Democracia y Política

Chúo Torrealba, Carnegie y Taylor

Comencemos esta nota con una anécdota: Era 1890, y se realizaba un cóctel en Pittsburgh, Pennsylvania. Todos los grandes cacaos de la industria de la región estaban allí. Destacaba, como primus inter pares, Andrew Carnegie, el industrial norteamericano de origen escocés, líder primordial en la expansión de la industria del acero norteamericana (no es casualidad que todavía hoy el equipo de fútbol americano de la ciudad sea el Pittsburgh Steelers) y uno de los grandes filántropos en la historia de ese país, enfocando sus esfuerzos sobre todo en las artes, la ciencia y la educación. Algunas de sus creaciones todavía existentes: Carnegie Hall, Carnegie Endowment for International Peace, Carnegie Institution of Science, Carnegie Mellon University, Carnegie Trust for the Universities of Scotland, Carnegie Museums of Pittsburgh.

Volviendo a nuestra fiesta: Carnegie se encontraba en una mesa, fumando un puro, cuando le presentaron a un joven ingeniero mecánico que estaba ganando fama como un original organizador de la labor en las empresas, un tal Frederick Taylor, quien, por sus afanes en mejorar la eficiencia industrial se ganó el título de padre del taylorismo, de “la gerencia científica.” Presentados ambos, Carnegie le dice al ingeniero: “joven, si usted puede indicarme algo sobre la gerencia que valga la pena oír, le envío un cheque por diez mil dólares.” Esa cantidad de dinero era mucha plata a fines del siglo XIX. Se produjo un gran silencio. Todos en la sala miraron a Taylor, a la espera de sus palabras. “Sr. Carnegie, dijo, yo le recomendaría que hiciera una lista con las diez cosas más importantes que usted puede hacer, y que luego comenzara a realizar la número uno.” La historia concluye una semana más tarde: Carnegie cumplió su palabra, enviándole el cheque por diez mil dólares a Taylor.

Richard Rumelt, un reconocido especialista en temas estratégicos ( su último libro: “Good Strategy/Bad Strategy: The difference and why it matters”) se pregunta ¿por qué le dio Carnegie el dinero a Taylor? No parece muy original o innovador recomendar hacer una lista. ¿Cómo podía beneficiar a Carnegie tal consejo?

El beneficio no derivaba de la lista misma. Estaba en la elaboración de la lista. No es cierto que todos los seres humanos tenemos metas y las seguimos con puntualidad suiza. La mente humana tiene barreras para su actividad, sus recursos cognitivos son limitados. La atención privilegia un aspecto pero olvida otros. Un hecho muy normal es olvidar los grandes temas, preocupados como estamos por los eventos del momento. Hacer una lista es una herramienta básica para superar nuestras propias limitaciones cognitivas. Nos lleva asimismo a pensar en la relativa urgencia e importancia de los temas diversos que nos afectan, nos recuerda Rumelt, haciendo todo lo posible por superar nuestras limitaciones y prejuicios cognitivos, obstáculos formidables para toda elaboración estratégica seria.

La propuesta de Taylor no era simplemente hacer una lista de asuntos importantes. Su recomendación esencial era poner especial atención a la intersección entre lo que es importante y lo que es realizable. Carnegie le dio el dinero porque el ejercicio de elaboración de la lista lo llevó a reflexionar sobre sus propósitos fundamentales, y la manera de llevarlos a cabo.

¿Y qué papel juega en nuestra historia Jesús “Chúo” Torrealba, nuevo Secretario Ejecutivo de la MUD? En todas las recientes entrevistas que he visto, Torrealba, con claridad y sencillez, ha compartido con todos los venezolanos sus propias listas: acerca de cuáles son los temas esenciales en el diagnóstico de la situación socio-política general, cuáles son las angustias y carencias del gobierno, de las organizaciones partidistas pertenecientes a la MUD, la naturaleza de los retos opositores. Más que enunciar formulaciones generales, tan comunes en quien llega a una nueva responsabilidad ejecutiva, ha puesto desde el inicio los pies en la tierra de la acción política práctica.

Muchos han elogiado a Torrealba, por sus logros personales y por su trabajo de años en contacto con los sectores populares. No hay nada que agregar a ello. Sí quisiera destacar que ha retratado con crudeza y realismo las limitaciones de todos los actores, y con particular cuidado y atención las fallas de los opositores partidistas y cómo enfrentar a este gobierno con vocación de eternidad. Ha destacado como falso el supuesto dilema “elecciones o trabajo de calle”. Ambos son necesarios, porque los dos componen lo esencial de todo trabajo político, y se necesitan para enfrentar a este peculiar régimen.

Si los partidos siguieran con sinceridad los diagnósticos enunciados por Torrealba quizá puedan superar los mínimos de ilusión que en la actualidad provocan en la sociedad venezolana. Ojalá que los jefes partidistas hagan sus propias listas de deberes que los lleven a reflexionar y luego actuar, tomando en cuenta lo que es importante y lo que es realizable, como aconsejaba Taylor. Ojalá llegue pronto el día en que la mayoría de los venezolanos votemos por ideas, no por caudillos. Que votemos a favor de un programa específico, y no a favor o en contra de las ambiciones de un nuevo mesías. Y que las mayorías venezolanas volvamos a firmar un pacto por la libertad, como lo hicimos en las horas gloriosas del inicio del periodo de 40 años de la república civil, el más próspero de nuestra accidentada historia.

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