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Chitty: Notas sobre la política y la personalidad del poderoso (2)

Cómo Mueren las Democracias: Un Análisis de la Obra de Steven Levitsky y Daniel Ziblatt

 

“Un pueblo no tiene sino
Un enemigo peligroso, su gobierno”

Antoine de Saint-Just

“Había soñado con una república venerada
por el mundo entero. No podía creer que
Los hombres fuesen tan feroces y tan injustos”

Camille Desmoulins

 

Citados por José Tomás Esteves Arria,14 enero, 2025 como acápite de un artículo publicado en Analítica titulado “Un déficit fiscal, fue la causa fundamental que hizo estallar la revolución francesa.”

Vivimos tiempos inciertos. Nuestra Venezuela percibe una confrontación entre lo que se tiene y no se quiere y aquello que queremos y no hemos podido lograr. Hay sin embargo conciencia de ello. El tránsito en ese escenario nos ha traído, tal vez, a la mayor crisis de nuestra historia. No parece haber una salida racional y pacífica. Rige el autoritarismo ideologizado y peligrosamente pragmático.

Es una suerte de parto histórico de la nación, cuyo trabajo se ha alargado tanto que hace temer por la vida de la creatura. La violencia se “normaliza” en la forma y en el fondo. La llama de la república vacila, titubea, se apaga y, los Derechos humanos y ciudadanos, simplemente palidecen o desaparecen.

El Estado se descolora de tal manera que solo pareciera haber un afán que gobierna, por la fuerza de una estructura que si bien antes fue cívico-militar, con predominio alternado, ahora, luce simplemente policial. Todos e incluyo la cúpula, están vigilados y son para comenzar, no inocentes, sino sospechosos a los cuales, profilácticamente, hay que imputar. La purga como política se afinca en la justicia que administra todas las injusticias.

¿Cómo llegamos a esto? Instaurando una democracia delegativa de un lado, para lo cual, el emergente hegemón, inficionó de personalismo y demagogia al sistema que, circunscribió, además, al mismísimo cuerpo político; ese que se le enajenó y lo convirtió en una divinidad que se permitía cualquier cosa y no exagero.

Repartiendo prebendas, canonjías, bonos y colocando a los uniformados o a los afectos más conspicuos, familiares y amigos, en posiciones para la práctica del peculado impune, se agrupó a los que sostuvieron el proceso y la metamorfosis de un Estado “ex ante” con poderes contralores, más o menos eficientes, y “ex post,” una entelequia de ineptitud consagrada y ontológicamente corrompida.

En Venezuela, Chávez al inicio y luego Maduro, contaminaron la institucionalidad, los cuerpos intermedios y la sociedad civil y la estructura orgánica del Estado, haciendo unas alianzas clientelares que, si bien los sostuvieron y mantienen en el poder, han corroído inmisericordes todo. Insisto una vez más, desrepublicanizados, desconstitucionalizados, desinstitucionalizados y desconvencionalizados estamos a la merced de lo que Luigi Ferrajoli llamaría “poderes salvajes.”

Resalto un hecho, a mi juicio indubitable; la institución requiere del actor del liderazgo, del príncipe para realmente ser. De allí que, si la voluntad del poderoso no coadyuva, el órgano amenaza con tomar el camino del abuso, la desviación o el exceso, impajaritablemente.

Ferrajoli y lo parafraseo todavía otra vez, advierte que hay una tendencia patológica en el poder. Se trata de querer más poder, pero sobre todo a librarse del Derecho. Obviamente si hay derecho hay límites y el poder mientras más avieso y corrompido, quiere más amplitud de acción y rechaza agudamente los guardarraíles constitucionales y legales.

¿Putin y Xi Jinping? ¿Qué significan y que podemos esperar de ellos? ¿Qué le pasó a Chávez? ¿Qué le pasa a Maduro? ¿Cuáles son las consecuencias? El asunto se convierte, al problematizarlo para comprenderlo, en una aporía trágica. Civilización es control del poder y en caso contrario es barbarie y de allí no es difícil inferir lo que tendremos como producto.

La democracia ha sido y será la victima con tonalidades propiciatorias. El favorecido en el juego democrático es a menudo quien jugará las cartas del populismo para derivar hacia el autoritarismo. La experiencia de Hugo Chávez es muy clara al respecto y “mutatis mutandis” así pasa y pasará, como siempre dijimos, con Donald Trump.
La democracia, y es fundamental apreciarlo y valorarlo, requiere de probidad y la susodicha suele mostrarse a lo largo del devenir existencial de cada uno y de cada cual. Supone la honradez, un desempeño ético, en lo privado, pero especialmente, en cuanto a la actuación pública, antes los conciudadanos, condiscípulos y correligionarios.

Si examinas a Perón, a los Kirchner, a Chávez, a Maduro, a Ortega o, a Evo Morales, al mismo Trump, encontraremos en sus ejecutorias previas a la asunción al poder por vía democrática, un amplio prontuario de decisiones, expresiones y conductas típicamente antidemocráticas, para empezar por ahí y algunos más que eso, tipificadas. Empero, fueron electos y algunos idolatrados además, lo que no los restringió para usar y abusar del poder sistemáticamente.

El fin de las democracias no es ahora, únicamente, con los golpes de Estado, por la fuerza y cruentos. También y quizá sea la nueva tendencia y la mayoría de los episodios recientes, es la conducta cínica, caprichosa, inescrupulosa del liderazgo pragmático y amoral del protagonista que llega además por vía democrática.
Cabe leer y recomiendo hacerlo, un texto titulado, “Cómo mueren las democracias” de Steven Levitsky & Daniel Ziblatt, editor digital, e Pub, r1.0 Titivillus, 06.04.2019.

 

Nelson Chitty La Roche, nchittylaroche@hotmail.com, @nchittylaroche

 

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