Cuando el cine se climatizó

Que Hollywood debe su éxito tanto a la climatización de los teatros, hace precisamente cien años, como a la popularidad de las comedias de Chaplin y las hazañas de Douglas Fairbanks, es uno de los argumentos provocadores que esgrime el arquitecto suizo Philippe Rahm, académico de la Escuela de Arquitectura de Versalles, en su obra Histoire Naturelle de l´Architecture, para explicar que los edificios y las ciudades son una construcción fisiológica más que social pues nuestra existencia está modelada por el clima, la energía y las epidemias.
Porque la arquitectura ha existido siempre para satisfacer nuestra condición homotérmica y los parques se inventaron por motivos de salubridad, la urbanización de las costas surgió de la lucha contra el raquitismo y el cretinismo, hay causas naturales –físicas, biológicas, climáticas y sanitarias- en su origen y mutaciones y las ciudades no pueden considerarse como fenómenos culturales sino como consecuencia de las necesidades humanas.
Y así desde que el mundo es mundo. Porque los techos de las casas existen para protegerse de la lluvia y el sol y su forma triangular no obedece tanto a criterios estéticos como al material vegetal empleado, que exigía la inclinación necesaria para evacuar el agua e impedir su putrefacción; las catedrales medievales hubiesen sido impensables sin el vigor que humildes leguminosas añadieron a la dieta de campesinos hasta entonces muertos de hambre, permitiéndoles erigir estructuras tan magníficas como colosales, y las capitales europeas se transformaron después de la Segunda Guerra Mundial gracias a tres pilares básicos –sol, espacio y verdor- que evitaron la repetición de epidemias bacterianas que durante el siglo 19 diezmaron a una población en horrendas condiciones de promiscuidad.
Si los templos egipcios servían a la vez de sitio de culto y de silos sería lógico pensar que los estrechos vínculos entre alimentación, clima, energía y desarrollo urbano impulsaron el surgimiento de las ciudades como un granero fortificado gracias a la sedentarización que, a su vez, fue permitida por el calentamiento global después de un milenio de temperaturas glaciales, por el soplo húmedo del Atlántico y el Mediterráneo que disparó la fertilidad en el área que va desde Egipto hasta la antigua Babilonia.
El dominio sobre los granos explica los primeros asentamientos humanos mientras la desaparición de las bestias prehistóricas dio paso a especies dóciles y de menor tamaño y la población conoció un boom sensacional durante el neolítico, pasando de 5 millones de habitantes a 90 millones, alojados en las primeras casas permanentes, sucesoras de las chozas de los cazadores-recolectores.
Y en el caso del cine, el primer equipo de aire acondicionado se instaló en el Rivoli Theatre de Manhattan, en julio de 1925.
En 1902, el ingeniero Willis Carrier había imaginado el sistema para solucionar las variaciones de humedad que afectaban la calidad del papel en una imprenta de Brooklyn y, al descubrir el efecto colateral beneficioso que el frescor generaba en el ánimo de los obreros, decidió extenderlo a locales comerciales de gran afluencia, y luego a las salas de la productora Paramount, cuando su presidente Adolph Zukor advirtió el incremento de espectadores que buscaban refugio durante los tórridos veranos del hemisferio norte.
Y no fue la única consecuencia de aquella refrescante invención porque, a medida que el aparato reducía dimensiones y costo, transformó el perfil de la nación estadounidense, permitiendo una vida normal al sur del paralelo 36, las viviendas individuales brotaron como hongos en Texas, Arizona, New Mexico y Nevada y ciudades como Phoenix, Atlanta, Dallas y Houston experimentaron un boom económico inaudito mientras los hospitales registraban una sensible caída en la tasa de mortalidad entre pacientes afectados de problemas respiratorios.
En resumen, según el profesor Rahm, es un camino largo el recorrido por la arquitectura, vinculada al mito del paraíso perdido que obligó al hombre en desgracia expulsado del Edén a recrear de manera artificial una eterna primavera.
Varsovia, julio de 2025.