Cristina Casabón: Un rugido contra Sánchez
Hay una sociedad civil realista que quizás pueda poner orden y arreglo a lo que está pasando
La explicación de esta gran concurrencia es que estamos como Dante, con la mierda hasta el cuello. Está Cibeles robusta y fuerte, inmensa; y aquí hay gente de derechas, de izquierdas y de centro. Solo hacía falta un revulsivo poderoso para unirlos: echar a Pedro Sánchez del Gobierno. El rugido ya es transversal. Los rebeldes hemos llegado hasta Colón y Neptuno porque no cabíamos en Cibeles. Nadie lo dice, ni siquiera en los editoriales más atrevidos, pero Sánchez no va a ganar las elecciones. Yo venía para escribir la crónica revuelta a media tarde y veo que hay una sociedad civil realista que quizás pueda poner orden y arreglo a lo que está pasando. Esto es lo que se percibe en la plaza de Cibeles, implacable y serena. Arden en la tenue luz solar las banderas agotadas y agostadas de España, vienen de todas las direcciones. Se diría que estamos abocados a una guerra civil, pero hay otros poderes que la hacen imposible; la gente civilizada aquí reunida.
Caminan sutiles los leones de la Cibeles atronando con sus rugidos el desastre de España. ¿Qué opinan Hipómenes y Atalanta de la comparación que ha hecho el presidente con la manifestación independentista? Uno dice que es como comparar churras con merinas y éstos han visto muchas. El balance es negativo de todas todas; mal karma político genera quien quiere acabar con la democracia. Habíamos desarmado el juguete del separatismo y ahora quieren armarlo de nuevo y desarticular el Régimen del 78. El balance: todos quieren salir en la foto de Cibeles, agitar la bandera e inaugurar el modelito de invierno, que no es adecuado para la ocasión pero hace visible la elegancia de Madrid. Como la derecha es muy civilizada y no le gusta salir a vocear con pancartas y pitos, los vecinos enrojecen al encontrarse en la plaza.
—¿Pero usted manifestándose y con la pancarta, Antonio…?
—Hombre, Luis. Yo he venido para ver si me curo el catarro con el calorcillo del tumulto.
Madrid se echa de nuevo a la calle. Los ventureros cimientos de una causa común pueden salvar la democracia lo mismo que curarnos un catarro, que la calefacción está muy cara y este tibio sol no calienta. Los madrileños van de manifestantes por la calle y sale una asociación cada dos minutos a desfilar, con lo que parece que todos los madrileños practicamos el minifundismo asociativo. Nosotros heredamos, es verdad, una nación corrompida, y de los antepasados, algo de valor. Tenemos aún la fuerza de los cánticos. En casi todos los periódicos nos ponen un diez, que ya somos los más demócratas, los más patriotas y los más guapos. Hemos tenido hasta verbena y foto de Cibeles. Es sintomático que la izquierda tenga tanto miedo a una foto. Aquí hay mucho representante político, aunque en realidad no son tantos. Son siempre los mismos haciendo diferentes papeles y cambiándose de partido o de asociación. Con estos cuatro se puede contar. Y contra el mito de que solo la izquierda se reúne, vemos que Madrid está deseando participar en la Historia.