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Coixet: La sustancia y el vacío

 

The Substance”, la vanidad contemporánea, se convierte en la más truculenta película de terror. - FEMINISMO INC.

 

HAS SOÑADO ALGUNA VEZ CON UNA MEJOR VERSIÓN DE TI MISMO? Deberías probar este nuevo producto: The Substance. CAMBIÓ MI VIDA. Con The Substance, puedes generar otra versión de ti mismo, más joven, más bella, más perfecta… Solo dale un poco de tiempo. ¿Qué son siete días? Fácil, ¿no? Si sigues las instrucciones, ¿qué podría salir mal?».

Vaya por delante que la película The Substance, de Coralie Fargeat, me divirtió, especialmente la primera media hora. Y tiene, además, el mérito de poner sobre la mesa un tema apasionante: la dictadura de la juventud y la belleza que cada vez gana más terreno a la edad. Basta con ver a las/los quinceañeras/os y hasta doceañeras/os impartiendo tutoriales y rutinas de belleza en TikTok y soñando con operarse las cejas, la nariz, el culo y las tetas en cuanto puedan. 

¿Por qué no somos capaces de aceptar una nariz asimétrica, unas lorzas robustas, unas tetas descolgadas? ¿Por qué nos empeñamos en aferrarnos a la cirugía estética para aparentar una edad que no tenemos?

 

Pero como pasa últimamente en el cine, la película se limita a mostrar el tema sin dejar espacio a una reflexión que vaya más allá del enunciado. ¿Qué nos pasa delante de un rostro arrugado? ¿Por qué no somos capaces de aceptar una nariz asimétrica, unas lorzas robustas, unas tetas descolgadas? ¿Por qué nos empeñamos en aferrarnos a la cirugía estética y a cualquier suplemento milagroso para aparentar una edad que no tenemos? 

¿Qué nos pasa en la cabeza para no querer ver ni mostrar a mujeres reales con rostros reales en el cine, en la moda, en la publicidad? (Sí, ya sé que hay campañas que utilizan a mujeres reales, pero son la excepción que confirma la regla). ¿Y cómo es posible que se aplauda a una actriz que se presenta sin maquillaje a una première como si se tratara de una hazaña épica? ¿Nos estamos volviendo bobos o qué? 

Cada época ha tenido sus cánones estéticos y personas dispuestas a hacer lo que fuera para encajar en ellos. En el mundo del cine existe una presión que se ceba especialmente en las actrices para ser eternamente jóvenes, guapas y delgadas, y eso lo muestra muy bien The Substance. Y juega con mucha habilidad con su casting: hace apenas unos meses Demi Moore fue duramente criticada por desfilar para una marca de alta costura con un rostro extraño, apenas salido de un lifting quirúrgico. De hecho, su personaje en la película es tan creíble porque juraríamos que la Demi real y la mayoría de las actrices de su quinta, con honrosas excepciones, no dudarían en tomarse las dosis que hicieran falta y más de la susodicha Substance. 

El tema que la película pasa de soslayo es la tremenda futilidad de todo esto. Por más operaciones, suplementos y sustancias que las personas se tomen, nada de eso cambia la edad que aparece en los documentos. Nadie va a contratar a una actriz de 60 años para un papel de una mujer de 30. Y la actriz de 30, mental y quirúrgicamente, ya se está preparando para interpretar a una de 50. Y, sin embargo, ahí están, pasando por el quirófano una y otra vez y repitiendo sin el menor rubor que su secreto de belleza es mucha agua y ocho horas de sueño. 

Cada vez más la estética artificial gana terreno, las cejas a lo Maléfica, los pómulos inusualmente altos, bocas acolchadas, cuerpos sin un gramo de grasa, rostros tuneados hasta extremos granguiñolescos: basta ver algún plano de alguna serie en la que aparezca Nicole Kidman (y sí, ya sé que, cuando comparte plano con Isabelle Adjani, resulta difícil dirimir quién se ha retocado más). 

Pero si hay una dictadura que podemos sacudirnos de encima sin que corra la sangre, esa es la dictadura de la belleza y la delgadez. 

Basta con evitar los espejos, las básculas, la mirada conmiserativa de los demás y la nuestra propia. Con eso, un poco de sentido del humor y un encogerse de hombros cuando alguien te dice «has engordado/has adelgazado/eres mucho más joven y guapa en persona que en televisión», vamos que nos matamos.

 

 

Un comentario

  1. Ana Cristina me gustó mucho tu artículo, me puso a reflexionar sobre lo compleja que es la vida y todo lo que se necesita para vivirla.

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