Colombia: Razones para el Sí y para el No
Es lamentable que no se hubieran tendido puentes efectivos entre Gobierno y uribismo durante el proceso de negociaciones con las Farc. Eso hubiera evitado que el plebiscito se convierta en una confrontación entre el Centro Democrático y los demás partidos.
Los ciudadanos tenemos el derecho a votar como producto de una reflexión tranquila, sin la estridencia de eslóganes emotivos, pero vacíos o mentirosos. Por eso debemos exigir a uno y otro bando sustituir su propaganda política por razonamientos y explicaciones serenas de por qué votar por el Sí o por el No. Se trata de una decisión crucial para el futuro de nuestros hijos, y nadie debería votar en esta ocasión por simpatía o fidelidad con Santos o con Uribe. Aplaudo por ello la posición de la izquierda legal, que promueve el Sí, porque cree que a los colombianos les conviene vivir en paz, pero mantiene su oposición al Gobierno.
Ahora bien, advirtiendo que votaré por el Sí por las razones que he venido exponiendo desde esta columna, es mi deber como columnista reconocer que también existen razones válidas para considerar votar por el No. La más importante es la de que los dirigentes de las Farc responsables de crímenes de lesa humanidad deberían pagar cárcel y no poder ser elegidos hasta que paguen su condena.
Comparto esa opinión, pero tragarse ese sapo no es un precio excesivamente alto para garantizar que las Farc no sigan cometiendo crímenes en buena parte de nuestro territorio.
Además, que no haya cárcel para quienes confiesen haber cometido ese tipo de delitos no significa que habrá impunidad, como lo sigue afirmando Uribe, sin sonrojarse siquiera al soltar tamaña mentira. Lo ya acordado prevé que tendrán hasta ocho años de ‘restricciones efectivas a la libertad’. Y que tendrán cárcel quienes sean condenados por estos crímenes sin haberlos confesado. Hay que asegurarse, por supuesto, de que esas ‘restricciones’ sean de verdad efectivas.
Desmond Tutu, el arzobispo de Sudáfrica, planteó a la inmensa mayoría que había padecido por décadas el ‘apartheid’ impuesto por una minoría blanca en su país: “Ellos no merecen nuestro perdón. Pero nosotros merecemos perdonarlos”. Esta idea es directamente aplicable a nuestro caso. Los dirigentes de las Farc que promovieron, dirigieron o toleraron durante décadas crímenes de lesa humanidad no merecen nuestro perdón. Deberían pagar cárcel. Pero nosotros y nuestros hijos merecemos vivir en un país sin ese flagelo. Y por tanto nos merecemos perdonarlos para que dejen de delinquir.
Y unas preguntas para quienes critican injustificadamente a nuestros abnegados negociadores. ¿Sí creen que Uribe podría haber convencido a los miembros del secretariado de firmar un acuerdo que los enviara a casi todos ellos a la cárcel y les impidiera hacer política? ¿Acaso no se trata precisamente de que nadie vuelva a hacer política con armas, sino a través de los canales democráticos?
Hay otra razón válida para que algunos consideren votar por el No. Está vinculada con la incorporación directa del eventual acuerdo de La Habana en nuestra Carta constitucional, al otorgarle el tratamiento de un ‘acuerdo especial humanitario’. Esta interpretación definitivamente no cabe con respecto a los temas sobre política de desarrollo rural y acceso a la tierra. Aun quienes pensamos que lo allí convenido sería más conveniente para el desarrollo del campo que nuestra actual política agropecuaria consideramos absurdo y peligroso que a una política como esta se le otorgue rango constitucional. Volveré sobre este tema en columna próxima.
P. S.: la acertada redefinición del umbral (como el mínimo de votos por un Sí mayoritario y No como la suma total de votos) obligó al uribismo a tratar de ganar con el No y no simplemente con la abstención.
GUILLERMO PERRY