Coletas, rata
El método científico requiere un procedimiento que a veces es demasiado lento, pero podemos aventurarnos a afirmar que, antes de que se certificara la existencia de los tontos, hubo muchos que vivieron y perecieron sin ser diagnosticados. Hay algunos que, incluso, reventaban estatuas de Cristóbal Colón antes de que se pusiera de moda. Fue en octubre de 2019 cuando un grupo de izquierda, llamado Yesca, llenó de pintura un monumento al descubridor de América en Valladolid, en una demostración de estulticia paradigmática.
Es una estupidez sostener que la calle le pertenece a todos los ciudadanos por igual, pues no es así. Recuerdo a ese mismo grupo en la fiesta de Villalar de los Comuneros, el día de Castilla y León. Como los iluminados que lo componen no querían que el Partido Popular participara de los festejos, lanzaban piedras a sus portavoces para que se fueran de allí. Y lo conseguían.
Digamos que fenómenos de este tipo ocurren en toda España, con casos muy llamativos, como el del País Vasco, donde los verdugos reciben homenajes, pero a las victimas no se les otorga la legitimidad de celebrar un mitin. La izquierda juega con ventaja, pues con la excusa de la ‘lucha antifascista’ se atribuye una superioridad moral que no le corresponde, pues nadie debería disponer de la potestad para chantajear o extorsionar a otro por lo que piense. Ni mucho menos de auto-proclamarse heredero, desde un barrio cómodo, de quienes sufrieron realmente las consecuencias de los autoritarismos.
Sorprende la ignorancia de quienes atribuyen a Podemos la llegada del matonismo político España, pues se obvia, directamente, que hasta no hace mucho aquí se aniquilaba a representantes constitucionalistas y a empresarios por su forma de pensar o por no pasar por caja. Y aquí se condecoró a auténticos torturadores de la Brigada Político-Social por su especial diligencia en el arte de la represión. Incluso se elevó a la categoría de mito a anarquistas que fueron auténticos salvajes. Digamos que el fenómeno de acallar a los críticos con saña no es nuevo, aunque es de justicia afirmar que la moda del escrache populista la crearon los líderes de la formación morada.
Jarabe democrático
Quizá en este lugar del mundo tan desnortado resulte herético defender que este tipo de extorsión es inadmisible en todos los casos, pues, al contrario de lo que expresó Pablo Iglesias, no es ‘jarabe democrático’, sino intimidación mafiosa. Ahora bien, el vicepresidente y la ministra de Igualdad deberían ser conscientes de que actualmente sufren las embestidas de los monstruos que ellos mismos moldearon para llegar al poder. Troya no hubiera ardido si nadie hubiera abierto la puerta. Por tanto, sus lamentos son los propios del inconsciente que cae en la cuenta de las consecuencias de sus pecados. O, peor, del espabilado que quiere dirigir al debate hacia donde le interesa en un momento en el que se encuentra cuestionado, como es el actual.
Quizá en este lugar del mundo tan desnortado resulte herético defender que este tipo de extorsión es inadmisible en todos los casos, pues, al contrario de lo que expresó Pablo Iglesias, no es ‘jarabe democrático’, sino intimidación mafiosa.
Quien hizo la pintada cerca de su casa de veraneo es un memo, del mismo modo que lo son quienes acuden frecuentemente a las puertas de su chalé para manifestarse. Pero también son auténticos esbirros de las mafias políticas quienes extorsionaban a Alberto Ruiz Gallardón o a Cristina Cifuentes siguiéndolos hasta su casa. Ni que decir tiene aquella venganza siciliana que consumó Irene Montero, cuando reveló el nombre y el primer apellido de la propietaria de una vivienda que quería echar a unos okupas. La convirtió en carnaza para las alimañas moradas de las redes sociales.
Esta postura no es pretendidamente equidistante, es simplemente consecuente con la defensa de los valores democráticos, que no debe tolerar las ‘camisas pardas’ de ningún partido, ni justificar cordones sanitarios ni mucho menos amparar las actitudes mafiosas contra nadie por su forma de pensar. Bien es cierto que no es sencillo oponerse a la dictadura moral de la izquierda reaccionaria, que con su superchería se ha adueñado del debate y de una gran parte del ámbito académico y social. También de la calle, que considera su patrimonio. Pero habría que pensar hacia dónde conducen, por ejemplo, acciones como la de grabar a Iglesias en un supermercado para tratar de demostrar -con falacias- que se salta el confinamiento.
Las sectas progresistas
Son tiempos complejos, en los que las sectas progresistas más autoritarias tratan de someter a las sociedades a su Obispado ideológico y manipular a los ciudadanos con su maniqueísmo atroz. Hace unas semanas, Pablo Echenique ponía en duda que la diputada de Vox Rocío de Meer fuera apedreada en la cara en un acto político en el País Vasco. Este miércoles, es el propio entorno de Podemos el que la emprende contra quienes piensan que la pareja Iglesias-Montero ha exagerado lo sucedido en Asturias y lo ha convertido en un montaje para desviar la atención sobre la presunta ‘caja en B’ del partido.
Es la misma izquierda que flirtea con los nacionalismos más fundamentalistas de España y, a la vez, reclama libertad e igualdad. Quizá la tarea de los opositores a esa ideología consista en retratar las contradicciones de este patético e inconsistente populismo, y no en incurrir en sus mismas actitudes, que conducen al país a una situación de violencia bastante peligrosa. Aquí, los medios tendrían mucho que decir, pero claro, es difícil pedir valentía en empresas que, precisamente, por su cobardía frente a la corrupción, los nacionalismos y el catecismo social de la izquierda más supersticiosa están desacreditadas.