Condenados a vivir entre las ruinas
Surge un proyecto para señalizar la numerosa cantidad de inmuebles a punto de derrumbarse
La ruta del deterioro comienza en cualquier esquina de La Habana. Si en un mapa de la ciudad se marcan con puntos rojos las cornisas a punto de desprenderse, los balcones quebrados y las columnas agrietadas, el papel quedaría como una piel afectada por la rubéola, un sarpullido más intenso cubriría Centro Habana, el Cerro, amplias zonas de La Habana Vieja y los municipios del sureste.
Los residentes de la capital cubana llevan décadas viviendo entre las ruinas, pero la muerte de tres niñas el pasado 27 de enero sepultadas por un balcón en la barriada de Jesús María ha vuelto a poner el foco en la situación.
El proyecto busca involucrar a los propios residentes en señalar y denunciar una situación que empeora con el paso del tiempo a través de las redes sociales, con la etiqueta #PeligroDerrumbeCuba.
El proyecto busca involucrar a los propios residentes en señalar y denunciar una situación que empeora con el paso del tiempo a través de las redes sociales, con la etiqueta #PeligroDerrumbeCuba
Lanzada en Twitter por Norges Rodríguez, coordinador y cofundador del proyecto YucaByte, la etiqueta tiene algo de grito desesperado. Para los habaneros que deben transitar por las calles con extremo cuidado para evadir los huecos en las aceras y no perder de vista los peligros que pueden llegar de las alturas, las nuevas tecnologías son otra vía que se suma a las tradicionales reclamaciones verbales o burocráticas.
A finales de 2018, Vivian Rodríguez Salazar (directora general de la Vivienda) informó de que el 39% de las edificaciones se encontraban en malas y regulares condiciones. «Existe un déficit de 929.695 viviendas; de ellas hay que construir nuevas unas 527.000 y rehabilitar 402.000».
Con la llegada del servicio de navegación web a los móviles, en diciembre de 2018, han sido varias las iniciativas ciudadanas que han echado manos de etiquetas y recaudación de firmas, pero #PeligroDerrumbeCuba quizás sea la que pueda involucrar a un mayor número de personas a lo largo de la Isla y especialmente en las ciudades más pobladas.
Ernesto, vecino de la calle Industria en La Habana es uno de ellos. «Aquí en la esquina hay un edificio que se puede caer cualquier día de estos. Los del Gobierno dicen que no hay grúa pero duele ver como para el hotel que están construyendo ahí atrás de Obispo si hay una grúa las 24 horas ahí disponible», lamenta el joven, que ha optado por volcar su denuncia en Facebook.
En una cuartería cercana, los vecinos suben en vilo la maltrecha escalera de principios del siglo pasado y apuntalada en varias zonas. «Cuando yo era niña ya esto estaba así y pensé que mis hijas no iban a tener que vivir con el sobresalto de que el edificio se derrumbara mientras estaban durmiendo, pero ya tengo nietos y todo sigue igual y peor», lamenta Clarisa, vecina de un deteriorado solar en la calle Zanja próximo a Infanta. La mujer ha tomado fotos del interior de la edificación para que su nieto adolescente la ayude a subirlas a internet.
«Aquí hemos hecho de todo, hemos reclamado al delegado del Poder Popular, escrito cartas al Consejo de Estado y hasta contratado con nuestro propio dinero una brigada para que nos ayude con las cosas más graves, pero este edificio es una ruina y se necesita demolerlo y construir otra cosa», afirma la mujer a 14ymedio.
Pero ni la reubicación, ni la demolición llegan. A la entrada del inmueble juegan dos niños pequeños ajenos a la fragilidad del piso superior con peligrosas grietas que recorren toda la fachada. «Hace unos días se cayó parte del repello de allá arriba y por suerte en ese momento no pasaba nadie pero esto es una bomba de tiempo», lamenta otro vecino.
Por Zanja, muchos de los transeúntes prefieren caminar por la calle a pesar del tráfico. «No, por la acera no camino ni aunque me obliguen, porque al menos los carros los veo venir pero si se cae un trozo de pared de allá arriba no tengo manera de reaccionar a tiempo», comenta una mujer con dos niños que transita por las cercanías de la calle Lealtad. «Le he ensañado a mis hijos que no pueden dejar de mirar para arriba».
Mientras habla, se cruza con dos turistas que toman fotos de un edificio de arquitectura art nouveau con ornamentos florales y parte del acero expuesto por el deterioro. Los visitantes se acercan, buscan sus mejores ángulos y se llevan en sus cámaras una de las tantas miles, millones de imágenes, de una ciudad en ruinas.
«Deberían advertir a los turistas de que tengan cuidado con los derrumbes porque se pasean con mucha tranquilidad por estas calles, pero los que vivimos aquí tomamos precauciones», comenta un bicitaxista que espera nuevos clientes en las cercanías del Barrio Chino. «A ellos les parece una diversión, pero una cosa es pasar por aquí y otra vivir en una de esas casas que no se sabe cuándo se va a caer».
El joven, proveniente de Ciego de Ávila, conocido la iniciativa de #PeligroDerrumbeCuba a través de las redes sociales. «En cuanto logre comprar un paquete de datos voy a subir algunas fotos que tengo, porque me paso el día moviéndome en la ciudad y sé donde están los peores lugares, aunque también sé donde no hay ni un derrumbe», afirma con ironía.
Al oeste, las zonas con chalets, mansiones y jardines contrastan con el hacinamiento y el deterioro de Centro Habana, Cerro, Luyanó, San Miguel del Padrón o Guanabacoa
El deterioro no afecta por igual a todos los barrios. Al oeste, las zonas con chalets, mansiones y jardines contrastan con el hacinamiento y el deterioro de Centro Habana, Cerro, Luyanó, San Miguel del Padrón o Guanabacoa. Cuando se vive entre las amplias calzadas de Miramar o en la exclusividad de Atabey las grietas en las paredes y las fosas albañales reventadas parecen algo lejano.
«Esa es la línea del Almendares. No es lo mismo vivir del lado de acá, donde lo mismo te cae en la cabeza un balcón que te hundes en un hueco y te partes una pierna, que residir del otro lado», detalla el bicitaxista. Más allá del río, donde viven las clases acomodadas, la cartografía del deterioro señala casi ninguno punto rojo.
En el lugar donde hace cinco días tres niñas murieron sepultadas por las enormes piedras de un balcón que se vino abajo, los vecinos siguen hablando de esa tragedia. Recuerdan como todos los que levantaron esos cuerpos pequeños de entre las piedras no pudieron dormir esa primera noche, ni la segunda.
«A mi esposo tuve que darle una pastilla esa noche, no se podía dormir», contaba una joven mujer este viernes a los pies del muro donde todavía hay regalos que muchos vecinos han dejado en el lugar de tragedia. «Esto ha sido muy duro, hace falta que a nadie se le olvide lo que pasó este 27 de enero en el barrio de Jesús María».