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«Cuando los rusos vean los Leopard, entrarán en pánico»

Las primeras unidades de los ansiados tanques acaban de llegar a Ucrania y en el Dombass, los ucranianos los esperan con ganas para retirar parte de su obsoleta flota

Al menos un tercio del territorio ucraniano está salpicado de chatarra. Son los esqueletos oxidados y ennegrecidos por el fuego de los tanques soviéticos con los que luchan militares rusos y ucranianos, muchos de los cuales perecen dentro de estos gigantes de hierro que parecen más imponentes de lo que realmente son.

En el año que dura ya el conflicto, Kiev afirma que ha destruido 3.350 tanques enemigos. 16 solo ayer. Estados Unidos estima que Vladímir Putin ha perdido la mitad de su flota, y, aunque el Gobierno de Volodímir Zelenski no ofrece datos sobre sus bajas, los soldados ucranianos reconocen que ellos tienen problemas similares. El Instituto Internacional para Estudios Estratégicos (IISS, por sus siglas en inglés) cifra en un máximo de 700 los tanques que ha perdido Ucrania.

Algunos no están destrozados. Han cambiado de bando. Yevgeniy Panchenko, comandante de una compañía de tanques ucraniana, muestra dos de ellos. Antes estaban decorados con la Z que simboliza la invasión rusa, y ahora ondean la enseña azul y amarilla. Se trata de un T-80 fabricado en 2021 y de un T-72 de la era soviética.

Ambos se encuentran agazapados bajo el refugio que ofrecen los árboles de un bosque cercano a la capital de Donetsk, ocupada por las tropas rusas y blanco de frecuentes ataques. «El pasado mes de agosto, durante un combate en Jersón, rodeamos el T-80 y le disparamos por la retaguardia. Quedó inutilizado y no lo pudimos capturar porque nos comenzaron a atacar con artillería, pero lo escondimos. En noviembre, cuando la ciudad fue liberada, lo recuperamos, reparamos, y comenzamos a utilizarlo», relata Panchenko orgulloso. «La primera vez que luchamos con él, los rusos lo vieron llegar y pensaron que era de los suyos, así que no atacaron y los pillamos por sorpresa», añade. Solo su unidad ha logrado capturar cinco tanques desde que inició la invasión.

Pero en su mayoría son T-72 de la Unión Soviética. Vehículos cuya llegada se escucha mucho antes de que se pueda ver. Y lo peor de todo es que tienen defectos de diseño importantes, mortales incluso, un hecho que se aprecia perfectamente en las torretas que descansan lejos del cuerpo del tanque en el campo de batalla. Se separan con facilidad y suponen un gran peligro para los operadores. «Son una ratonera», reconoce Panchenko.

 

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ZIGOR ALDAMA

 

Por si fuese poco, los tanques soviéticos fallan más que una escopeta de feria. «Son tanques que datan de 1964 y 1972. Están muy viejos y se estropean a menudo», explica Afanasiy, uno de los mecánicos que se encargan de repararlos. Cada día pasan por sus manos dos o tres en la base de Donetsk. Este periodista asiste a la reparación del tractor oruga de uno de ellos, una operación que se alarga durante varias horas y requiere de la intervención de una decena de hombres y varios vehículos pesados.

«Tratamos de dejarlos en buenas condiciones, pero no siempre resisten los rigores del combate y hay ocasiones en los que se estropean en plena batalla. Los soldados tienen que huir para evitar que los maten y, si tenemos suerte, después de la lucha volvemos a por él para repararlo», cuenta Afanansiy encogiéndose de hombros. Así se explica el abandono de tantos blindados aquí y allá.

En el desguace

«La mayoría de los tanques que tenemos iban a ser enviados al desguace. Pero empezó la invasión y tuvimos que volver a ponerlos operativos», explica Valentín, que en vez de apellido utiliza su mote ‘Molfar’ y que sabe bien de qué habla, porque su tanque quedó inutilizado y él sufre una hernia en la espalda como consecuencia de aquel envite.

Afortunadamente, hay algunos tanques T-72 que han sido donados por los socios europeos en condiciones algo mejores. «Este es polaco y ha sido modificado ligeramente para introducir sistemas más modernos», comenta Molfar en un improvisado hangar cuya ubicación pide mantener en secreto. Su interior es angosto y extremadamente incómodo. Apenas hay espacio para mover las piernas o girar el cuerpo, la luz escasea, y la visibilidad es casi nula. Salvo por el conductor, quienes luchan en un T-72 lo hacen prácticamente a ciegas.

Ansiados Leopard y Abrams

Aunque Afanasiy reconoce que los rusos tienen los mismos problemas, «a pesar de que cuentan con versiones más modernas», el mecánico se suma a quienes apremian a la Unión Europea y a Estados Unidos para que envíen los ansiados Leopard 2 y Abrams M1 a Ucrania. Como apuntan muchos otros, sostiene que pueden propiciar un cambio radical sobre el terreno y facilitar el avance ucraniano en el Donbass, donde Rusia gana terreno poco a poco. Precisamente las primeras unidades de los ansiados Leopard llegaron el viernes a territorio ucraniano desde Polonia, en un acto presidido por el primer ministro ucraniano Denys Shmyhal y su homólogo polaco, Mateusz Morawiecki, en una localización no identificada por seguridad.

«Los tanques soviéticos tienen un alcance de unos dos kilómetros. Pero el de los Leopard puede llegar a cinco. Eso nos permitirá combatir desde una distancia mayor y proteger mejor la vida de quienes van en el tanque y de la infantería», analiza Panchenko, que asegura disparar hasta 200 proyectiles al día con su tanque. «Además, cuando los rusos vean los Leopard entrarán en pánico, porque no están acostumbrados a luchar contra armamento sofisticado. Pueden incluso minar su moral», añade.

«Es evidente que los ingenieros diseñaron los Leopard pensando en proteger a sus ocupantes. Nuestros tanques se construyeron en la URSS, donde las vidas no eran tan importantes», dispara Afanasiy. «Además, los Leopard son menos ruidosos, más fáciles de reparar y de mantener», apostilla, con la esperanza de que no tarden en llegar y preguntando cuántos enviará al final España. Panchenko no tiene dudas: «Si tuviésemos el armamento moderno de Occidente, esta guerra ya la habríamos ganado».

 

 

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