Democracia y PolíticaEconomía

Cristina Casabón: El hecho diferencial de Madrid

Los tiburones de la hostelería cada día abren un nuevo restaurante con fotos y estampitas de la Madonna Ayuso

Anda en estos días circulando una nueva sentencia según la cual Madrid es un infierno de ciudad, donde solo sobreviven los ejecutivos, los ricos y la gente de Erasmus. Yo no sé de dónde sacan la pasta, pero el caso es que ahora la gente sueña con casarse en la calle Mayor. Si uno rasca un poco descubre ese relato post-procés, que ha ido gestando gente como Juliana, Amat y los ‘intelectuales’ del relato. Madrid sería, según toda esta basca, el paraíso fiscal de España y la capital de la desigualdad. Pero las estadísticas van bien y si no fíjense en el flujo de población y capital. Y si el ‘hecho diferencial madrileño’ es un malvado proyecto privatizador que negocia con la gestión pública, como dicen en El País, entonces deberían explicarnos por qué País Vasco y Navarra tienen más alumnos en la concertada y por qué Cataluña y Baleares son los campeones de la sanidad privada.

Sí, aquí subsiste esa manía capitalista de enseñar continuamente el dinero que uno tiene y también el que no tiene. El poblachón manchego, que diría Azorín, se exhibe hoy en la calle, en las terrazas que inundan las aceras. Los tiburones de la hostelería cada día abren un nuevo restaurante con fotos y estampitas de Ayuso, que es la Madonna del gremio. El dinero industrial, mercantil y del pequeño comercio no conoce el escondite del colchón, sino que es dinero que circula, y se va mayormente en comilonas, cañas, taxis y propinas. La capital de las clases medias exhibe a la hora de merendar su poderío.

Pero ahora han salido los de El País con la campaña electoral y dicen que Madrid es el infierno capitalista. Toda esta guerra local contra Madrid no es sino púrpura y pura envidia que otros, los menos pudorosos, resuelven instalándose en el barrio de Salamanca. El espectáculo callejero de la gula y del desenfreno es el mismo de siempre. Y en la comunidad gobierna el mismo partido desde hace treinta años. Alguien debería hacer un estudio de cuándo empezó esta preocupación por el ‘hecho diferencial madrileño’, porque si Madrid es un infierno, obviando los flujos de población y capital, ya era un infierno (o iba camino de serlo) hace quince años.

Por nuestros gustos y deferencias, estamos hechos para vivir en un imperio que se agrieta, como la Viena imperial, pero llevamos treinta años sobrellevándolo. Pagamos al amor con el amor, y al odio con el odio. Andamos sobre alfombras doradas y traficamos con diamantes y dólares en Lavapiés. Leo en El País que el proyecto político del PP no es un proyecto de coexistencia pacífica. Quizás los que impulsan la segregación étnica pueden instruirnos. Podríamos pedirle a la enfermera de León que nos cuente su experiencia en ‘La Contra’ de La Vanguardia. A lo mejor, con gafas de pasta y camisa negra de ‘diseny’ le hacen la entrevista, porque el catalanismo no deja de ser una modalidad de ser hortera. Con esas camisas incluso podrían dedicarse a la compraventa de oro en la Gran Vía.

 

 

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