Colón: ¿héroe o villano?
Retirada de una estatua de Colón en Los Angeles (EE UU). FOTO: @MITCHOFARRELL (EL PAÍS) |
Francis Drake (1543-1596) pudo ser un pirata sanguinario y un comerciante de esclavos inclemente, pero también un vicealmirante y sir ensalzado en Inglaterra por su vigor en la derrota de la Armada Invencible. Una estatua imponente en Plymouth es prueba del reconocimiento que rinde su país al héroe que humilló a España. Algo parecido ocurre con Piet Hein (1577-1629), un corsario holandés que saqueó navíos españoles y que tiene placa y estatua con recopilación de estos méritos en Róterdam.
No solo los vencedores escriben la historia, sino también cada país, cada comunidad, y las perspectivas opuestas chocan aunque hayan pasado 500 años. Colón ha sido para España el héroe de un “descubrimiento” que creíamos indiscutible y que para otros fue un “encontronazo” en el mejor de los casos, pues los pueblos indígenas existían sin que nadie les tuviera que descubrir. Que llevara el español, la cristiandad y el expolio a América engrandeció en su momento a España, pero dejó un reguero de muertos que hoy algunos identifican como el origen de sus males. La ciudad de Los Ángeles ha retirado la estatua de Colón, como antes cambió el nombre al día que se celebraba en su honor por el de “los pueblos indígenas, aborígenes y nativos”. “Colón fue responsable de atrocidades y sus actos pusieron en marcha el mayor genocidio de la historia. Su imagen no debería ser celebrada en ningún sitio”, dijo el concejal O’Farrell, indio de la tribu Wyandotte de Oklahoma, que ha impulsado estas medidas. El héroe del descubrimiento es hoy el villano en el relato de los indios sobre su indudable pasado de represión.
Ningún episodio histórico visto con los ojos del presente aguanta el relato de su tiempo. Pero entre la batalla de las interpretaciones y el derribo de estatuas se abre un espacio para pasar página que no deja de causar asombro. Ada Colau retiró en marzo la estatua del primer marqués de Comillas por su papel en el tráfico de esclavos. Asombra sobre todo contemplar cómo se reescribe una historia tan lejana desde prismas presentes, tal vez como forma de luchar contra el ahora. “La historia es como la ceniza de un incendio”, escribe Miguel-Anxo Murado en La invención del pasado (Debate). Entre esas cenizas inaprensibles que vienen de tan lejos, a algunos no nos molesta que Drake siga vigilando la costa.