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Cristina Kirchner, condenada con causa

Con esta sentencia, el Tribunal Federal 2 de Buenos Aires ha comenzado a escribir el 'Nunca Más' de la justicia en una Argentina que siempre tuvo todo para ser feliz, pero sus gobernantes se empeñaron, e insisten con éxito, en convertirla en una miserable arruinada

Cristina Fernández de Kirchner, peronista, expresidenta de Argentina entre 2007 y 2015, y actual vicepresidenta ha sido condenada a seis años de cárcel e inhabilitación perpetua para ejercer cargos públicos, por malversación de fondos durante su etapa como Jefa del Estado. La viuda de Néstor Kirchner no cumplirá la sentencia hasta que ésta sea firme, algo que tardará, previsiblemente, años en ser realidad. Eso significa que, aunque lo niegue tras conocer el fallo, podrá presentarse a las elecciones el año próximo.
CFK, siglas por las que se conoce a la condenada, en ningún caso irá a la cárcel. No sólo porque está blindada por sus fueros, sino porque cumplirá en breve 70 años y la legislación argentina la exime del cumplimiento de privación de libertad a partir, exactamente, de esa edad.
La sentencia contra «Cristina», como se refieren a ella sus seguidores, no tiene precedente en la historia de la democracia de Argentina. Ningún otro presidente ha sido condenado con anterioridad por los delitos que le imputan. Hablando en plata, a la viuda de Néstor Kirchner la han condenado por ladrona, por robar cientos de millones de dólares del erario público. Lo hizo mediante adjudicaciones de obras públicas que no se ejecutaron, se hacían a medias o estaban sobrevaluadas. El beneficiario era Lázaro Báez, presunto testaferro de su marido, condenado en otras causas y socio de los negocios fraudulentos que tanto ella como Néstor Kirchner organizaron desde el poder de la Casa Rosada.
La Fiscalía anunció que apelará el fallo (los fundamentos se conocerán en el mes de marzo) e insistirá en exigir una condena por ser la jefa de una organización ilícita y 12 años de prisión. A estas alturas y a sabiendas de que no cumplirá la actual, ni cualquier otra que le cayera, la importancia de la decisión resulta simbólica. Pero su efecto en el fuero interno de la mujer más poderosa, antes y después de Eva Perón, resulta demoledor.
Los intentos por ser sobreseída de la madre del diputado Máximo y de la desdichada Florencia Kirchner, hijos a los que involucró en sus sociedades corruptas, han sido infructuosos. Su obsesión por pasar a la historia como una lideresa convertida en mito inmaculado ha fracasado. Todos los intentos, chantajes, coacciones y quién sabe si otro tipo de presiones, para ser absuelta, han naufragado pese a la vulnerabilidad de buena parte de los jueces argentinos.
«Cristina» pasará a la historia por haber sido capaz de desatar pasiones (a favor y en contra), por movilizar y entusiasmar a las masas, por reescribir la historia con los renglones falsos y torcidos del rencor social injustificado que la acompaña, pero también, que es lo que más le duele, por ser una corrupta (multimillonaria) y ladrona condenada.
Con esta sentencia, el Tribunal Federal 2 de Buenos Aires ha comenzado a escribir el Nunca Más de la justicia en una Argentina que siempre tuvo todo para ser feliz, pero sus gobernantes se empeñaron, e insisten con éxito, en convertirla en una miserable arruinada. El exponente máximo de esa ambición insaciable y nulo sentido del bien común, tiene nombre de mujer: Cristina Elisabet Fernández de Kirchner. El del hombre que la acompañó, como si fueran Isabel y Fernando, ya no existe.
Todo en esta «abogada exitosa», como se definía para tratar de justificar su injustificable patrimonio, es mentira. Guionista y cómplice del saqueo de un país, se lava las manos y es capaz de señalar al muerto y a sus amigos que la acompañaron más de media de vida para tratar de «zafar» de sus delitos. El dinero mal habido, y sus escondites en cámaras blindadas o barriles precintados en coordenadas perdidas de la Patagonia profunda, es sólo una anécdota del relato que no menciona. Pero la batalla perdida que más le irrita es la de su «prontuario», los antecedentes penales que no ha podido evitar y que la acompañen hasta el final de sus días.
La defensa de la vicepresidenta, a los minutos de conocer el fallo, fue, como hizo durante el proceso judicial, un ataque furibundo a los magistrados, al Poder Judicial, a la oposición y a la prensa crítica. En vísperas de anunciarse un veredicto inevitable por el cúmulo de pruebas, «Cristina, santa Cristina», concedió una entrevista al diario brasileño Folha de São Paulo. La elección del medio no fue casual. Su objetivo, ahora, es intentar, como Lula da Silva, presentarse como una víctima, y si el destino y los argentinos se lo permiten, emular la hazaña del brasileño en las urnas y volver a ocupar el sillón de Rivadavia en la Casa Rosada, de donde, en verdad, nunca quiso ni quiere salir.
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