Cristina Casabón: Traición diferida
«La táctica de lograr la soberanía a base de ir desarmando la estructura del Estado no es más que una traición a los españoles en diferido»
Pedro Sánchez y Carles Puigdemont. | Ilustración: Alejandra Svriz
De modo que cada semana se va a ir cediendo una nueva competencia a Cataluña y ya viene la cesión de competencias en materia de inmigración. No pocas voces tachan de reaccionaria la medida. El presidente del Gobierno ya ampara y fomenta leyes represivas, antidemocráticas y cachondas de la ultraderecha nacionalista/romántica. Los nacionalismos románticos son hoy más románticos que nunca, ya que viajan en contra del futuro y apelan a valores del pasado que, en cuanto se repasa el siglo XX despacio, resultan racistas en el mejor de los casos. Esto es como cuando decían, en los sesenta, que Fraga estaba comiéndole el coco a Franco para hacer aperturismo solo que a la inversa: ahora Puigdemont le come el coco a Pedro Sánchez (PS) para hacer su gestión inteligente, que es como llaman a sus políticas represivas y discriminatorias.
En una situación como ésta, en que Cataluña asume cada vez más piezas de su «soberanía» (una manera cursiva y elegante de llamar al nacionalismo), no cabe ya pensar que habrá referéndum ni nada que suponga una ruptura con la Constitución sino que se va trampeando, se van cediendo competencias hasta que, dentro del mismísimo encaje constitucional, Cataluña sea un país, de facto. El puñal del traidor ha cortado muchos nudos gordianos y pronto solo quedarán por ceder las competencias de Defensa y Fuerzas Armadas. Quien lleva aquí la ‘T’ de traición en la frente es PS, mientras los otros socialistas le pasan el polvo a la ideología de Pujol y siguen repitiendo el argumentario. Una frase que se ha sacado PS, tan ingeniosa que debieran hacerle académico de X es la de «gestión inteligente y empática de la pluralidad política y la diversidad territorial». Lo dice todo y no dice nada. «Gestión inteligente» es el eufemismo de «soberanía». Después si uno quiere conocer detalles de la cosa, debe esperar. «No hay nada pactado sobre qué delegaciones deben hacerse», dicen en el Govern.
«No cabe ya pensar que habrá referéndum ni nada que suponga una ruptura con la Constitución sino que se va trampeando, se van cediendo competencias hasta que, dentro del mismísimo encaje constitucional, Cataluña sea un país, de facto»
La táctica de lograr la soberanía a base de ir desarmando la estructura del Estado no es más que una traición a los españoles en diferido. La traición es una jugada que está en el ajedrez político, y a veces hay que hacer esa jugada, no les quepa duda. Aquellos gloriosos traidores de la Santa Transición hicieron posible nuestra democracia porque faltaron a su palabra. Del franquismo solo se podía salir traicionando a Franco, y ya que nadie pudo traicionarle en vida al menos se le dio la estacada después y por ello hay que hacer un elogio de la traición bien justificada. Claro que aquí no acaba la lista de traiciones en nuestra democracia. Insisto en el carácter de la traición política, en ocasiones positiva, como salto hacia el nuevo porvenir, pero la traición de PS, como se ha repetido hasta la saciedad, es la traición a los españoles. Lo que estamos viendo en directo es traición a la inversa, o sea la traición reaccionaria que ha ido incubando el nacionalismo. La traición solo se apuesta como justificación por el porvenir, pero este horizonte político solo conduce a la soberanía de facto del país catalán. Sin tanques ni grandes declaraciones que suelen quedarse en una farsa y un fracaso. Gestión inteligente y empática es una forma original de llamar al proceso independentista que, efectivamente, vivimos.