“Si eres traicionado, libera rápido la desilusión. De esa forma, la amargura no tiene tiempo para echar raíces “
Toba Beta
«Si violas las leyes de Dios, eres un pecador. Si violas las leyes de los hombres, eres un criminal. Si violas tus propias leyes, eres patético.»
Toba Beta
Ayer se cumplieron doscientos cuarenta y dos años del nacimiento de Simon Bolívar y confieso que no pasé al lado de la efeméride, al menos esta vez, sin detenerme a reflexionar sobre ella. Haciéndolo, me vino al espíritu un sentimiento de vergüenza para con el que representa el más alto ideal nacional y, además, el más preclaro del procerato al que le debemos el siempre inconcluso proyecto de una república, con toda la significación que ello constituye.
En mala hora digo, se le acuño a la denominada “república,” fruto éste surgido del afán de echar abajo la democracia puntofijista, suturarle “bolivariana,” en alusión a la supuesta fuente de inspiración en el ideario del libertador que dijo tener el militar golpista devenido en líder popular gracias a la antipolítica. Allí comenzó la impostura.
Muchos compatriotas que se formaron en la academia militar veían en Bolívar el símbolo de la honestidad, la integridad, el patriotismo y la libertad. Con no poca razón, por cierto, pero, otros, calcularon como Andrés Eloy Blanco advirtió y no se equivocó, un uso y un abuso manipulador al utilizar su nombre, pero no para honrarlo, aunque así pareciera, sino para otros propósitos cónsonos con sus intereses personales y de sus compañeros de extravío.
Así nació ese bolivarianismo que no tuvo, no tiene y no tendrá nada que lo relacione con la memoria del caraqueño forjador de libertades y fundador de repúblicas. Nada afirmo y, los acontecimientos desde 1999 así lo confirman.
El Bolívar del Congreso de Angostura ofreció un recital de razones para que se sustentara como proyecto de vida a la república, especialmente pensando en una grande que albergara, como aconteció luego, en unidad, a venezolanos y colombianos.
Mas allá de las circunstancias que trastocaran los planes del libertador y se desviara el esfuerzo hacia las centrifugas que surgieron y sus derivaciones, es menester detenerse en lo expresado en Angostura como referente capital y, desde allí, cabe observar el poco seguimiento a su doctrina y, por el contrario, el deambular cíclico hacia formas que en estricto sentido comprometían el mérito de su pensamiento.
El padecimiento crónico de la patria de Bolívar se originó en los repetidos y compulsivos intentos para conquistar por la fuerza y el dictado de las armas el poder, aunado a la negativa de aceptar el genuino ejercicio de la ciudadanía como fuente de legitimidad. Carujo se repitió en distintas formas y no será hasta el período 1958/1998 cuando realmente apreciamos una experiencia auténticamente republicana, aunque tampoco perfecta.
No me cansaré de repetir que no hay republica civil porque si no lo fuera, no sería república. Ese segmento histórico en el que las instituciones y la soberanía popular dispusieron la secuencia de poderes democráticos es el único que como tal contempla nuestra historia.
Entonces en 1998 aparece Chávez y sus compañeros militares y Maduro su pretendido epígono le sigue para, en ya más de un cuarto de siglo, desvalijar el edificio republicano y conducir al país a la ruina, el desarraigo, la frustración, la persecución y la desesperanza.
El Estado venezolano es ahora un trance que exhibe como características la desconstitucionalización, la desinstitucionalización, la desconvencionalización, y el abandono del reconocimiento y garantía de los derechos humanos y ciudadanos, todo ello aguantado en la represión y la ideologización.
¡No hay pues y, se infiere de lo anterior, una república ni prevalece el bolivarianismo! Esa es la verdad.
Nelson Chitty La Roche, nchittylaroche@gmail.com, @nchittylaroche