Cien años de Platero y yo.
El 12 de diciembre de 1914 se publicó la primera edición de “Platero y yo” del onubense y Premio Nobel de Literatura en 1956 Juan Ramón Jiménez. Hoy, el burro más famoso y simpático de la literatura cumple 100 años.
«Platero y yo», el texto más popular del poeta onubense Juan Ramón Jiménez (Moguer, 23 de diciembre de 1881) y una de las obras clave de la literatura mundial es el tercer libro más traducido a diferentes idiomas después de la Biblia y El Quijote.
«Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos. Sólo los espejos de azabache de sus ojos son duros cual dos escarabajos de cristal negro. Lo dejo suelto y se va al prado, y acaricia tibiamente con su hocico, rozándolas apenas, las florecillas rosas, celestes y gualdas… Lo llamo dulcemente: “¡Platero!” y viene a mí con un trotecillo alegre que parece que se ríe…».
Compuesto entre 1907 y 1916, la primera versión de la recreación poética de la vida y muerte del célebre asno vio la luz en 1914 con el título «Elegía Andaluza», aunque la versión completa no apareció publicada hasta 1917. Por ello, este 2014 se celebra el centenario de su publicación, efeméride que también Google homenajea con un nuevo «doodle».
Influenciado por Rubén Darío y los simbolistas franceses, Juan Ramón Jiménez contó en ese libro centenario la amistad entre un burro y un poeta. El autor hace una exaltación de la naturaleza, y presenta al hombre en contacto y armonía con su entorno, a través de un lenguaje repleto de símbolos y metáforas. Platero y yo pertenece a la primera de las tres etapas en las que los expertos en la obra del poeta estructuran su trabajo. En ese libro destacan las precisas descripciones del paisaje, los sentimientos vagos, la melancolía, la música, el color, los recuerdos y ensueños amorosos y la muerte.
Aunque gran parte de sus lectores son y siguen siendo los niños, el texto no fue escrito para los más pequeños. Así lo reconocía su autor, Premio Nobel de Literatura en 1956, en un «prologuillo» a la edición: «Yo nunca he escrito ni escribiré nada para niños, porque creo que el niño puede leer los libros que lee el hombre, con determinadas excepciones que a todos se le ocurren». Quizás ahí reside la clave de su éxito entre el público infantil y juvenil, puesto que, como decía Eugenio D’Ors, «los niños adorarán Platero y yo porque no ha sido escrito con premeditación para ellos».
Pese a su éxito, Juan Ramón Jiménez no estuvo del todo contento con el célebre texto. Según los textos que guarda la Fundación Zenobia – llamada así en honor a su esposa, la también escritora Zenobia Camprubí Aymar – , al «andaluz universal» le disgustó la primera edición, de 63 capítulos, por que a su juicio «estaba descuidada». Según reconoció más adelante, ninguna de las páginas de Platero le llevaron más de diez minutos. El poeta también renegó de las ilustraciones que acompañaban su texto.
De acuerdo con la Fundación Zenobia, J.R. intentó a lo largo de su vida, cambiar Platero en sus muchos apuntes. Así, el escritor lo llamó “Platero revivido”, “Platero residente”, “Platero (sin yo)”, “Otra vida de Platero”, al final se decide por “Primer Platero”, “Platero Mayor”, “Último Platero”. El escritor justificó los cambios para hacer más sencilla su obra, mejorar la precisión de sus expresiones y actualizar su sistema ortográfico propio.
En cualquier caso, y conmemoraciones aparte, siempre es un buen momento para leer “Platero y yo”.