Ética y MoralGente y SociedadPolítica

Cristina Casabón: Ante la duda, culpable. El juicio popular contra los hombres

«Para María Jesús Montero el testimonio de las mujeres jóvenes está por encima de la presunción de inocencia y pensar lo contrario es una vergüenza»

Ante la duda, culpable. El juicio popular contra los hombres

     La ministra de Hacienda María Jesús Montero. | Europa Press

 

Anda en estos días por Madrid una sentencia nueva, relativa a un exfutbolista, que ha hecho saltar las alarmas de las feministras«Ante la duda, culpable», este parece ser el veredicto de María Jesús Montero, quien sostiene que el testimonio de las mujeres jóvenes está por encima de la presunción de inocencia y que sostener lo contrario es una vergüenza.

Qué alivio caer en los brazos anónimos de una mentira. Como mujer te digo que somos las grandes estafadas y ya lo sabíamos, porque no es que haya un hombre muy malo y astuto, sino que hemos acudido a estas feministras a que nos engañasen. Defender lo particular en un mundo que simplifica y generaliza es defender la Justicia. Cuando se generaliza lo particular y se sacrifica el individuo en el colectivo, aparece el comunismo; cuando se particulariza, asoma el derecho o la literatura.

La justicia popular hoy puede arruinarnos reputaciones, destrozarnos las carreras, y no de las medias, enviarnos al paredón de los intocables. Pero entre las masas enfebrecidas puede gozar de gran popularidad, como las bodas y los entierros. La verdadera justicia, sin embargo, debe controlarse y disciplinarse por medio del derecho y muchas veces es contraintuitiva. El derecho busca la verdad estudiando caso por caso, sometiendo a las partes al principio de no contradicción y respetando la presunción de inocencia. El derecho es hoy el esfuerzo de la civilización para dictar la justicia en medio de la pasión justiciera (Finkielkraut).

«Todas las mujeres reales estarán mejor protegidas en una sociedad civilizada que devuelve la justicia al redil de la ley y de los procedimientos penales»

En aquellos momentos de exaltación y euforia, bien palpable en el rostro de la ministra, la moral entra en conflicto con el derecho. La gradación de la Ley y la presunción de inocencia exasperan, las minucias del caso particular escandalizan. Para la justicia popular, matizar es debilitar al colectivo, distinguir es minimizar la verdad oficial, individualizar las historias es pactar con el mal. La carga de la prueba le resulta aborrecible, puesto que ese principio implica cuestionarse algunas cosas, como que la femme fatale es un personaje de cómic. Pero si la palabra bastará, entonces que nos explique esta mujer para que la exigencia de pruebas o el principio de no contradicción, para qué sirven los abogados, si no es para poner la presunción de inocencia sobre la mesa y defender al supuesto reo.

La justicia popular campa a sus anchas en nombre de la protección de las mujeres, pero esa sensibilidad es muy dudosa. No les conmueven las mujeres reales, ni el sufrimiento real, sino la entidad de la mujer en abstracto o como su colectivo. Es un juego peligroso, porque defender a las mujeres en abstracto podría derivar en injusticias que deslegitiman todo el sistema garantista. Esto por un lado desprotege los derechos de los ciudadanos varones frente al poder público y por otro, a la larga pone en entredicho a las propias mujeres (puesto que el sistema es tramposo toda víctima real es cuestionada).

Desterrar del debate público la inteligencia de las especificidades para evitar dar vergüenza (sic) implica tener poca sabiduría práctica: Toda especificidad está en el corazón mismo de la justicia penal para proteger a la víctima en cada caso particular. Todas las mujeres reales estarán mejor protegidas en una sociedad civilizada que devuelve la justicia al redil de la ley y de los procedimientos penales. Y esto además, las protege del espectáculo callejero, que la justicia no es ni una boda ni un entierro.

Además, resulta que los jueces que contradicen a una mujer son, muchas veces, otras mujeres. En la carrera judicial española las mujeres son mayoría, representando el 57% de los jueces y magistrados en activo. Son veredictos emitidos reflexiva y autorizadamente por mujeres a las que, según la feministra siempre debemos creer y cuya palabra nunca debería ponerse en duda, porque lo contrario sería una vergüenza, etc. Somos verdaderas estafadas, y todos los grandes sistemas que nos gobernaban están haciendo su unánime desaparición.

 

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Botón volver arriba