Conocer nuestro planeta
A medida que se precipitan los cambios inducidos en la biosfera y resulta evidente que no hay vuelta atrás en el proceso del calentamiento global deviene más urgente conocer en profundidad nuestro planeta, esta Tierra a la que martirizamos sin cesar, aunque la brujita Mafalda advirtiese hace cinco décadas de que es imposible apearnos de su superficie vulnerada.
La investigación interdisciplinaria de la arqueología a la zoología muestra que los ambientes terrestres albergan archivos irreemplazables de la actividad humana y que debemos preservar y registrar nuestra herencia junto a la información sobre habitats en peligro, antes de que se pierdan completamente, y que, si bien existe acumulada una buena documentación, se hace sentir aún la carencia de una data tridimensional que reseñe la estructura de la capa forestal, junto a los detalles culturales y ecológicos yacentes debajo de ellas.
La NASA ha solicitado extender la vida del satélite Gedi – a sacarse de órbita el próximo año- que a un costo de 150 millones de dólares provee desde diciembre de 2018 información esencial en 3D del carbono depositado en los bosques, permitiendo así cotejar sus resultados con otros aparatos que en el curso de esta década continuarán monitoreando los ecosistemas.
Se trataría de un respaldo esencial al compromiso que 142 países adoptaron en el marco de la COP26 para detener y revertir la deforestación al horizonte del año 2030, toda vez que si aceptamos ya normalmente el colosal potencial de los bosques para absorber un volumen significativo de emisiones de combustibles fósiles, carecemos de cifras precisas de un efecto tan positivo.
Gedi y otros satélites de la NASA deberían incorporarse, por supuesto, al llamado que un vasto equipo de científicos ha lanzado en los Proceedings de la Academia Nacional de Ciencias estadounidense, para superar las limitaciones geográficas y metodológicas de las iniciativas en curso, con un masivo esfuerzo internacional de escaneo tridimensional de la masa terrestre que, aunado a los archivos Landsat y la Red Nacional de Observación Ecológica (NEON), crearía el archivo matriz de un modelo digital de alta resolución de la superficie para uso de las futuras generaciones.
Una tarea titánica si se considera que millones de hectáreas de bosques con especies en peligro y numerosos sitios de valor arqueológico se perdieron sólo en esta última década, a pesar del trabajo de zoológicos, museos e instituciones como el Grupo Consultivo para la Investigación Agrícola Internacional que fundó un banco de semillas en la isla noruega de Svalbard, el Microbiota Vault Trust que almacena la microbiota humana, y el Cyark.org que escanea edificios monumentales.
Serían necesarios vehículos no-tripulados capaces de vuelos prolongados para optimizar la obtención de datos, el uso de Inteligencia Artificial y metalenguaje para acelerar su procesamiento y el desarrollo de una infraestructura de amplio acceso para popularizar su divulgación; pero, sobre todo, advierten los signatarios, condición básica del éxito es la colaboración multidisciplinaria leal y sincera de todas las individualidades e instituciones preocupadas por la preservación de nuestro legado biológico y cultural.
En suma, un presupuesto de cierta entidad que sin embargo es un pellizco comparado a las sumas gigantescas devoradas cotidiana e inútilmente por la insensata guerra en Ucrania, cuyo principal efecto colateral es, precisamente, profundizar la destrucción de nuestro infortunado planeta.
Varsovia, abril 2022