Crónica de una presidencia anunciada
…las personas que alcen su voz en protesta y sean percibidas por Murillo como amenaza, también serán encarceladas y, en el improbable caso de que hubiera “elecciones” serán sólo un parapeto para que Ortega y Murillo puedan legitimarse en el poder y, después, aunque parezca absurdo, es posible que entonces Ortega diga que por razones de salud o por lo que sea, delega la presidencia en su consorte Murillo.
No sé ya cómo explicar lo que he dicho tantas veces y que el sacerdote y poeta Ernesto Cardenal dejó claro en su último poema, publicado póstumamente: el país en manos de una loca. Porque el delirio por el poder, la megalomanía y otros problemas mentales y emocionales graves, sólo pueden medirse por sus manifestaciones externas, pero en sí mismos son intangibles.
En los años ochenta la megalomanía de Rosario Murillo se expresó en su obsesión por controlar el ámbito cultural del país y en su fijación contra Ernesto Cardenal y contra el Ministerio de Cultura que él presidía. La vivimos y padecimos desde el primer momento; al inicio solapada y matrera, pero, en cuanto ella se posicionó como secretaria general de la Asociación Sandinista de Trabajadores de la Cultura (ASTC), desplegó su ofensiva e intensificó al máximo sus ataques contra la institución cultural.
No obstante, en ese entonces no solamente no hubo apoyo decidido de la dirigencia para el Ministerio de Cultura del Estado, sino que hubo bastante apoyo para la maraña de patrañas inventadas por Rosario Murillo en contra de la institución. Uno de los ataques más virulentos fue dirigido a los talleres de poesía, secundado por miembros destacados de la ASTC. Al mismo tiempo, subrepticiamente, el comité de dirección partidaria del FSLN en el Ministerio de Cultura y ciertos miembros del partido, desde dentro también hacían labor de zapa, minando los programas de la institución y favoreciendo los intereses de Murillo en la ASTC.
La prolongada campaña de Murillo contra el Ministerio de Cultura involucró maniobras de cooptación de miembros de la ASTC por medio de prebendas, favoritismos, viajes y proyección de sus obras con tal de que se plegaran a sus métodos, y hubo quienes durante años, aprovecharon al máximo esas “oportunidades” como plataforma para destacarse, a pesar de que sabían que la ASTC en manos de Murillo no funcionaba como una asociación gremial de artistas y escritores, sino como un instrumento de poder paralelo al Ministerio de Cultura, al cual adversaba y menoscababa en su labor cultural. En el libro Entre la poesía y la pared, Política Cultural Sandinista, 1979-1990, publicado por FLACSO Costa Rica y la Universidad de Utrecht, Ámsterdam (1994), el autor Klaas S. Wellinga escribe:
En el congreso del 2 y 3 de febrero de 1982, Rosario Murillo, la mujer del comandante Daniel Ortega […] es elegida secretaria general de la ASTC. Fue la única candidata propuesta ‒o impuesta, según algunos‒ por el FSLN y desempeñó esa función hasta la disolución de la ASTC en febrero de 1989. Bajo su dinámica dirección, la ASTC fue perdiendo cada vez más su carácter gremial, convirtiéndose de hecho en un segundo ministerio de cultura, como ya queda demostrado por el hecho de que fue subvencionada en un 90% por el estado.
Además de que el “método” de elección de Rosario Murillo suena muy familiar y actual, su “estilo” de conducción no ha cambiado. Wellinga cita a Ernesto Cardenal, de una entrevista dada a El Semanario:
…lo dice muy claramente Ernesto Cardenal: “Hubo un ataque sistemático de la ASTC y celos contra el Ministerio de Cultura, tratando de anular todo lo que el Ministerio de Cultura intentaba hacer, criticando desde la revista Ventana todo lo que hacía el Ministerio de Cultura, fuera el Festival Internacional de la Canción Política, fuera la película Alsino y el cóndor, fuera el Festival de la Canción Romántica, fuera lo que fuera. Fuimos víctimas de la Rosario Murillo, hasta que el Ministerio fue clausurado y se convirtió en el Instituto de Cultura de la Rosario Murillo…”
Es importante esclarecer estas complejidades y anotar los tiempos, porque se ha establecido una narrativa plana y superficial sobre la carta-pronunciamiento firmada por artistas y escritores contra Rosario Murillo, la cual fue acallada apelando a la disciplina de miembros de la ASTC que también eran militantes del FSLN. Es cierto que hubo tal protesta, pero, también, es cierto que se hizo muy tardíamente, hasta cuando Murillo descaradamente desmanteló el Ministerio de Cultura, defenestró al ministro Ernesto Cardenal (de viaje oficial en el Japón, adonde lo llamaron para comunicarle que ya no era ministro) y se autonombró directora general de un Instituto de Cultura recién creado por ella (y que aún funciona), a la vez que seguía siendo secretaria general de la ASTC. Ante semejante adefesio jurídico fue que se dio la protesta, pero ésta ocurrió después de años de hostigamientos y ataques permanentes al Ministerio de Cultura, de los cuales artistas y escritores miembros de la ASTC habían estado perfectamente enterados, pero igual habían acuerpado a Murillo en su campaña difamatoria.
Entonces, hay que dejar claramente dicho que personas destacadas de la ASTC que sí acompañaron al principio a Murillo en su campaña contra el Ministerio de Cultura, después se asustaron cuando cayeron en la cuenta de las maniobras y protestaron, pero demasiado tarde. Hasta el día de hoy, hay personas del mundillo literario en Nicaragua (y que entonces apoyaron a Murillo) que opinan que los talleres de poesía —uno de los programas más visionarios de Ernesto Cardenal— fue dañino para la poesía nicaragüense, pues siguen repitiendo la calumnia maquinada contra ese programa, de que sólo se leía poesía exteriorista y que se quería crear “Cardenalitos en serie”, etc. En su momento, algunas de esas personas que todavía reiteran tal falsedad, fueron invitadas a participar como instructores de los talleres para que comprobaran que en ellos se estudiaba poesía de todos los tiempos y estilos, y de todas partes del mundo (basta leer la colección de Poesía Libre, la revista mensual para estudio en los talleres). Pero, aunque jamás visitaron ningún taller, siguen repitiendo la patraña inventada en esa época por Rosario Murillo, que se empeñó en destruir la institución y defenestrar al ministro de cultura Ernesto Cardenal, y lo logró. Sin embargo, no lo hizo sola, tuvo suficientes cómplices para realizar su sueño.
De los antiguos partidarios de Murillo, ahora hay quienes pueden darse el lujo de ser críticos; otros que siguen siendo leales por debajera, pero no necesitan publicarlo porque son independientes; y hay muchos más que, desde entonces hasta ahora, se han visto necesitados de seguir medrando en el Olimpo acuoso del poder de Murillo. Aunque tratan de pasar desapercibidos, a éstos últimos se les demanda, de vez en cuando, hacer pública su lealtad cobrándoles así, favores recibidos (por ejemplo, la oprobiosa “Carta de apoyo a Daniel Ortega y Rosario Murillo” firmada por artistas y escritores en 2018).
Una persona megalómana como Murillo no llega al poder por su propia cuenta, sino porque encuentra quienes la acuerpen en sus desvaríos con tal de sacar provecho propio. Si antes su sueño fue ser la mandamás en la cultura y encontró secuaces que la apoyaran, ahora su sueño es ser presidenta de Nicaragua y, a sangre y fuego va a serlo, pues ahora hay gente, como antes la hubo, que la acuerpan porque están sacando provecho propio.
A Murillo le ha costado mucho ostentar el poder que tiene. Cuando trataba de estabilizar su relación con Ortega, el dirigente más poderoso en la revolución, aguantó desplantes y humillaciones y el abuso sexual de Ortega a Zoilamérica, la hija mayor de ella, hasta que se posicionó como su consorte oficial. Fue entonces que asumió el cargo de secretaria general de la ASTC y editora del suplemento cultural Ventana del diario Barricada, sus trincheras desde las cuales probó su poder, acabando con el Ministerio de Cultura. Para consolidarse como pareja de Ortega, fue la más tradicional de las mujeres, pues le soportó todo lo que en la sociedad heteropatriarcal y atrasada de Nicaragua se les soporta a los hombres y, además, le tuvo muchos hijos y siguió permitiendo que él abusara de su hijastra. Cuando el Frente Sandinista perdió las elecciones, a Murillo le tocó vivir tiempos difíciles, aunque ni Ortega ni ella desistieron en la búsqueda del poder. El pacto con Arnoldo Alemán les facilitó el camino, pero la denuncia pública de Zoilamérica de los abusos sexuales de Ortega fue el punto de inflexión, la llave de la cual se apoderó Murillo, al repudiar a su hija y respaldar incondicionalmente al violador Ortega, para obtener la máxima cuota de poder posible. Ya para las elecciones del 2007 que Ortega ganó, la campaña fue diseñada por ella, que, contrariando a todos los consejeros y asesores del partido, se empeñó en un cambio completo del look del candidato, al cual vistió de blanco como un gurú y rodeó de colorines y mensajes de amor, paz y reconciliación. A ella le debió Ortega su triunfo y, después de dos períodos con dos vicepresidentes, Murillo exigió su turno y fue designada de dedo por Ortega, como su vicepresidenta.
Al fin vicepresidenta, Murillo se vio en el umbral de la presidencia, sueño por el cual ha pagado un altísimo costo, pero que ya lo vislumbraba a su alcance cuando, de pronto, ocurrió la protesta y explosión cívicas de abril del 2018, inconcebibles para Ortega y Murillo, y, además, incomprensible para ella, que, en su megalomanía, no podía ni asimilar ni tolerar esa realidad. De ahí la orden de “vamos con todo”, su declaración de guerra a muerte contra la ciudadanía rebelde de Nicaragua. Entonces, a los inmensos costos que Murillo ha pagado para llegar hasta donde está, se han venido sumando las matanzas, las persecuciones y los encarcelamientos de los cuales es copartícipe, más el exilio masivo de nicaragüenses, provocado por el desgobierno de ella y de su marido. Murillo saca las cuentas de todo lo que le ha costado y lo que le falta por pagar para culminar su sueño de ser la mandamás absoluta de Nicaragua, y está dispuesta a que ningún poder humano ni divino le va a impedir realizar su sueño.
Por consiguiente, no habrá elecciones en el país porque la narrativa es que los Estados Unidos y la Unión Europea y la OEA, y todas las organizaciones internacionales que presionen por elecciones libres y que impongan sanciones, son “enemigos de Nicaragua”. Todos los candidatos a la presidencia que presenten una mínima posibilidad de ganar las elecciones, también son vistos como enemigos mortales, y serán encarcelados e inhibidos a cualquier costo, las personas que alcen su voz en protesta y sean percibidas por Murillo como amenaza, también serán encarceladas y, en el improbable caso de que hubiera “elecciones” serán sólo un parapeto para que Ortega y Murillo puedan legitimarse en el poder y, después, aunque parezca absurdo, es posible que entonces Ortega diga que por razones de salud o por lo que sea, delega la presidencia en su consorte Murillo. Ni la Constitución de Nicaragua ni todas las leyes ni presiones internacionales podrán impedirlo, porque ahora, como antes, en el país hay quienes acuerpan cualquier locura de esta dictadura, con tal de seguir sacando provecho propio. Los Ortega Murillo crearán cualquier adefesio —uno más en la extensa lista— y Murillo será nuestra próxima presidenta. Si no entendemos que estamos en manos de una loca, como nos dejó dicho Ernesto Cardenal, y de que hay suficientes secuaces y serviles que la dejan hacer y deshacer para sacar provecho propio (empezando por su marido Daniel Ortega) aunque acabe con el país, no hemos entendido nada, nunca.
Daisy Zamora
Escritora y poeta, nicaragüense, de las más importantes en nuestra literatura contemporánea. Fue viceministra de Cultura de Nicaragua, autora de siete poemarios en español y cuatro en inglés, en Estados Unidos e Inglaterra. Su libro más reciente es una antología de su obra poética publicado en España, titulado La violenta espuma (Visor, 2017). Es editora de varias antologías, entre ellas, la primera antología de mujeres poetas nicaragüenses publicada en su país y en Latinoamérica, y la primera antología de talleres de poesía en español publicada en los Estados Unidos. Fue combatiente del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) durante la guerra de liberación. Es conocida por su lucha en defensa de los derechos de la mujer.