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Cristina Casabón: Europa, ¡qué melonar!

Meloni se ha apropiado de todo lo que Europa ha arrojado en forma de etiquetas ideológicas a las cabezas de los votantes

Europa va camino de convertirse en un melonar, un terreno sembrado de Melonis. Lo de Italia era la crónica de una victoria anunciada desde hace tiempo. Fukuyama nos avisaba en ‘El liberalismo y sus desencantados’ (Deusto) que los liberales han tendido a evitar los llamamientos al patriotismo y a las tradiciones culturales, y esta tendencia a minimizar la identidad nacional ha permitido a la extrema derecha reivindicar ese espacio. Ahora vuelven los carismas y las identidades fuertes y la Meloni triunfa con su lengua de fuego sobre Italia. Ha guardado lo que la UE tiró al cubo de la basura de la Historia y reivindica la identidad nacional con fuerza.

El discurso político que hoy gana elecciones en Europa es el que no renuncia a representar a todos los ciudadanos con sensibilidad, sentimiento de arraigo, con orgullo de pertenencia a su país, a su cultura. Un grande y largo proceso histórico, glorioso o miserable, se coagula de pronto en un nombre nuevo y cristaliza en un personaje que muchos tachan de peligro fascista, si bien el tipo de derechas que hoy triunfa en Europa no es como el de los años 30. Ni los de Fratelli son fascistas, ni los que votaron a 5 Stelle son comunistas.

No hay nada más vulgar que aplicar a todas las situaciones un discurso burocrático que acusa de extremista y de fascista al ciudadano que reivindica la identidad nacional. Meloni se ha apropiado de todo lo que Europa ha arrojado en forma de etiquetas ideológicas a las cabezas de los votantes. «Nuestro gran objetivo es que los italianos estén nuevamente orgullosos de ser italianos y orgullosos de hacer flamear la bandera tricolor». Ya ven, estas son las ideas que hoy Bruselas considera peligrosas. El orgullo patriótico.

Solo los ingenuos creían firmemente que este problema de la supranacionalidad versus la identidad nacional se había solventado de forma definitiva con la creación de la UE. Aunque, quizá todo dependía de la larga tarea sin lucimiento para los políticos que quieren llevarse bien con Bruselas: un conocimiento realista del arduo presente económico y político de su país. Este es el fallo de la izquierda experta en poner etiquetas. Es importante conocer la realidad de las naciones y Estados, «y no tenerla en cuenta revierte en una fuente electoral de nacionalismo virulento» (Tony Judt).

Es interesante plantear si de cara a los próximos años necesitaremos nuevas herramientas políticas y culturales a escala supranacional (europea); porque quizá la UE no pueda ser atractiva a largo plazo si no adquiere los parámetros de la política nacional, o si no absorbe los elementos culturales y se empeña con una agenda alejada de los problemas reales. El caso es que si las herramientas supranacionales son anacrónicas porque están desconectadas de la opinión pública, si Bruselas muestra intransigencia ideológica y acusa de fascista a cualquier líder de derechas, la UE se convertirá en un tremendo melonar. Miren lo que hoy celebra Roma en Roma y en el siglo.

 

 

Cristina Casabón

CRISTINA CASABÓN: Madrid (1988). Columnista en ABC. También escribo en The Objective. Analista de riesgo político.

 

 

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