Cristina Kirchner le torció el brazo a Alberto Fernández (pero ninguno será candidato)
Cristina Fernández de Kirchner logró quebrarle el brazo a Alberto Fernández: el Presidente argentino no pudo escapar más al pedido de su vicepresidenta y formalizó la «mesa política» que ella quería para conducir el proceso electoral del frente oficialista y designar la fórmula presidencial a las elecciones que se realizarán en octubre de 2023.
Cristina lo venía reclamando hace meses y Fernández hacía como que no la escuchaba. Furiosa, hasta le pidió al ministro del Interior del gobierno del Frente de Todos, Eduardo De Pedro, que salga a la opinión pública con fortísimas críticas que realizó off the récord.
Como otras veces, los pocos leales que le quedan a Alberto le aconsejaron aprovechar el destrato de su propio funcionario para echarlo del Gobierno. Después de todo hacía seis meses que no compartían agendas.
Como siempre, Fernández tiró la toalla e invitó a De Pedro a desayunar a la quinta presidencial, la Residencia de Olivos.
Siguiendo el teorema marxista que postula que «estas son mis ideas. Y si no les gustan, tengo otras», el Presidente argentino se repite a sí mismo. Apunta para un lado, pero intempestivamente se dirige al otro, dejando mal parado a todos, incluso a Cristina, su mentora.
En mi libro de reciente publicación, El Presidente que no se animó a ser, cuento que «Alberto Fernández no es un líder carismático, ni un pensador. No es reconocido por haber dado batallas ideológicas, ni de ningún tipo.
Escribió algunos libros, pero nadie se acuerda muy bien de qué se tratan… No es un hombre de pensamiento, y se comprobó que tampoco de palabra. Desde que arrancó en el Partido Nacionalista Constitucionalista, eso sí, tuvo la habilidad de acomodarse cerca del peronismo dominante en cada etapa. Su talento siempre estuvo en esa capacidad de acomodarse».
Así fue cómo llegó a la Presidencia por la decisión de una sola persona: Cristina Fernández de Kirchner. Tres años después es tan grande la frustración que la gestión provoca entre los propios peronistas, que la vicepresidenta no quiere cargar –otra vez– con el peso de designar una fórmula que pierda las próximas elecciones ante la oposición, que es lo que anticipan las encuestas.
Por eso presionó para que se realice esta mesa que sesionó el jueves en la sede nacional del Partido Justicialista, donde la mayoría de los presentes esperaban que Alberto Fernández comunicara que no competirá por la reelección y que, en cambio, tiene que ser Cristina de Kirchner, quien ya dijo que no lo será bajo una curiosa excusa: que está proscrita por la justicia.
El dato es falso, porque si bien es verdad que fue condenada por corrupción en una de las causas que tiene en la justicia, con inhabilitación para ejercer cargos públicos, la sentencia solo estará firme cuando se pronuncie la Corte Suprema de la Nación. Cristina puede presentarse, ser elegida y también asumir el cargo.
Lo concreto es que Alberto ve que el poder de la vicepresidenta se va diluyendo ante la dura realidad económica, de la que es tan responsable como Cristina. Mientras olfatea cómo será el futuro del peronismo para acomodarse en lo que viene, se resiste a mostrarse domesticado por ella. Es el epítome del traidor permanente.
No es que Cristina desconociera la personalidad de Fernández. De hecho, el actual Presidente fue sin dudarlo el mayor crítico de Fernández de Kirchner cuando ella era presidenta, más que cualquier opositor político.
Pero esperaba que él le facilite sus contactos con el Poder Judicial y con los medios de comunicación para evitar las condenas por corrupción en los procesos jurídicos pendientes. Como se sabe, él no lo logró. Cristina fue condenada en la llamada «causa Vialidad». Y ella se siente traicionada.
En un partido que homenajea desde tiempos de Juan Domingo Perón el Día de la Lealtad, fecha en la que el fundador del movimiento entregaba medallitas para destacar –más que nada– a los que no la recibían, la traición es el peor de los pecados.
Por cierto, si Cristina entregara medallitas de la lealtad, no se la daría a Alberto. Pero todavía no decidió si corresponde exiliarlo anticipadamente del poder, como hacía Perón.
Ganas no le faltan, pero sería como aceptar públicamente cuánto se equivocó al designar a quien no la traicionó del todo, pero tampoco tuvo la valentía de liberarse de su yugo.
¿Quién será el candidato del Frente de Todos? Solo se puede pronosticar que ni Alberto ni Cristina, aunque ambos sigan haciendo campaña a su modo, tratando de echarle la culpa a Macri de sus propias incapacidades.
Silvia Mercado es autora del libro Alberto Fernández, el presidente que no quiso ser
Artículo publicado en el diario El Debate de España