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CINELANDIAS: ‘Sed de mal’, cuando Charlton Heston se enfrentó a Orson Welles

Orson Welles estaba en desgracia, se lo consideraba ruinoso y maldito, cuando le cayó esta película abrasadora y rezumante de maldad. La convirtió en una obra descomunal, fatalista, como recocida en los miasmas del pecado. Para muchos es la gran obra maestra de Welles; y para casi todos una de las piezas más eminentes del cine negro.

 

 

Sed de mal (Touch of Evil, 1958) no existiría sin el empeño personal de Charlton Heston. Convertido en el actor más cotizado del momento, gracias a su participación en Los diez mandamientos, Heston se comprometió a protagonizar esta película cuando supo que Orson Welles estaba involucrado en el proyecto. Enrealidad, Welles sólo había sido contratado como actor; pero, debido a un malentendido, Heston creyó que sería el director de la película.

Se trataba de una presunción disparatada, pues para entonces Welles era considerado un director ruinoso y maldito, al que ni en la peor de las pesadillas los estudios de Hollywood encomendarían la dirección de ningún proyecto; y al que sólo se le asignaban papelitos secundarios de relumbrón, donde pudiera exhibir su físico titánico y su cálida voz.

El productor Albert Zugsmith, cuando supo que Heston estaba entusiasmado con la posibilidad de ser dirigido por Welles, decidió que le convenía halagar a su estrella, antes que desengañarla. Y Orson Welles volvió a dirigir una (última) película en Estados Unidos, cuando ya parecía que su condena al ostracismo era definitiva.

 

alternative textEl malo y el bueno. Orson Welles realiza una interpretación inolvidable, entreverada de perfidia, de un policía corrupto al que se enfrenta el agente honesto encarnado por Charlton Heston.

 

 

¡Y qué película, por cierto! Para muchos la gran obra maestra de Welles; y para casi todos una de las piezas más eminentes del cine negro. En Sed de mal, Welles interpreta a un policía corrupto, el capitán Hank Quinlan, sin duda alguna el personaje más sabroso de la película; lo hace de modo pasmoso, exagerando su decrepitud física y enturbiando su dicción casi perfecta, hasta completar una composición inolvidable, entreverada de perfidia y grandeza fatalista. Todos los demás personajes giran en su derredor, como satélites estupefactos, incapaces de sustraerse a su desmesura, a la vez vitanda y subyugadora.

Sed de mal se abre con una de las secuencias más afamadas de la historia del cine, apabullante en su despliegue técnico, con una grúa que nos narra un atentado criminal a la vez que nos presenta a los personajes principales y el escenario de la intriga, que es la frontera de México y Estados Unidos (la elección del escenario, por cierto, fue una aportación personal y clarividente de Welles al guion). Tras esta secuencia virtuosa, toda la película (en su iluminación expresionista, en su planificación alambicada y barroca, llena de picados y contrapicados) se presenta como un ejercicio de estilo deslumbrante que logra crear en el espectador una impresión de claustrofobia y asfixia moral; este esmero formal que algunos juzgarán excesivo no actúa, sin embargo, en detrimento de la historia que se nos cuenta, abrasadora y rezumante de maldad, plagada de momentos sobrecogedores.

‘Sed de mal’ se abre con una de las secuencias más afamadas de la historia del cine, apabullante en su despliegue técnico

El antagonista de Quinlan es Miguel Vargas (Charlton Heston), agente mexicano de narcóticos recién casado con Susan (Janet Leigh), que en plena luna de miel presencia la explosión de un automóvil que acaba de cruzar la frontera mexicano-estadounidense. Vargas, que se ha destacado en la persecución de diversos miembros de la familia Grandi, dedicada al narcotráfico, comprenderá enseguida que la bomba, aunque ha detonado en territorio americano, ha sido instalada al otro lado de la frontera; y desde ese momento, pugnará por hacerse cargo de la investigación, propósito que estorbará el corrupto Quinlan, tratando de imputar a un infeliz, mientras la familia Grandi se esfuerza por disuadir a Vargas en su afán pesquisidor, acosando a su esposa.

 

alternative textEmpeñados en actuar. Charlton Heston se empeñó en hacer esta película y en que la digiriera Welles. Janet Leigh trabajó sin cobrar y a pesar de que se rompió un brazo pocos días antes de comenzar el rodaje.

Orson Welles incorpora a su personaje un trasfondo de patetismo trágico, a través de su relación con la gitana Tana (Marlene Dietrich), una pitonisa desengañada y enigmática, y con el sargento Menzies (Joseph Calleja), que lo admira ingenuamente. Tanto la legendaria Marlene Dietrich como Joseph Calleja, Akim Tamiroff (que interpreta al histriónico patriarca de los Grandi) o Mercedes McCambridge (a quien Welles propuso sobre la marcha un papelito siniestro) eran amigos íntimos del director que participaron en la película gratuitamente, o a cambio de sueldos exiguos, lo mismo que la propia Janet Leigh, que llegó a enfrentarse con su agente por pretender que le subieran el sueldo. Para Leigh, trabajar a las órdenes de Welles era suficiente recompensa; y ni siquiera cuando se rompió el brazo, pocos días antes de comenzar el rodaje, desistió de su empeño.

Ejecutivos del estudio vigilaron a Welles durante el rodaje temerosos de su fama de despilfarrador

Durante todo el rodaje (que apenas duró cinco semanas), varios ejecutivos del estudio vigilaron los movimientos de Welles (tal era la mala fama de despilfarrador caótico que arrastraba), dispuestos a despedirlo en cuanto sobrepasara el presupuesto proyectado o prolongara más de lo deseable la filmación. Welles cumplió a rajatabla las condiciones establecidas en su contrato y brindó a la posteridad una obra descomunal, fatalista, como recocida en los miasmas del pecado.

 

 

 

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