Corbyn, forzado a presentar la moción de censura sin un apoyo asegurado
Si May supera el desafío deberá decidir cuál es la alternativa a su plan derrotado
El Parlamento ha entregado al líder de la oposición, Jeremy Corbyn, un regalo envenenado. La magnitud de la derrota infligida al plan del Brexit de Theresa May, de proporciones históricas, no dejaba al laborista otra opción que ir adelante con su propósito anunciado de presentar una moción de censura. Pero fue la propia Theresa May quien se le adelantó, al desafiarle a presentarla de inmediato. La primera ministra pretendía de este modo convertir la moción de censura («moción de no confianza», en sus términos ingleses) en una cuestión de confianza que sirva de termómetro del apoyo real con que cuenta el Gobierno.
Todo apunta a que Corbyn fracasará este miércoles. Los diputados conservadores euroescépticos que han votado en contra de su propio Gobierno respecto al plan del Brexit no tienen la menor intención de ir más allá en su deslealtad y contribuir a la caída de la primera ministra. Los unionistas norirlandeses del DUP, que sostienen la exigua mayoría conservadora, se dan por satisfechos tras ver rechazado el acuerdo de salida de la UE y ya han dicho que no respaldarán una moción de censura laborista. Corbyn solo cuenta con el apoyo de los nacionalistas escoceses del SNP (35 diputados) y de los liberales demócratas (11 diputados), quienes han presionado de modo incesante a Corbyn en las últimas semanas para que se atreviera a desafiar al Gobierno de May.
Ni siquiera está claro cuántos diputados laboristas respaldarían la decisión de su líder, en un grupo parlamentario que mantiene viva la herencia del exprimer ministro Tony Blairy es en su mayoría contrario —sin las ambigüedades mostradas por Corbyn durante todo este tiempo— a la salida de la UE. Como tampoco se sabe cuántos diputados conservadores —se presume que muy pocos— se verán tentados a dar un golpe definitivo a May. A diferencia de la moción de censura del sistema parlamentario español, que debe ser constructiva y presentar un candidato alternativo capaz de formar Gobierno, la «moción de no confianza» de Reino Unido es sobre todo un mecanismo —prácticamente el único, junto a la propia decisión del Gobierno— de provocar un adelanto electoral.
Pero si Corbyn no logra sacar adelante su moción, May se ha comprometido a presentar el próximo lunes un plan alternativo, y a comenzar una ronda de negociación con las fuerzas parlamentarias para llevar a Bruselas una nueva propuesta. Quedan aún muchas opciones sobre la mesa después de la derrota de este martes.
Un intento más de negociar con la UE
Una vez rechazado su acuerdo, May está obligada —tal y como estableció la semana pasada la Cámara de los Comunes— a presentar a los diputados un plan alternativo. Debe hacerlo en forma de moción y se abre la posibilidad de que pueda incorporar enmiendas de todo tipo. El Gobierno británico se ha comprometido ya a presentar este texto el próximo lunes. Es previsible que la primera ministra utilice buenas palabras para decir que se somete a la voluntad expresada por la Cámara y que acudirá de nuevo a las instituciones de Bruselas en busca de mayor flexibilidad. En concreto, para intentar lograr una respuesta más flexible al principal obstáculo, el llamado backstop, o salvaguarda para Irlanda del Norte. Bien a petición suya, bien por voluntad de los líderes comunitarios, podría convocarse una nueva cumbre de la UE.
Resulta difícil adivinar, sin embargo, qué podría bastar para convencer a los conservadores euroescépticos o a los unionistas norirlandeses del DUP, cuyo voto es necesario para que la nueva propuesta saliera adelante. Y sobre todo, parece voluntarista la idea de que la UE esté dispuesta a reabrir negociaciones o hacer nuevas concesiones después de la firmeza y unidad mostrada en las últimas semanas.
La extensión del artículo 50
Un grupo de parlamentarios conservadores y laboristas ha presentado una enmienda por la que queda descartada la posibilidad que más aterra a los miembros de la Cámara: una salida de la UE a las bravas, sin acuerdo, en la fecha prevista del 29 de marzo. El texto sería incorporado al plan de May, después de su derrota, y obligaría al Gobierno a pedir de inmediato a la UE una extensión del artículo 50, con el que se activó la salida de Reino Unido de las instituciones comunitarias y se puso fecha a ese abandono. El Parlamento asumiría de este modo el control de las negociaciones y el Ejecutivo estaría obligado a hacer suyo el plan alternativo de Brexit que diseñaran los diputados.
Se trataría de un pulso constitucional en toda regla, porque la tradición de décadas establece que el orden parlamentario lo fija el Gobierno en exclusiva. Sin embargo, los defensores de esta opción radical sostienen que es el único modo de evitar que May deje sin más que los plazos se agoten y fuerce un Brexit sin acuerdo. Una respuesta de estas características necesitaría del respaldo del laborismo.
El fantasma de las elecciones generales
La respuesta más radical, si la moción de censura de Corbyn no prospera, está exclusivamente en manos de la primera ministra, y no parece una solución realista, aunque no debe descartarse. May podría asumir de modo drástico su derrota y devolver la pelota a la ciudadanía británica, en la forma de unas elecciones generales adelantadas. Inconvenientes: el Partido Conservador se fracturaría. Resulta difícil imaginar que los euroescépticos remaran en la misma dirección que May en el caso de tener que acudir a las urnas precipitadamente. Y desde el punto de vista electoral, no parece una solución muy inteligente, dado el profundo rechazo de la ciudadanía británica al plan de Brexit de May, según todas las encuestas.
El segundo referéndum
Si el laborismo se inclinara finalmente por esta opción, una moción en su defensa sería fácilmente aprobada en la Cámara. O simplemente, si una mayoría de parlamentarios lo solicitara, el Gobierno podría hacer suya la propuesta. Sin embargo, May no ha dejado de rechazar en todo momento esta posibilidad, que según ella supondría una «quiebra en la confianza de los ciudadanos en el sistema democrático». No sería, en cualquier caso, la primera vez que la primera ministra cambia de opinión.
¿Y si May dimite?
Los portavoces de la primera ministra se han encargado de repetir en las horas previas a la votación que, por muy dura que sea la derrota, May no tiene intención de renunciar a su cargo. Su voluntad, dicen, es concluir la tarea que se le encargó y sacar a Reino Unido de la UE. Después del fracaso de la moción de no confianza que presentaron a finales de 2018 los conservadores euroescépticos, May dispone de un plazo de 12 meses en el que su liderazgo interno no puede ser cuestionado. Pero Margaret Thatcher también superó ese desafío para acabar dimitiendo. Si todo se pone muy cuesta arriba y May se ve incapaz de poner orden dentro de su Gobierno o del Partido Conservador, una dimisión entra dentro de las posibles respuestas políticas —y humanas— que le quedarían a la primera ministra.