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Cipriano Fuentes /Memoria Cero: Río de diamantes, amor y muerte

 

Gabriel García Márquez —el gigante e inmortal Gabo—, premio Nobel de Literatura 1982, dejó dicho refiriéndose a su último libro “Memoria de mis putas tristes”, que la vida no es como uno la ha vivido, sino como uno la recuerda. Por ello cuando se lee la advertencia de la novela “Lolomai. El río de los diamantes”, de Sadio Garavini di Turno Ghilani (Italia 1902-Guatemala 1991), se pone enseguida en alerta porque el autor asegura: “Todos los hechos, vicisitudes y episodios que aquí se refieren son auténticos”.

La edición que he releído varias veces fue publicada en Venezuela por Dahbar Recuperaciones (2014). Aunque ya había leído a comienzos de 1992 una edición impresa en Argentina, cuando ya el autor había fallecido en Guatemala, en momentos en que acompañaba a su único hijo, el internacionalista, politólogo y ensayista Sadio Garavini di Turno Amendola, quien se desempeñaba como embajador de Venezuela en esa nación centroamericana (1990-1996). Desde entonces la novela me conmovió y se anidó por mucho tiempo en mis recuerdos más apreciados por cuanto se desarrolla en una región por demás querida por mí: la zona minera del alto Caroní del estado Bolívar, la Guayana venezolana.

Esta novela tuvo el privilegio de haber sido un auténtico best seller cuando se publicó en inglés, según lo refirió el diario “The New York Times” en los años sesenta; pero también fue un éxito de librería tanto en español como en los demás idiomas en los que se editó en los años siguientes: italiano, francés, alemán, holandés y serbocroata. Y los periódicos “The People” (Gran Bretaña), “Stern” (Alemania) y “True Magazine”, la publicaron por entregas.

Garavini di Turno Ghilani fue, sin ninguna duda, un trotamundos consumado, pues, antes de otorgarnos el privilegio de quedarse en Venezuela, había recorrido África, Asia y el norte de América, entres otros lugares.

Esta única novela publicada por el autor de origen italiano es un libro testimonial, sí; pero también un relato de aventuras, amor y muerte; Aventuras, amor temporal y muerte definitiva de la mujer indígena, de la etnia taurepán, Lolomai, compañera sentimental del autor protagonista. Y que muere de modo atroz en las fauces de una caimana que defendía a su hijo que había sido capturado por Lolomai y sus acompañantes. Es momento más definitivo y el punto más relevante del texto ambientado en la Amazonia venezolana.

El autor describe con destreza y eficacia narrativa historias y lugares entre la fábula y la realidad. Y no escatima sus emociones cuando cuenta, con destreza, historias y lugares. Con la parsimonia de persona curiosa y aguda y de mejor ironía, nos hace partícipes de las situaciones a las que la vida lo (nos) enfrenta. La novela es de armazón recia y dinámica, activa y andante. Andante que no errante. Vencedor del árbol que crece contra la mordida del río y la furia del viento. De alma sufrida, gozosa y clara. El hallazgo en el decir y en el imaginar nace en el texto de la misma sustancia innovadora y es ficción de carne y hueso. La narración produce en el lector la emoción que todo arte verdadero debe ocasionar en quien se le aproxima: conmoverse, por cuanto uno se acerca a la literatura de ficción —y a todo arte— con la secreta esperanza de emocionarse hasta las lágrimas, porque el mejor arte y la mejor literatura prueban la existencia de Dios. A estos niveles llega la novela “Lolomai. El río de los diamantes”, que puede ser verdad o ficción porque, aun cuando le pese a muchos, la ficción es lo único que sobrevive cuando las verdades pasan.

@renglon70

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