Cristina Casabón: La casa de Aleixandre
«La casa de uno de los grandes poetas del siglo, Premio Nobel y voz personalísima, se vende, y se lleva cayendo años, porque somos así de machos y la poesía nos parece algo cursi»
Yo creo que tenemos que observar ciertas noticias con unas patatas fritas y un libro de poesía. La casa de Vicente Aleixandre está a la venta en Idealista. La casa de uno de los grandes poetas del siglo, Premio Nobel y voz personalísima, se vende, y se lleva cayendo años, porque somos así de machos y la poesía nos parece algo cursi. ¿Qué político anda por ahí dejando perder el patrimonio suyo, que es el nuestro?
La casa es un mausoleo brutal. Allí se celebraban reuniones de escritores como Cernuda, Alberti, García Lorca, Gerardo Diego, Dámaso Alonso, Miguel Hernández y Neruda. Por aquí pasaron cuatro generaciones de poetas, desde el 27 a los novísimos. Es decir, que con todo el dinero recaudado en multas de Madrid Central bien podrían haber ventilado la casa para abrirla al público. Pero ahí está, habitada ya solo por sus fantasmas, como un mausoleo irreal.
Si tira uno por otra carretera, la M 607, pronto encuentra el lugar de veraneo de Aleixandre, con su busto imponente en la plaza. Eso es lo único que tendremos cuando se quede España sin su poeta y el surrealismo sin su casa en la ciudad de la desmemoria. El gobierno está haciendo mucho por la cultura y el patrimonio histórico: aquí hay dinero para la memoria de todas las feministas militantes y otras bastardas políticas agenciadas, pero no hay un duro para los poetas.
«Las autoridades culturales han iniciado, con la llegada de Ignacio Carnicero, una etapa de revisionismo militante»
Leo que el gobierno ha pausado el reparto de fondos destinados a la restauración y adquisición de bienes del patrimonio histórico y artístico en los tres últimos años. Las autoridades culturales han iniciado, con la llegada de Ignacio Carnicero, una etapa de revisionismo militante. La militancia socialista, y no la cultura, es la vía más segura para sobrevivir a la desmemoria colectiva. Descartamos el patrimonio que no sirve para la polémica y la comidilla política, y los primeros perjudicados son los poetas.
La casa valdrá mucho cuando el comprador la convierta en un bonito solar. En esta casa, por esas escaleras, bajaba y subía Vicente todas las mañanas, llevando consigo la llave del surrealismo. Su desmemoria es un riesgo considerable, porque más allá de imágenes desconcertantes e ilógicas, de juegos del lenguaje, la poesía surrealista emplea técnicas pictóricas que permitían desvelar el subconsciente, y acaso trabaja con un material, un lenguaje, que escapa a los límites de la mente racional.
El lenguaje del subconsciente desaparece de nuestra visión del mundo si eliminamos a los surrealistas. Aquella casa era un laboratorio del alma, un espacio de culto a lo maravilloso. En lenguaje político, y para que la militancia cultural me entienda: solo un país de brutos descuidaría la memoria de un Nobel de Literatura, el lugar de reunión de destacados miembros de la Generación del 27 y otros escritores, artistas, intelectuales y políticos. Quien sabe si don Vicente sigue en aquella casa, en aquel rincón donde conversaba extendiendo sus hermosas metáforas.