Crisis general del capitalismo, pero al revés
Imitadores de Lenin y Stalin en la Plaza Roja de Moscú
Luego de implantado el poder soviético en noviembre de 1917, Vladimir Lenin ordenó la ejecución del zar y de toda la familia Romanov para eliminar cualquier posibilidad de una futura instauración de una monarquía constitucional, como en Inglaterra luego de la decapitación del rey Carlos I (restauración de Carlos II, 1660), o en Francia después que que Luis XVI fuera decapitado (restauración de Luis XVIII, 1814).
En la madrugada del 16 al 17 de julio de 1918, Nicolás II, la zarina Alexandra, su hijo de 13 años, sus cuatro hijas (tres de ellas adolescentes), el médico de la familia, un criado personal, la camarera de la emperatriz y hasta el cocinero de la familia, fueron llevados al sótano de la casa de Ekaterimburgo en la que estaban prisioneros y allí sorpresivamente fueron acribillados a balazos, sin juicio previo. Nicolás II resultó ser el último monarca de la dinastía Romanov, iniciada en 1613, la segunda más antigua de Europa luego de los Grimaldi de Mónaco, desde 1297, que sigue vigente.
Ya por entonces estaba al rojo vivo la guerra civil (1918-1922) entre el nuevo gobierno bolchevique con su Ejército Rojo, dirigido por Trotski, contra los militares anticomunistas del ejército zarista y los opositores al bolchevismo, y que causó siete millones de muertos.
También Rusia era estremecida por el Terror Rojo, así llamado en alusión a las últimas seis semanas de la Revolución Francesa. Para citar solo un caso, el 16 de marzo de 1919 la Cheka (policía política, antecesora de la KGB) irrumpió en la fábrica Putílov para desbaratar una huelga. Detuvieron a 900 obreros huelguistas y fusilaron a 200 de ellos, sin juicio alguno.
«Socialismo de mercado» leninista
En 1920 la superficie sembrada había disminuido en un 33% y se cosechaba menos que en 1913. Lenin se dio cuenta de que la hambruna era causada por la colectivización forzosa de las tierras e hizo suyo un programa de corte capitalista diseñado por Nikolai Bujarin (ejecutado luego por Stalin) y explicó que se trataba de «dar un paso atrás para luego dar dos pasos hacia adelante». Y en 1921 lanzó la Nueva Política Económica (NEP en ruso).
Se permitieron los pequeños y medianos negocios privados y se les dejó a los campesinos la tierra para que la trabajaran y vendieran sus cosechas en el mercado, luego de pagar un impuesto. O sea, se aplicó el «socialismo de mercado» que luego fue imitado en China y Vietnam, y que Raúl Castro se niega a hacer en Cuba. La producción agrícola se disparó. Se acabó el hambre y la gente mejoró algo su nivel de vida. El Partido Comunista consolidó su poder político.
Ese poder creció exponencialmente a partir del 29 de diciembre de 1922, cuando representantes del Gobierno ruso y los de Ucrania, la República de Transcaucasia, y de Bielorrusia, crearon la Unión Soviética. Luego Moscú fue agregando repúblicas hasta llegar a 15, muchas por la fuerza. Por ejemplo invadió Estonia, Letonia y Lituania en 1940.
URSS, continuadora del imperio zarista
Lo que hizo Moscú fue formalizar con carácter comunista el antiguo imperio zarista, iniciado por Iván el Terrible, primer zar ruso (zar en ruso significa César), en el siglo XVI, y ampliado por Pedro el Grande en el siglo XVIII. Aquel imperio a fines del siglo XIX abarcaba 22,8 millones de kilómetros cuadrados. Al desintegrarse la URSS, el imperio comunista tenía 22,4 millones de kilómetros cuadrados, prácticamente la misma superficie que América Latina.
Lenin cayó enfermo meses después de implantada la NEP, nunca se aclaró si de sífilis o de arterioesclerosis cerebral. Pero se mantenía al tanto del Terror Rojo. A principios de 1922, en una reunión del Buró Político del Partido, sentenció: «Mientras más representantes del clero reaccionario y de la burguesía reaccionaria fusilemos, mejor». Cualquier similitud con la «fría máquina de matar» del Che Guevara no es pura coincidencia.
A propósito, la gravedad de Lenin puede apreciarse en una foto que jamás se publicó mientras existió la Unión Soviética. En 1980 visité en el Kremlin la residencia en la que vivía Lenin con su esposa Nadiezhda Krupskaya y vi encima de la cómoda de la habitación matrimonial un pequeño portarretrato con una foto impresionante: Lenin sentado en una silla de ruedas con la mirada medio perdida, muy demacrado, con una manta sobre las piernas y una mano engarrotada. Poco después vi su cuerpo embalsamado en el mausoleo de la Plaza Roja y sorpresivamente lo encontré mucho mejor que como estaba en la foto.
Lenin murió en 1924 y cuatro años después Stalin puso fin a la NEP, restableció la colectivización de la tierra (hasta un 90% de toda la agricultura), suprimió toda propiedad privada, y sumergió a la nación en uno de los peores períodos de terror y hambre de la historia humana. En solo nueve años (1928-1937) murieron de hambre 12 millones de personas, según investigadores rusos y extranjeros.
La «crisis general del capitalismo» al revés
En 1960, Olga Shatunovskaya, dirigente del Partido Comunista de la URSS presentó un informe en una reunión presidida por Nikita Jruschov, y precisó: «Desde el 1 de enero de 1935 al 22 de junio de 1941, un total de 19.840.000 enemigos del pueblo fueron arrestados, de ellos siete millones fueron fusilados en prisión y la mayoría del resto murió en las prisiones».
Aquel horror fue plasmado por Alexander Solzhenitsyn en Un día de Ivan Denisóvich, un libroque asombrosamente fue publicado en Cuba en 1967 y que pude comprar antes de que fuera retirado de las librerías. En total, sumadas las víctimas del bolchevismo, la guerra civil, y del estalinismo, murieron más de 30 millones de personas en la URSS a causa del «socialismo científico”».
Tras la Segunda Guerra Mundial el Kremlin impuso el comunismo en Europa del Este. Y Fidel Castro sumó a Cuba para poder mantenerse en el poder con dinero de Moscú, que hasta cohetes nucleares colocó en la Isla. Los académicos soviéticos y los cubanos hablaban de «la crisis general del capitalismo« y pronosticaban el advenimiento inevitable del socialismo en todo el planeta.
Millones de incautos en todo el mundo se lo creyeron. Pero luego de estar en el laboratorio 74 años, el experimento marxista-leninista, además de sangriento y desgarrador para el pueblo ruso y todo el «campo socialista» (Imperio Soviético), resultó definitivamente inútil y fue tirado a la basura. Hubo que regresar al punto de partida capitalista, pero con un atraso colosal en todo. Rusia, lejos de convertirse en la primera potencia económica europea, tal como le correspondía con sus 140 millones de habitantes, se quedó a años luz de las naciones de Europa Occidental.
Los propios rusos se asombraron cuando al perder Rusia (en 1991) sus 14 colonias descubrieron que su país no era una potencia económica como ellos creían, sino que la economía rusa (Producto Interno Bruto, PIB) era más pequeña que la de Brasil y México, y tres veces inferior a la de la India.
Rusia logró tener cohetes intercontinentales nucleares y naves espaciales porque la URSS colonialista dedicaba el 17% de su PIB a la esfera militar, mientras el promedio mundial era de 1.1% en 1990, y de un 5% en EEUU, según la organización Rand. Pero Rusia era y sigue siendo básicamente un exportador de materias primas, carece de tecnología moderna y es clasificada internacionalmente como un mercado emergente, como Chile, Sudáfrica o Tailandia.
La crisis general del capitalismo se produjo al revés, fue el experimento social contrario a la naturaleza humana, impuesto hace 100 años por los bolcheviques, el que desapareció, dejando un trágico rastro de sangre, dolor y atraso social. Triste aniversario este.