensible de la pobreza en el país del sur especialmente pero, con crecimiento económico y diversificación en el país de los incas y cabe interrogarse, ¿Por qué surge ese cataclismo político e institucional que amenaza a todo y a todos? ¿Qué se hizo el aparentemente exitoso liderazgo en Chile y porqué, se vapulea la institucionalidad en Perú? Y ¿Colombia sabe los demonios que tienta?

El mundo islámico que hemos recordado antes como otra cosmovisión, se asume iterable, haciendo de la religión el factor que cohesiona pero para ello, legitima la victimización de la humanidad. Mediatizado o simulado por la curia el liderazgo y, por el sharia la vivencia misma, niega la humanidad para afirmar, como un ademán totalizante, su entidad comunitaria que niega consecuencia sin embargo a los otros, comprometiendo sin percatarse la suya propia.

Asia de su lado apuesta el alma para progresar sin cambiar su estructura social y política y me refiero a la India y a China que, juntas son, poco menos de la mitad de los humanos. El liderazgo pasa a ser, un artificio del que se aprovechan los que manipulan las tradiciones y nostalgias o las pseudoideologías, pero no es y muy lejos esta de serlo, un experimento asido a la política como redención social y procura del bien común.

Finalmente: En Venezuela no hay sino vacíos de liderazgo. Todo fue disuelto por el gravísimo error de elegir a un mercader de venganzas y resentimiento. Todos en mayor o menor medida aniquilamos hasta el concepto de líder y nos enajenamos, nos alienamos, nos desciudadanizamos.

El costo de oportunidad que esa desquiciante decisión de elegir a un malabarista del discurso impregnado del bajo psiquismo, en un ambiente antipolítico deliberado y especialmente torpe, nos trajo a este pandemónium. De ricos a míseros, de hombres libres a siervos de los feudales de la nomenclatura.

Todo fue sacrificado, destruido, desvencijado pero particularmente, la institucionalidad y el liderazgo. Todas las organizaciones y la sociedad civil fueron adulteradas y el más elemental respeto ciudadano se perdió.

Si algunos aún no lo saben o no lo asumen, tenemos una dictadura, militarizada, populista, ideologizada que a su vez cede parcelas de soberanía y es con ella que debemos lidiar y hacerle al bruto una faena que nos regrese nuestra libertad, nuestra dignidad, nuestra potencia.

Ni siquiera el miedo, la engañifa, el doblez de muchos, los exceptúa de este padecimiento que nos priva de todo. Hay que reaccionar. Todos somos el liderazgo. ¡Es tiempo ya!

 

Nelson Chitty La Roche, nchittylaroche@hotmail.com, @nchittylaroche

 

 

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