Cineforo: «Werk ohne Autor» (Never look away)
A continuación, el texto de mis palabras durante el Cineforo celebrado en el Teatro Trasnocho, en Caracas, el pasado sábado 21 de septiembre sobre la película alemana «Werk ohne Autor»; como siempre una experiencia enriquecedora, gracias al creador de estos Cineforos de Psicología Arquetipal, el Dr. Luis Galdona (Miembro de la Sociedad Venezolana de Analistas Junguianos), y a una entusiasta y estimulante audiencia, que produjo un rico intercambio de ideas sobre una película excelente.
Debo advertir que las líneas siguientes inevitablemente contienen spoilers.
Marcos Villasmil
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I
WERK OHNE AUTOR (o “Never Look Away” -“No desvíes la mirada”-, su título en inglés, o “La sombra del pasado”, su título en español), es el tercer largometraje del director, productor y guionista alemán, nacido hace 46 años en Colonia, Florian Henckel von Donnersmarck. Fue nominada a dos Oscar: Mejor Filme en Lengua Extranjera y Mejor Cinematografía.
Después de la grandiosa “DAS LEBEN DER ANDEREN” (“La vida de los otros”, ganadora del Oscar a Mejor filme en Lengua Extranjera, además de más de 70 otros premios, como el BAFTA y el César, y de la no tan afortunada “El Turista”, con Angelina Jolie y Johnny Depp, nos llega esta épica historia de amor, esta búsqueda de libertad personal y artística por parte de una joven pareja.
En Never Look Away se nos muestran las muchas dificultades que tiene para surgir un yo creativo, como solo lo puede expresar un artista, enfrentado no a una, sino a dos ideologías totalitarias. El yo personal como expresión suprema de libertad, versus las dos más crueles ideologías inventadas por el hombre: el nazismo y el comunismo.
Un amigo me preguntó: ¿Quién es el protagonista, Kurt Barnert? ¿Existió acaso? Claro, pero vamos por partes.
Nuestro Kurt vive en tres regímenes políticos sucesivos: el nazismo, el comunismo soviético y la democracia occidental. En todos decide ser, primordialmente, un ser libre. Recordemos que la primera vez que lo vemos ya adulto, es en un árbol, disfrutando del paisaje, ensimismado en la paz de la naturaleza, recibiendo la brisa del viento.
Con vocación por la pintura, es consciente de la sociedad en la que ha vivido de niño -nunca lo abandonará el recuerdo de su tía, asesinada por los nazis- y de la sociedad comunista en la que debe sobrevivir para intentar expresar su arte. Es por ello prudente. La suya es una prudencia –no temor- que implica la adhesión a una idea universal del bien –que aprenderá en las palabras de su tía -“Nunca desvíes la mirada, la verdad siempre es buena”– aplicándolas como y cuando puede, aceptando las dificultades de una realidad política que no puede obviar si quiere salvarse y salvar su arte. Porque ese es uno de los mensajes de la película: no hay que desviar la mirada de la injusticia, o de lo que piensas es verdadero, y si puedes, mira a través del prisma del arte, porque en palabras del director “el arte es la más poderosa arma contra las ideologías políticas, especialmente las totalitarias”.
Kurt también es necesariamente estratégico. Se adapta a las circunstancias sin perder la fidelidad a unos principios que él sabe que trascienden las limitaciones de la coyuntura. Llegado el momento preciso, ya casado, y agotadas sus posibilidades expresivas bajo la terrible camisa de fuerza del realismo socialista, escapa a la Alemania libre, al mundo occidental; es la huida de una vida sometida a una palabra fundamental de todo totalitarismo: control. Un control que, sobre todo en el arte, busca eliminar toda expresión subjetiva, toda voluntad y espíritu individuales.
Nuestro joven protagonista intuye lo que es una gran lección de la historia: en cuanto un sistema político es capaz de dictar lo que tiene que ser el arte, o incluso puede influir sobre el arte del momento, el arte como tal se pierde. En palabras de Von Donnersmarck: “La relación del poder político con el arte es un indicador del nivel de autoritarismo: para saber si vivimos en un régimen autoritario solo hay que fijarse en si el poder trata de controlar el arte o los medios de comunicación”.
Él transita una senda por la cual inteligentemente en el guion son contrastadas dos visiones de la cultura y del arte –la totalitaria y la liberal- mediante las palabras y consejos de dos profesores, con su particular visión del “yo” (Ich, Ich, Ich); el de Dresde, comunista ortodoxo, y el de Düsseldorf, alejado de toda dependencia ideológica, con un rechazo militante a la filiación política de todo artista si quiere ser fiel a las expresiones de su yo interior. Recordemos la escena de la quema en clase de los afiches de Adenauer y Brandt.
Kurt lo tiene claro: de servir al Estado –vale decir al partido, vale decir al Líder máximo, llámese Führer, Duce, Gran Timonel (Mao Zedong, el sociópata chino), o expresiones más caribeñas y cercanas que prefiero no mencionar- pasa a servir al arte, a su arte, el cual debe primero descubrir. Y en esa búsqueda inicial en la sociedad libre vemos a un joven pintor confundido porque ¿qué haces cuando gozas de una libertad completa, hasta ese momento negada en tu experiencia de vida? A fin de cuentas, es difícil romper con un modelo cultural formativo en el cual se te educa para ser una pieza más en el engranaje totalitario (recordemos las palabras del Professor Carl Seeband, el suegro del joven pintor, en el acto de homenaje, refiriéndose a sí mismo –y a Kurt-: “solo soy un engranaje en el gran movimiento socialista mundial”). Para romper con ello será esencial la figura de su maestro en Düsseldorf, quien les dice a sus alumnos: “ solo en el arte la verdad no es ilusoria; solo el artista puede devolverle al ser humano el sentido de la libertad tras la catástrofe; al liberarse ustedes, están liberando al mundo».
II
Von Donnersmarck, en una entrevista, afirma que todo se inició con una pregunta: ¿cómo mostrar la capacidad del arte de confortar al ser humano? Siempre le ha fascinado ver cómo los seres humanos, ante una tragedia personal, tienen la opción de hundirse o elevarse y hacer incluso una gran obra con ello. Amante de la ópera, pensó en Verdi, hasta que se consiguió con el cuadro que le impactó, de un pintor alemán, y luego descubrió la vida de ese pintor, que sería la fuente básica de inspiración.
Señalábamos antes que Kurt existió, y de hecho existe, está vivo. ¿Su nombre? GERHARD RICHTER, uno de los más grandes pintores alemanes y europeos. Si buscamos la biografía de Richter, nos damos cuenta que lo fundamental de lo narrado por Von Donnersmarck es tomado de su vida.
Como se nos muestra en la película, en 1966, en Düsseldorf, el artista presentó un estilo en el que utilizó fotografías de paisajes y retratos como base de sus obras. Y el cuadro basado en la foto del niño con una hermosa joven, ya lo decíamos, existe, y es Richter-niño con su tía.
No es una biografía exacta; la vida de Richter es solo el punto de arranque.
Deseo mencionar dos datos históricos adicionales en la película: la exposición, la muestra de “arte degenerado” con la que arranca la película existió en la vida real, se inauguró en 1937 en Múnich, viajando luego por diversas ciudades alemanas. En segundo lugar, quiero recordar la escena en la cual Kurt y Elisabeth pasean por un parque, habiéndose conocido en la escena anterior. Ella le pregunta si su estilo es el realismo socialista, y él le responde que “tanto como para ti la moda de Lotte Ulbricht”. Lotte Ulbricht era la esposa del líder de Alemania Oriental, la Alemania comunista –irónicamente llamada “Alemania Democrática”- Walter Ulbricht, el infame constructor del Muro de Berlín.
III
Mención especial debe hacerse del maravilloso grupo de actores, con el extraordinario SEBASTIAN KOCH –ya lo habíamos visto, por ejemplo, en La vida de los otros– en el papel del suegro, del padre de la segunda Elisabeth, del doctor, un personaje tortuoso y que el director y guionista contrasta permanentemente con el yerno, con Kurt (recordemos las diversas escenas en una escalera, por ejemplo, Kurt con su padre a quien saluda cariñosamente, y luego con su suegro, quien lo ignora): si al joven lo podemos identificar con palabras como mesura, humildad, alegría y prudencia, al “Herr Professor” (incapaz de aceptar que se le llame de otra manera) no le caben sino los sustantivos soberbia, orgullo, jactancia. Permítanme que me meta aunque solo sea por unos segundos en los territorios de un auténtico especialista, mi compañero forista, el Dr. Galdona-: al Herr Professor le viene como anillo al dedo la expresión griega “HYBRIS”.
Leí hace poco que “el mal necesita para definir su propia condición, aunque sea un resquicio de bien, un hilo de empatía, por fino que parezca”. En esa habitación oscura que es el alma de Herr Professor no es fácil encontrar alguna luz que explique el porqué de sus acciones, un mínimo de empatía.
Asimismo destacan THOMAS SCHILLING en el papel de Kurt (sobre Schilling coinciden Deschanel, el director de fotografía y Von Donnersmarck en que tiene un talento excepcional para actuar en silencio, en escenas sin diálogo). SASKIA ROSENDAHL como la joven tía asesinada, OLIVER MASUCCI como el profesor occidental, Antonius Van Verten, y PAULA BEER como su esposa, la segunda Elisabeth. Von Donnersmarck ha afirmado: “Me enamoré de Paula desde el momento en que la vi por primera vez; no me imagino el filme sin ella; es una musa fantástica”.
¿Cómo no mencionar asimismo la magnífica, hermosa y luminosa dirección de fotografía, que le valió a CALEB DESCHANEL su sexta nominación al Oscar?
Por cierto: CALEB DESCHANEL, hoy 21 de septiembre de 2019, está celebrando su 75 cumpleaños.
Del mismo modo ha recibido justos elogios el soundtrack de la película, encargado al también múltiple veces premiado MAX RICHTER (no es familia del pintor), quien tiene como particular característica haber nacido en una pequeña ciudad de la Baja Sajonia, llamada Hamelin; la Hamelin del flautista.
Sin duda que merece mencionarse que nuestra joven pareja protagonista, a pesar de todos los pesares, de todas las incertidumbres y giros del destino, del aborto inducido por Herr Professor, casi siempre está jovial y alegre, se sobrepone y muestra un optimismo vital, a prueba de desgracias. Kurt y Ellie son profundamente, hermosamente humanos. Nuestro director afirma que ‘la historia de amor es muy importante porque ella es una forma de escapar al mal que les rodea”. Oigamos de nuevo a Von Dommersmarck:
“Kurt y Ellie son dos seres maravillosos que solo quieren dejar una huella positiva en el mundo y, sin embargo, todo su entorno está intentando destrozarles. Uno de mis momentos favoritos de la película es un montaje de dos escenas. En la primera vemos a la pareja en la intimidad de casa, después de un duro revés, y él está apoyado en el regazo de ella. Entonces se corta el plano y vamos a la siguiente escena, en que vemos a Kurt en clase en la universidad. Todo el mundo está hablando y él está solo con sus pensamientos sin que nadie a su alrededor pueda llegar a imaginar la gravedad de su tragedia personal. Y esto sucede muy a menudo: vemos a gente pasar, a gente alrededor, que tal vez guarden para sí un dolor muy grande..
Hábilmente, Von Donnersmarck nos retrata en NEVER LOOK AWAY cómo nuestro Kurt, al salvar su yo, su suprema individualidad, no solo como ciudadano sino como artista, descubre lo que quiere decir, y cómo desea hacerlo. Y es que siempre hay algo hermosamente humano en la libertad creativa expresada a través del arte.
El poeta inglés John Keats es quien hace, en uno de sus poemas, la afirmación que Von Donnersmarck pone parcialmente en boca de la hermosa tía Elisabeth, que tanto quiso a Kurt:
“Beauty is truth,
Truth beauty
That is all ye know on earth,
And all ye need to know”.
(La belleza es verdad,
La verdad belleza,
Eso es todo lo que conoces en la tierra,
Y todo lo que necesitas conocer).
Muchas gracias.