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CINELANDIAS: ‘Retorno al pasado’, la insuperable virilidad de Robert Mitchum

Intriga noir que muestra un inframundo de sombras movedizas, atmósfera fatídica y desesperadamente romántica, donde los personajes aman enfermizamente, como ángeles arañados de avaricia y despecho.

 

Unos pocos años antes de dirigir Retorno al pasado (Out of the Past), Jacques Tourneur había revolucionado el cine de terror con una serie de títulos –con La mujer pantera (1942) al frente— que iban a dinamitar las convenciones del género: si hasta entonces las películas de miedo se habían preocupado de mostrar algo más, Tourneur nos enseñó que el alma tiembla más pavorosamente cuando se le enseña algo menos. Seguramente aquella estética de la elipsis se fundó en las exigencias del productor Val Lewton; pero fue Tourneur quien dio con el tono y el clima estéticos que permitirían, a través de la sugerencia y el ocultamiento, estremecer al espectador. Aquel milagro no hubiese sido posible, sin embargo, sin el concurso de uno de los más geniales operadores de fotografía de la historia, Nicholas Musuraca, que en La mujer pantera consiguió crear atmósferas opresivas y sensuales, tensas y angustiosas, mediante una utilización de la luz y las sombras nunca vista hasta entonces.

 

alternative textUn tipo duro. Robert Mitchum, un duro de perfil casi cubista, andares muy pausados y una voz de insuperable virilidad aterciopelada, trabaja junto con Jane Grer (en la foto) y con un principiante jovial y siniestro, maquiavélico e impulsivo, llamado Kirk Douglas.

Después de aquella colaboración, Tourneur y Musuraca siguieron sus respectivas carreras por separado, al servicio todavía de Val Lewton, hasta que, avanzada la década de los cuarenta, los directivos de la RKO decidieron volver a juntarlos, esta vez en una película de presupuesto mucho más holgado, asignándoles además al que por entonces era el actor más rutilante de la compañía, Robert Mitchum, un duro de perfil casi cubista –con una nariz tallada a golpe de hacha y una mirada fiera y neutral a un tiempo—, andares muy pausados y una voz de insuperable virilidad aterciopelada; y añadirán al reparto a un principiante con ganas de comerse el mundo, un tipo que podía ser a un tiempo jovial y siniestro, maquiavélico e impulsivo, llamado Kirk Douglas. Se trataba de dirigir una adaptación de una novela noir de Daniel Mainwaring, quien se había encargado también de escribir unos diálogos casi sublimes.

 

Es la película en la que mejor se ha fotografiado el humo de los cigarrillos con sus volutas como arabescos impacientes enredándose como la yedra en una luz calcinada

 

La historia de Retorno al pasado (Out of the Past,1947) está regada de tópicos y flash-backs que, en manos de cualquier director mazorral, hubiesen dado lugar a una película previsible y barullera: Jeff (Robert Mitchum) es un hombre de pasado brumoso que regenta una modesta gasolinera en un pueblecito de California cercano al lago Tahoe, donde corteja a Anne (Virginia Huston), una hermosa –y algo pacata—lugareña cuyos padres miran con recelo el noviazgo. Cuando un esbirro del inquietante Sterling (Kirk Douglas) se presente en el pueblo, Jeff decidirá confesar a Ann algunos episodios turbulentos de su pasado, cuando trabajando como detective siguió durante un tiempo los pasos a Kathie Moffat (Jane Greer), la novia de Sterling, quien al parecer se había escapado con cuarenta mil dólares. En Acapulco –donde Kathie se refugió—, Jeff vivirá con ella un idilio insensato que los convertirá a ambos en prófugos, huyendo del despecho de Sterling. Por supuesto, la trama no tardará en complicarse; Kathie, bajo su apariencia angelical y gélida, esconde una serpiente presta a instilar su veneno; Jeff habrá de aceptar una nueva misión que Sterling le encomienda con el avieso propósito de involucrarlo en un asesinato… Jeff lo sabe bien, pero una suerte de magnetismo fatal –como el que atrae a la polilla hacia la llama– parece atraerlo de nuevo a Kathie, que para entonces se ha convertido otra vez en amante –¿mohína o complaciente?– de Sterling.

 

 

alternative textEl riesgo de los tópicos. Robert Mitchum interpreta a un hombre de pasado brumoso en esta historia regada de tópicos y flash-backs que, en manos de cualquier director mazorral, hubiesen dado lugar a una película previsible y barullera. Aquí, Mitchum y Steve Brodie en una escena de la película.

¿Volvió Jeff a caer en las garras de Kathie? El chico mudo que trabajaba con él en la gasolinera (Dickie Moore) así se lo asegura, en una de las secuencias finales más delicadamente desgarradoras de la historia del cine, a una desconsolada Ann, que así podrá olvidar al muerto e iniciar una nueva vida. Pero antes de alcanzar su desenlace, Retorno al pasado nos ofrece un recital de Musuraca, que pone al servicio de una intriga noir aquel inframundo de sombras movedizas que ya convocase en La mujer pantera, creando una atmósfera fatídica, muy desesperadamente romántica, donde los personajes aman enfermizamente, como ángeles arañados de avaricia y despecho. Retorno al pasado es, además, la película en la que mejor se ha fotografiado el humo de los cigarrillos, sus volutas como arabescos impacientes o pensamientos turbios enredándose como la yedra en una luz calcinada de tan blanca. Algunos de sus diálogos, heladores y resignados –yodo sobre una herida que se ha olvidado de sangrar–, se nos quedan clavados para siempre, como fotomatones de nuestra propia alma: «¿Hay alguna manera de ganar?», le pregunta Greer a Mitchum en un casino; y Mitchum responde, sin acritud ni melancolía: «Creo que, a lo sumo, se llega a perder lentamente».

 

 

 

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