“¡Otro agarre las maracas!
Porque yo no toco más… Lo del cura…Pa’ la iglesia…La gallina…Pa’ el corral
Careador no he sido nunca Cachicamo ¿yo? ¡Qué va…! No trabajo para lapa…
Y esa negra no es prestá… Me costó sesenta reales Pa podérmela llevá, No la vendo, no la cambio Ni por oro, ni por na’…En la orilla de su acerco, Yo tendí mi empaliza. Y de adentro no me sale Ni un novillo sin serrá, Deme patio compañero Que conmigo va bailá, Papelón que yo me chupo, No es melao pa’ los dema”
Juan Harvey Caicedo. La negra del maraquero, joropo criollo
¿Quién manda aquí? ¿Cabe esa pregunta en esta patria doliente? La escucho frecuentemente formular de los labios ya resecos de la gente que se atreve a pensar con los demás. Ensayaremos no obstante sin siquiera replicar.
En una república gobierna la institución y los hombres que la encarnan solo son personajes pasajeros por mucho que levanten la emoción. Luego de 26 años de predominio de un conjunto de “afortunados” coterráneos, es menester realizar un examen que ya incluye auscultación.
Casi lo mismo que Gómez que el poder no compartió, ahora se entremezclan Chávez, Maduro, militares, el psuv, el castrismo, los policías y un ejercicio que hizo al gobierno mas poderoso e importante que el Estado al que usurpó.
Todos tienen su parcela y algunos incluso con laguna donde vienen a abrevar. Cada uno se pretende con derecho a allí pastar, el problema es que solo un puño de ellos se sienta a orear y, los otros van pasando, como arena sin parar.
Empero, el uno no se sostiene sin que el otro proporcione un hombro y un poco más de cinismo, de carencias morales, además, porque con muchos escrúpulos, no sabrían gobernar. El poder es un botín que ha dado tanto que promociones van y van, pero, solo se quedaron los que se atrevieron más.
El resultado electoral del 25 de mayo pasado no despejó las dudas sobre la evidente ilegitimidad de origen del régimen ni tampoco nos ofrece confianza en que puedan mejorar y adquirir entretanto, legitimidad de desempeño. La situación económica se muestra como el talón de Aquiles del gobierno con la divisa disparada y un bolívar cada vez más devaluado. Los servicios públicos continúan ofreciendo una prestación precaria y a la inflación acompaña una parálisis anquilosante.
La clase media continúa disminuyendo su proporción y es evidente la caída del nivel de vida, pero no solo de la susodicha, sino que el alcance de la deletérea radiación transversaliza a todo el entramado social. Hay hambre, sed, frustración, pero el susto que suscita la politización de la justicia que se combina con la criminalización ciudadana, supera aún la desesperación.
El silencio forzado de la población no es pues signo ni de conformidad ni de resignación. Hay que verlo confundido con la amargura y el rencor que no por silente deja de estar presente.
Lo más grave es el daño que en el ser humano está incidiendo, disminuyéndolo y privándolo de un entorno favorable a su realización. El homo venezolano se deteriora, pierde fe en sí mismo, ilusión y se torna proclive a la regresión, sin valores que lo enaltezcan y sin convicción de porvenir. Cada vez más pobre y ausente de su propia significación.
El daño antropológico persigue al gentilicio y lo alcanza pernicioso. Ya ni siquiera está claro el camino de la diáspora que parece haberse obturado para los criollos por doquier. El común sufre por fuera y por dentro y aunque no luzca así, hay un trasfondo profundo de desilusión.
El chavomadurismomilitarismocastrismoideologismo gobierna y se mantiene en el aparato represivo, pero, perdió el aliento, el apoyo popular y solo le queda amenazar a propios y extraños. Y hasta ellos mismos sienten el sol en la espalda, no se pueden relajar.
En nuestra alicaída Venezuela manda el miedo que sustituyó a la soberanía democrática. La república se diluyó y no nos queda ni respeto por la constitución. El poder no es de nadie porque solo son relaciones entre victimas y victimarios de un aborto revolucionario.
Nelson Chitty La Roche, nchittylaroche@hotmail.com, @nchittylaroche