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Christa Ludwig: la muerte de una gran cantante

 

El mundo de la ópera está de luto con la muerte, a sus 93 años, de la gran mezzosoprano Christa Ludwig. Quizá su nombre no sea tan familiar al gran público como los de Domingo, Pavarotti o Callas, pero para el verdadero amante operático, ella fue una de las grandes cantantes de nuestro tiempo, una artista que sabía combinar dotes interpretativas únicas con una voz de leyenda. Directores como Bernstein, Karajan o Böhm la consideraban cantante indispensable y lo demostraron incorporándola a muchas de las presentaciones y grabaciones en discos que hacían.

 

 

 

 

La suya era una personalidad artística ecléctica que lo mismo pasaba de las profundidades de la Misa en si menor de Bach y de los grandes lieder de Schubert, a graciosas versiones de óperas de Mozart o la Misa Solemne de Beethoven, sin olvidar la que muchos consideran la versión definitiva de La canción de la tierra de Mahler o de algunas óperas de Wagner.

 

 

 

 

Su voz era la clásica de mezzosoprano, con una tesitura oscura y capacidad para dominar los más endiablados momentos musicales. No hay que olvidar que aunque algunos de los grandes papeles operáticos como Rosina en El barbero de Sevilla, Carmen en la ópera de Bizet y Octavian en El caballero de la rosa fueron escritos originalmente para esa voz, los compositores han preferido dar el papel femenino preponderante a las sopranos. Esto hace doblemente notable la manera como Christa Ludwig brilló en las grandes casas líricas como el Metropolitan o la Ópera de Viena, donde cantó centenares de veces.

 

 

 

 

Aunque poco incursionó en el mundo de la ópera barroca, donde su voz se prestaba particularmente para reemplazar a los castrati masculinos originales, las pocas veces que lo hizo igualmente se destacó en forma notable. El rango de su voz era motivo de asombro, pero lo importante era el sentido que sabía darle a lo que cantaba, lo cual la convertía en intérprete por excelencia de muchos de los grandes papeles.

 

 

 

 

Algún crítico escribía hace algún tiempo su teoría de que las grandes voces se estaban acabando en el mundo de la música clásica y aunque esa es una forma demasiado pesimista de ver las cosas, no cabe duda que estamos pasando por una época en la que hay más desierto que florecimiento vocal. La desaparición de Christa Ludwig contribuye a este lamentable estado de cosas y uno desearía que hubiera de nuevo ese escenario donde en todas las voces, desde el más profundo bajo hasta la más ágil soprano coloratura, existían grandes representantes. Ojalá que la carencia de grandes cantantes nuevos sea algo pasajero y volvamos a tener otra edad de oro operática.

 

En el homenaje a Leonard Bernstein, por su 70 cumpleaños…

 

 

 

 

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