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Cristina Casabón: Madrid hasta la bandera

Cualquiera podía pensar que en Madrid no hay músculo social, pero hoy está lleno hasta la bandera

En Madrid hoy la gente se despereza y va a la plaza de Felipe II, «el Prudente», a quejarse de la farsa sanchista mientras la derechona reparte bicarbonato para la resaca, que se cura mejor incitando a la rebelión (contra el abucheado-ausente). Van cambiando de bois, y ha salido desde Ayuso, que se ha dado un baño de masas, vítores y cánticos, hasta Feijóo, que ha hablado con una voz grave y medio ronca, pero firme: «Ni son progresistas ni son mayoría». Ya estamos todos. La semana empieza en domingo y vamos hacia la investidura y la ocasión perdida. Pobre España, arriba España. Feijóo sigue sacando músculo pero hay quien le mira con cara de pésame, porque Madrid es una señora muy sentida. En toda crisis política, como la presente, arrecia la gracia de una bandera española. Hoy Madrid ha batido el récord.

Cualquiera podía pensar que en Madrid no hay músculo social, pero hoy está lleno hasta la bandera. Aquí en Madrid, queremos políticos prácticos y que sepa gestionar, aflojar el nudo de losimpuestos, dejarnos vivir. Si nos anuncian un mitin de Cuca Gamarra decimos que nos disculpen, pero tenemos mucha prisa. Madrid es el centro neurálgico del poder, es la ciudad donde sobran conspiraciones permanentes, donde se marca la opinión y el tono individualista. Solo cuando entramos en grandes crisis el abuelo saca hasta los banderines y exhibimos ese patriotismo suave y moderado, cívico, que alude tanto a la brevedad de nuestro amor como a la peligrosidad de la infamia que se avecina. Y no sabría una decir si este exceso de banderas va a favor o en contrade la derecha, pero la gente ha sacado hasta el paraguas/bandera, que es ya una frivolidad.

A pesar de estos momentos doloridos y soñadores, la bandera española ha sido siempre un instrumento de la derecha para reunir votantes y oradores en un acto pasivo/masivo. Ese es elcolor del baño constitucionalista, el reclamo de la igualdad que la izquierda ya no representa. Después de esta legislatura sanchista España ya será otra cosa. Bailemos el último baile de masas, antes de la derrota y entre aplausos, tristeza y una música noventera. Bailemos por aquello que fuimos, saquemos la vajilla de plata y el mejor vestido de domingo. La derecha no es esencialmente doctrinaria, así que aquí hemos visto bailar a moderados, liberales y europeístas, nacionalistas light y algún voxero. Toda esta verbena matinal presenta signos de nostalgia subversiva, de revolución hacia atrás, recuerdos de la Transición. Y al terminar, un vermú nostálgico, alguna lágrima escondida tras las gafas de sol.

 

Cristina Casabón

 

 

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