Cristina Kirchner vuelve al ruedo político y divide al peronismo
Carteles con el lema ‘Para nosotros es ella’, en referencia a Cristina Kirchner, en Buenos Aires. AFP
Cristina Fernández de Kirchner está de vuelta en la arena política. Y como no podía ser menos, su regreso, oficializado este miércoles con la creación de un nuevo movimiento electoral, ha generado la enésima tormenta política en Argentina. Unidad Ciudadana, el frente impulsado por la ex mandataria, participará en los próximos comicios legislativos (cuyo primer ‘round’ serán las primarias abiertas y obligatorias en agosto) pero de momento lo hará fuera del marco legal del Partido Justicialista (PJ), una fórmula que si se concreta supondrá una nueva escisión en el peronismo para regocijo del presidente conservador Mauricio Macri.
Desde hace unas semanas en los mentideros políticos de Buenos Aires sólo se habla del regreso de Cristina Kirchner al primer plano de la política. La ex mandataria (2007-2015) ha mantenido el suspense sobre su vuelta a tal punto que sólo su círculo más íntimo sabía a ciencia cierta cuáles eran sus planes. A pocas horas de que venza el plazo para la inscripción de las alianzas electorales para los comicios legislativos del 22 de octubre, Kirchner ha dado hoy una primera pista con el anuncio de la inscripción electoral de Unidad Ciudadana, un movimiento que aúna al Frente para la Victoria (FPV), el partido que gobernó Argentina durante 12 años, y a un grupo de partidos minoritarios.
De momento, ese frente (compuesto por alcaldes y dirigentes peronistas de la populosa provincia de Buenos Aires) estará al margen del PJ, paraguas de todo movimiento peronista. Un galimatías que sólo el peronismo (indefinible ideológicamente) es capaz de generar. El meollo de la cuestión estriba en el rechazo de Kirchner a competir con un dirigente salido de su propio riñón político: Florencio Randazzo, el ex ministro del Interior y Transporte kirchnerista que ahora mira a su ex jefa de tú a tú con su propio frente (Cumplir), también peronista, como no podía ser menos. Pero Kirchner ya dejó claro en una reciente entrevista televisiva que no iba a competir con un ex ministro suyo (pese a que las encuestas la sitúan con un apoyo aproximado del 30% frente al 6% de Randazzo). Si ambos se inscribieran en el PJ, deberían disputarse el liderazgo del movimiento en esas primarias abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO), un curioso artefacto político creado en 2009 por Kirchner (y Randazzo como ministro del Interior), que en la práctica funciona como un primer gran test electoral al ser el voto obligatorio y abierto. Las alianzas electorales pueden presentar uno o varios candidatos a esas primarias.
Kirchner presentó en su día las PASO como un factor de democratización de la vida interna de los partidos políticos. Pero a las primeras de cambio, la ex mandataria ha preferido eludirlas. Randazzo, que ya le dio calabazas a Kirchner en 2015, cuando se le propuso ir como candidato a gobernador de Buenos Aires, se fue del Gobierno con la amargura de no haber podido aspirar a la presidencia del país, tal y como era su deseo, en competencia con Daniel Scioli, a la postre caballo perdedor del kirchnerismo frente a Macri.
Si el núcleo duro del kirchnerismo y los incondicionales de Randazzo no llegan a un acuerdo de última hora (el plazo para la presentación de las listas de candidatos vence el próximo día 24), el peronismo quedará aún más atomizado. Ya sufrió un primer corte en 2013, cuando otro ex ministro de Kirchner, Sergio Massa, fundó el Frente Renovador e infligió una derrota al Frente para la Victoria en la provincia de Buenos Aires. Es en ese territorio, que cuenta con cerca del 40% del padrón electoral nacional, donde Cristina Kirchner se jugaría todo su futuro político. Si finalmente se presenta como candidata a senadora (en los comicios de medio término se renuevan escaños en el Congreso y el Senado) por Unidad Ciudadana, deberá batir al oficialismo, que ya derrotó al peronismo allí en 2015. Si pierde, será un «cadáver» político.
Con Kirchner, Randazzo y en parte Massa disputándose buena parte de la clientela peronista, Macri habría visto cumplirse el mejor de sus sueños: una división opositora que beneficiaría electoralmente a sus candidatos y le permitiría seguir gobernando con más respaldo legislativo. Pero antes de cantar victoria, deberá esperar al día 24, cuando se cierren las listas. No se descarta que, ante la falta de unidad, Kirchner dé un paso atrás y sitúe a otros dirigentes afines en las listas de Unidad Ciudadana. Tampoco sería extraño, aunque a estas alturas parece improbable, un acuerdo de última hora (y bajo alguna argucia legal) entre la ex mandataria y su ex ministro. En la política argentina todo puede suceder.