Democracia y PolíticaEconomía

Claudio Hohmann: «Al siguiente nivel»

Antes de cumplir la mitad de su período Boric está descubriendo que no hay quizá mayor desafío para un gobierno que el crecimiento económico.

En un ya lejano 2006 -cuánta agua ha pasado bajo los puentes de la sociedad chilena desde entonces- la cantante chilena Javiera Mena cantaba en el coro de una de sus mejores canciones de ese tiempo: “Va con la dirección de mi generación/que va a pasar al siguiente nivel”. Gobernaba el país la Presidenta Michelle Bachelet, la primera mujer en hacerlo en nuestra historia, durante el cuarto gobierno elegido después de recuperada la democracia en 1990. Chile parecía dirigirse raudo hacia el pleno desarrollo, tras dos décadas de vigoroso crecimiento -que la crisis asiática de 1999 había enfriado sólo por un tiempo breve. El país se situaba sostenidamente entre las 40 naciones más desarrolladas del mundo de acuerdo al Reporte de Desarrollo Humano del PNUD.

El “siguiente nivel” asomaba sus contornos en el horizonte cercano. Una generación de jóvenes, que en su trayectoria vital no había conocido las angustias del estancamiento económico o de la inflación, crecía y se hacía grande en una nación que causaba admiración en la Región. Una tercera década como las dos anteriores habría bastado para hacer realidad el pleno desarrollo en el país latinoamericano donde nada indicaba que se podía alcanzar semejante logro.

Pero no pasaría demasiado tiempo para que la fábrica de nuestro crecimiento económico comenzara a mostrar señales de fatiga, aminorando la velocidad de la economía a niveles que no se habían conocido en décadas. Por primera vez desde mediados de los ochenta, durante el segundo gobierno de Bachelet, la máquina se detuvo y dejamos de crecer. Una de las causas del estallido social que sobrevendría en 2019 se puede encontrar en esos años cuando la evolución de los salarios perdió dinamismo y el endeudamiento se expandió para seguir sosteniendo el consumo, al que los grupos medios se plegaron en las décadas precedentes.

El estallido social de 2019 y la crisis sanitaria del Covid 19 prolongaron el flojo rendimiento de la economía. De hecho, las tasas de crecimiento sostenido que pusieron a Chile a las puertas del desarrollo se han vuelto ahora una quimera. Incomprensiblemente, el programa de Apruebo Dignidad no contempló una indispensable agenda de crecimiento para retomar el dinamismo perdido, después de las inéditas disrupciones acaecidas en los últimos años. De hecho, el crecimiento económico apenas se mereció algunas pocas palabras en el plan de vuelo de la alianza política que finalmente llegaría a La Moneda en 2021. Con el paso cambiado, como lo ha reconocido recientemente el ministro de Hacienda, careció de una propuesta consistente orientada a ese fin, al tiempo que se proponía extraer recursos de una actividad económica a la que los retiros de fondos previsionales, la inflación y el estancamiento dejaron exangüe.

En los mentideros de la política suele concederse una importancia relativamente menor a los efectos trascendentales que tiene la cuestión económica sobre la evolución de los acontecimientos políticos. Esto ocurre sobre todo en la izquierda. Pero si se aquilatara lo mucho que incide en el ciclo político, lo determinante que resulta en las preferencias de las personas, ningún político osaría competir por el sillón de O’Higgins sin una oferta competente en este ámbito. El inexperimentado Frente Amplio creyó que se podía, hasta que los fríos números lo han puesto ante la dura realidad. Antes de cumplir la mitad de su período Boric está descubriendo que no hay quizá mayor desafío para un gobierno que el crecimiento económico, cuando las proyecciones del suyo son demasiado modestas como para corregir la negativa percepción respecto a la situación del país que prevalece en las encuestas. Pasar al siguiente nivel requiere mucho más, como lo muestran elocuentemente los casos de las naciones que han alcanzado la meta del desarrollo en las últimas décadas.

Es poco probable que Javiera Mena lo supiera cuando compuso su canción en 2006 -entonces el país completaba dos décadas del más elevado crecimiento de su historia-, pero lo cierto es que “la dirección de nuestra generación” está mucho más determinada, casi enteramente en un país de ingresos medios, por el ritmo de crecimiento de la economía que por otra cosa. Pasar al siguiente nivel será casi imposible al cansino ritmo de nuestro crecimiento tendencial. Y sin crecimiento Chile no podrá escapar de la trampa de los países de ingresos medios, cuyos bordes se nos van apareciendo con inquietante nitidez. “No lo analices más/Esto va más allá/Se puede comparar” cantaba también, con inadvertidas resonancias, la artista chilena en esa notable canción que se escuchó en las radios no hace tanto.

 

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