Crónica de un Venezolano detenido en Panamá. Entrevista de Yoani Sánchez
Hace unos meses Yoani Sanchez me invitó a su programa “La voz de tus derechos” que trasmite la Deutsche Welle y graban en Panamá. La Deutsche Welle me envió el pasaje y reservación del hotel para mi estadía de un par de días en el país. Mi vuelo salía a las 6:00 am de Maiquetía, la entrevista era a las 2:00 pm. Como ustedes saben hay que llegar 4 horas antes de la hora de partida, así que llegue a las 9.00 pm del día anterior y me quede a “dormir” en el aeropuerto. Obviamente si te quedas dormido, te tumban la maleta. Entonces lo mejor que puedes hacer es acomodarte en algún sitio a esperar hasta que puedas entrar al duty free. Mi vuelo salió a la hora indicada y a las 9:00 am ya estaba en Panamá. Tenía suficiente tiempo de llegar al hotel, descansar un poco, almorzar y llegar a la entrevista a las 2.00 pm. Pero todo era demasiado bueno como para ser verdad.
Todo estaba saliendo bien, hasta que llegué a inmigración. Luego de revisar mi pasaporte, la oficial me pidió que le mostrara los 500$ en efectivo, que “todo turista (venezolano) debe poseer para entrar a Panamá”. Por su puesto yo no tenía esa cantidad. Así que me quitaron el pasaporte y me enviaron al cuartico. Yo entré al cuartico pensando que me estaban llevando a hablar con alguien para solucionar el malentendido, pero cuando vi siete personas y dos de ellas esposadas, supe que no era así. Los cinco que no estaban esposados estaban conversando y riendo. Uno de ellos me preguntó que de donde era y cuando le dije que venezolano inmediatamente me preguntó qué cuánto dinero traía. 50$ le contesté sonriendo. “A este sólo le faltan 450”, le comentó a los otros mientras se reía. Yo le pregunté a ellos que porqué estaban allí y los cinco me dijeron que por lo mismo que yo. Uno de ellos tenía 300$, otro 480$ y así. Los dos que estaban esposados nunca hablaron, sólo escuchamos que uno era colombiano y la otra cubana. Le pregunté a una de las muchachas que cuanto tiempo tenía allí y me dijo que dos días. El procedimiento es simple. En el cuartico esperas que te consigan un asiento de un vuelo destino a Caracas de la misma aerolínea en que viniste, así que estarás ahí hasta que eso suceda.
Ya resignado a mi suerte me puse a conversar con mis compañeros de celda. Me inquietaba saber a qué iban a Panamá. La respuesta de todos fue la misma: Ya en Venezuela no se puede vivir, venimos a quedarnos y a hacer lo que salga aquí. Pero ¿Después de esta humillación aún quieren regresar? Les pregunté, “Más humillante es lo que vivimos en Venezuela, así que vamos a trabajar para juntar los 500$ y regresar”. Los cinco eran gente humilde del interior para quienes 500$ y una maleta de ropa en un lugar desconocido era mejor opción que vivir en su país. Así estamos.
En el cuartico por su puesto no hay internet, debes pedir permiso para ir al baño y te escoltan hasta la puerta. Si te da hambre puedes pedirle el favor a un guardia que te compre una de esas hamburguesas de 12$ que venden en el duty free, si le caes bien, te la compra sin costo adicional. Yo le llevaba una torta y café en granos de Franca a Yoanni, pero al mediodía esa torta nos sirvió de almuerzo a un grupo de venezolanos detenidos en el extranjero y de merienda a su carcelero. Mientras comíamos les pregunté que si alguno se había podido comunicar con alguien afuera. Una de ellas me dijo que si iba al final del baño y me paraba encima de la poceta quizás podía agarrar Wi-fi. Bueno, le redacté un correo a la Deutsche Welle explicando mi situación e intenté lo de la poceta, sin éxito por cierto.
A eso de las 2:00 pm de la tarde hice un último intento de conversar con la gente del Aeropuerto. Hablé con mi carcelero, Silvio, un oficial de unos cincuenta años, de lentes y con el típico reloj dorado que les gusta a los panameños. Silvio, hermano, ¿Por qué me tienen aquí?. Yo vine porque ustedes mismos, los Panameños, (en realidad fueron los alemanes) me invitaron a un programa de televisión, así que no entiendo por qué no me dejan pasar ¿Así es como ustedes tratan a sus huéspedes? Le pregunté intentado moverle alguna fibra nacionalista. Silvio me contestó: Hermano ¿Pero qué puedo hacer yo? Mucho Silvio, le dije con cara de satisfacción al ver que lo había conmovido. Habla con tu jefe, coméntale mi caso para que lo reconsidere o que al menos me permita una llamada, le dije esperanzado. Así lo hizo Silvio, pero la respuesta que me mandó el jefe fue: “Usted puede ser el Presidente de la República pero si no tiene los 500$ a Panamá no ingresa”. Hablando de presidentes sería bueno que revisaran bien sus aviones no sea que tengan los dólares, pero también lleven otra cosa. Pero eso es otro tema.
Silvio intentó consolarme diciéndome que en medio de todo me traía una buena noticia, me consiguieron vuelo para las 4:00pm. Lo único que tienes que hacer es traer 500$ la próxima vez que vengas y no vas a tener ningún problema, me comentaba con paciencia. Pasó un rato y me vinieron a buscar. Me levanté, tomé mi maletín, saqué el café en granos y lo coloqué sobre el escritorio de Silvio y le dije: “Silvio, este es el mejor café del mundo, te lo dejo como recuerdo de ese grupo de gente que ves ahí sentada, que a pesar de lo que les están haciendo siguen sonriendo, los venezolanos, la gente más chévere del mundo”. Me miró fijamente y me dijo: “Gracias… y perdona lo malo”.
Me fui con el otro guardia hacia la puerta de embarque y sólo ahí fue que me devolvieron el pasaporte, abordé el avión sin mayor dificultad. Allí estaba, sentado en un vuelo de regreso a Caracas en medio de la mayor arrechera que había pasado en mi vida. Ya cuando casi estaban por cerrar las puertas del avión, dicen mi nombre por los parlantes: “Pasajero Javier Medina por favor acercarse a la puerta del avión con su maleta de mano”. Ahora ¿Cómo me van a joder? Pensé mientras tomaba mi maletín. Pero no, en la puerta del avión estaba Silvio con el café que le regalé en la mano. “Tú me dijiste que este era el mejor café del mundo y ustedes la gente más chévere del mundo, bueno yo soy el mejor guardia de seguridad de aeropuerto del mundo, bienvenido a Panamá”.
Abracé a Silvio y le pregunté que qué había pasado. Me dijo que habían llamado de la cancillería solicitando que me dejaran pasar y que a él le tocó correr antes de que el avión saliera. ¿Recuerdan el correo que redacté? Quedó en la bandeja de salida y se envió mientras pasé por el duty free. Los alemanes se movieron súper rápido y solucionaron el problema con un par de llamadas. A las 5:00 de la tarde ya Yoanni me estaba entrevistando, yo llevaba casi 36 horas sin dormir, no había almorzado y estaba aturdido, pero tenía la frente en alto.
Por cierto, ahí está la entrevista, no fue mi mejor entrevista, pero ustedes comprenderán: