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Comienza la cuenta atrás para la salida de Raúl Castro del poder

Raul-Castro-abandonaria-asumirlo-EFE_CYMIMA20170224_0007_13El presidente prometió dejar el cargo el 24 de febrero de 2018. Analizamos su legado y un futuro del que nada se sabe

El 24 de de febrero del próximo año Raúl Castro debe abandonar la presidencia de Cuba si cumple con la promesa que varias veces ha hecho. Su anunciada salida del poder es tomada con suspicacia por algunos y vista como un hecho ineludible por otros, pero casi nadie discute que su partida pondrá punto final a seis décadas de mandato de la llamada generación histórica.

Por primera vez, el proceso político comenzado en enero de 1959 tendrá un líder que no participó en la lucha contra la dictadura de Fulgencio Batista. Sin embargo, Castro puede mantener el mando del Partido Comunista hasta 2021, un cargo con poderes por encima del Ejecutivo y consagrados en la Constitución de la República.

En los 365 días que le quedan en su cargo de presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, se espera que el gobernante de 85 años impulse varias medidas con vistas al futuro. Entre ellas está la Ley Electoral, que anunció hace dos años y que determinará el panorama político que deje tras su retiro.

En los 365 días que le quedan en su cargo de presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, se espera que el gobernante impulse varias medidas con vistas al futuro. Entre ellas está la Ley Electoral

En los próximos meses se definirán las relaciones entre La Habana y Washington en el contexto de la nueva presidencia de Donald Trump y, en clave interna, el plano económico. Los bajos salarios, la dualidad monetaria, el déficit habitacional y el desabastecimiento de productos son algunos de los problemas más acuciantes para los que la población espera soluciones.

Raúl Castro asumió la presidencia en febrero de 2008, aunque desde mediados de 2006 sustituía a Fidel Castro, tras una crisis de salud que obligó a éste a retirarse de la vida pública. Ante la proximidad de la fecha que él mismo se puso para salir de la presidencia, el gobernante está obligado a acelerar la marcha de sus decisiones y definir la sucesión.

En 2013 Castro quedó confirmado como presidente para un segundo mandato. En aquella ocasión limitó los cargos políticos a un máximo de diez años y enfatizó la necesidad de darle espacio a figuras más jóvenes. Uno de esos rostros ha sido Miguel Díaz-Canel, un político de 56 años que escaló a través de la estructura partidista y que ahora ocupa la vicepresidencia.

En el segundo escalón de poder del Partido se mantiene José Ramón Machado Ventura, un octogenario con reputación de ortodoxo que en los últimos meses ha ganado mucho espacio en los medios nacionales. Una división del poder entre Díaz-Canel y Machado Ventura (uno como presidente del Consejo de Estado y de Ministros y otro como secretario general del Partido) sería una situación inédita para millones de cubanos que solo conocen la concentración de la autoridad en un solo hombre.

Sin embargo, muchos sospechan que tras los rostros que ocupen los cargos públicos, el clan familiar seguirá moviendo los hilos de la mano de Alejandro Castro Espín. El hijo del presidente, ascendido a asesor de seguridad nacional, aún no es miembro del Comité Central del Partido, del Consejo de Estado y ni siquiera diputado al Parlamento.

Muchos sospechan que tras los rostros que ocupen los cargos públicos, el clan familiar seguirá moviendo los hilos de la mano de Alejandro Castro Espín, el hijo del presidente

Para Dagoberto Valdés, director del Centro de Estudios Convivencia, Raúl Castro se va sin hacer la tarea. «Fueron muchas las promesas, muchas las pausas y pocas las prisas», resume. Opina que muchos esperaban que las «muy anunciadas reformas pasaran de lo superficial a la profundidad del modelo: única manera de actualizar la economía, la política y la sociedad cubana».

Castro debería «por lo menos, impulsar hasta ser aprobada por la Asamblea Nacional una Ley Electoral» que permita «la participación plural de los ciudadanos», apunta Valdés. También cree que debería otorgar «personalidad jurídica a las empresas privadas» y «dar también estatus legal a otras organizaciones de la sociedad civil».

El académico estadounidense Ted Henken no cree que el actual presidente abandone su cargo al frente del Partido. Para Henken, la gestión de Castro ha sido exitosa por «mantener el poder de los históricos de la Revolución bajo el modelo autoritario y vertical instalado hace más de medio siglo» y «haber establecido una nueva relación potencialmente más beneficiosa con EE UU y emprender algunas reformas económicas significativas».

Sin embargo, el profesor de sociología y estudios latinoamericanos en el Baruch College de Nueva York ve como «una gran ironía que el Gobierno ha estado más dispuesto a sentarse a dialogar con el supuesto enemigo que con el propio pueblo» y señala «la falta de derechos políticos fundamentales y libertades civiles básicas» como «una mancha negra en el legado de los hermanos Castro».

La bloguera Regina Coyula, que trabajó de 1972 a 1989 en la Dirección de Contrainteligencia del Ministerio del Interior, vaticina que Castro será recordado como alguien «que pudo y no se atrevió». En un inicio lo vio como «un hombre más sensato que el hermano y mucho más pragmático» pero con el paso del tiempo «al no hacer lo que tenía que hacer, nada salió como tenía que haber salido».

Quizás «llegó con ciertas ideas y cuando se encontró con la realidad se dio cuenta de que introducir determinados cambios iba a traer una transformación del sistema político del país», apunta Coyula

Quizás «llegó con ciertas ideas y cuando se encontró con la realidad se dio cuenta de que introducir determinados cambios inevitablemente iba a traer una transformación del sistema político del país«, apunta Coyula. Eso es algo que «no está dispuesto a asumir. No quiere ser él quien pase a la historia con esa nota en su biografía».

La periodista independiente Miriam Celaya recuerda que «el vaso de leche que prometió todavía está pendiente» y también «todo el auge que se le quiso dar al sector de trabajo por cuenta propia». Sostiene que en el último año se ha producido «una marcha atrás, un retroceso, un exceso de control» para el sector privado.

Con la muerte de Fidel Castro, su hermano «tiene las manos desatadas para ser todo lo reformista que algunos creían que iba a ser», reflexiona la columnista. «En este último año debería liberar un poco lo que llaman los marxistas las fuerzas productivas», aunque se muestra «convencida» de que «no lo va a hacer».

En cuanto a un sucesor, Celaya opina que el sistema cubano es «muy críptico y todo llega en un lenguaje de señas, hay que estarse fijando en cada acto público con la plana mayor en quién está y quién no».

«Lo peor que tiene todo este panorama es lo incierto, el peor legado que nos deja Raúl Castro es la magnificación de la incertidumbre», apunta. «No hay un rumbo, no hay un horizonte, no hay nada«. Será recordado como «el hombre que perdió la oportunidad de enmendar el rumbo de la Revolución».

«No será visto como el hombre que supo, en medio de las turbulencias, reconducir la nación», lamenta Manuel Cuesta Morúa. El opositor, que pertenece a la Mesa Redonda de Unidad para la Acción Democrática (MUAD) y a la plataforma ciudadana #Otro18, reprocha a Raúl Castro de no haber realizado las «reformas políticas que necesita el país para avanzar económicamente: ni se abre ni se cierra al capital y es incapaz de articular otra respuesta a la autonomía de la sociedad que no sea la huida o la represión».

Iliana Hernández, directora del programa independiente Lente Cubano reconoce que en los últimos años Raúl Castro ha devuelto a los cubanos «algunos derechos» como «la compra y venta de casas, de autos, el incremento de los negocios privados y el derecho a viajar». La activista opina que este año el mandatario debe «convocar unas elecciones libres, legalizar los partidos y dejar de reprimir a la población».

En cuanto a la oposición, Hernández cree que está «haciendo cosas que antes no se hacían y eran impensables hacer».

La disidente Martha Beatriz Roque Cabello es muy crítica con la gestión de Castro y señala que ni siquiera cumplió con su promesa de la reunificación monetaria. «Habló de una nueva Constitución, de un nuevo sistema económico, que ya ni en los Lineamientos se mencionan tan siquiera», denuncia.

«Para tratar de salvar lo mal hecho, en primer lugar debería poner en libertad a todos aquellos que están presos sencillamente por pensar diferente bajo distintos tipos de sanciones»

«Para tratar de salvar lo mal hecho, en primer lugar debería poner en libertad a todos aquellos que están presos sencillamente por pensar diferente bajo distintos tipos de sanciones», reflexiona Roque Cabello. Sugiere, también, que se siente a dialogar con la oposición para que ésta le diga «cómo conducir la economía del país, que está desvirtuada».

Aunque ve diferencias entre los estilos de gobierno de Fidel y Raúl Castro, «este es tan dictador como su hermano», sentencia. La disidente, condenada durante la Primavera Negra de 2003, no considera a Díaz-Canel como el sucesor. «Es una persona utilizada, no creo que sea el relevo», y apunta a Alejandro Castro Espín o al exyerno de Castro, Luis Alberto Rodríguez López-Callejas, como posibles sustitutos.

Este diario intentó contactar con personas próximas al oficialismo para recabar su opinión sobre el legado de Raúl Castro, su sucesión y los retos que deja para el futuro, pero todos rechazaron responder. Rafael Hernández, director de la revista Temas, declaró al Diario de las Américas en una entrevista: «Debe haber una renovación que incluya a todos aquellos que llevan un tiempo como ese [10 años]. No obstante, no todos los miembros del Consejo de Estado llevan 10 años, ni todos los ministros llevan 10 años».

Es lo máximo que se atreven a decir los partidarios del Gobierno.

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