¿Cristina Kirchner «leona herbívora» podría ganar? Tarde piaste…
La expresidenta se equivoca con su estrategia de mostrarse conciliadora, cuando se caracterizó por alimentar la polarización y abusar del poder.
TN) Igual que le sucedió a Juan Domingo Perón al final de su largo exilio, con quien Cristina Kirchner se compara ahora cada vez más seguido («somos los dos grandes perseguidos de la historia«) en otro giro que también llega algo tarde, su pretensión de ser vista como una figura pacífica y conciliadora en el mejor de los casos quedará flotando como un postrero gesto bonachón, sin mayores efectos prácticos. Y en el peor de los casos será considerado un mal chiste. Porque los procesos que ella hasta aquí impulsó, no solo antes en el gobierno sino hasta hoy mismo en la oposición, alimentando en serio la polarización (no como eso que dice Sergio Massa que hace Mauricio Macri, pero que no tiene mucho que ver) y abusando del poder en sus manos por todos los medios imaginables, para acumular beneficios y perjudicar a sus enemigos, la desmienten.
Corolario: difícilmente alcancen las sonrisas de comprensión con que recibió las preguntas más duras de Luis Novaresio para liberarla del brete en que ella misma se metió en esta, la que será probablemente su última batalla electoral. Ni mucho menos la liberarán de sus responsabilidades tanto en la gestión de gobierno como en el liderazgo opositor. Ambos roles asumidos sin ninguna moderación ni respeto a la verdad. Cosa de la que no se arrepiente en lo más mínimo, como quedó a la vista con las esquivas respuestas que ofreció.
Es cierto que el kirchnerismo siempre hizo campañas «hacia el centro», con mucha buena onda y ni sombra de Hebe de Bonafini o de Guillermo Moreno, tal como hace ahora Cristina. En eso no hay mayor novedad. Aunque luego gobernaba precisamente de la mano de ellos. La gran diferencia es que el centro político está ahora totalmente ocupado.
Lo hegemoniza el Gobierno, con una política que de la mañana a la noche se dedica obsesivamente a desmentir que él sea «la derecha insensible», «el ajuste salvaje» y el odiado neoliberalismo. Y también lo habitan Sergio Massa y Florencio Randazzo. Frente a quienes Cristina es comprensible que tenga difícil seducir a los votantes moderados, que son amplia mayoría y se alejaron del kirchnerismo ya hace varios años, hartos del ‘Vamos por todo’. Y ahora también están alejados de creer que exista un peligro terrible en puerta, el cuco del capitalismo salvaje, y que para pararlo haga falta olvidar todas las macanas que ella cometió y sigue defendiendo.
El giro «ciudadano» emprendido hace un par de meses necesitaba completarse con una nueva estrategia de comunicación. Para las PASO Cristina se abstuvo de encararla, pensando tal vez que con el impulso inicial y los flojitos candidatos que le había puesto enfrente el oficialismo alcanzaba, así que casi no hizo campaña. Pero se equivocó. Ahora la veremos hablando y explicando más amablemente que nunca, como una ciudadana más, lo que hizo y lo que pretende hacer. Pero el resultado más probable es uno que difícilmente la favorezca: una buena actriz con un guión ya muy gastado.
En el fondo lo que Cristina debería hacer es reconocer que su apuesta a la resistencia, a una oposición salvaje dirigida a bloquear toda iniciativa gubernamental ya ha fracasado. E intentar en serio otra cosa: acompañar sus sonrisas amables con alguna palabra del estilo «vamos a ver cómo convivimos con esta gente que nos ganó las elecciones y gobierna legítimamente». Pero eso es pedirle peras al olmo, es suponer que el león es herbívoro de verdad y no un psicópata simulador.
Cuando Perón inventó esa fórmula el país necesitaba con desesperación que fuera cierta. Así que creyó en ella, no se la tomó en solfa. Tan es así que millones de personas votaron por ella en 1973, obnubilados detrás de la idea de una «revolución en paz», que nadie sabía bien en qué consistía pero todos quisieron imaginar afín con su versión de salida deseable de un caos cada vez más violento e insoportable.
Pero, como sabemos, Perón los defraudó: no ofreció nada parecido a una salida viable y dejó el país en manos de Isabel y José López Rega. Ahora por suerte no hay clima de angustia alguno que justifique votar a ciegas. Hay sí bastante nostalgia de aquellos buenos años que muchos pensaron iban a durar por siempre y alcanzar para resolver nuestros problemas. Por qué eso no resultó y todo terminó mal sigue siendo la gran pregunta que hay que hacerle a Cristina y al kirchnerismo. Aunque sepamos que como respuesta no vamos a recibir de ellos más que una sonrisa esquiva y alguna zoncera exculpatoria.