Cuatro novias cuatro
Lo que nos importa es si esa relación tan bonita, tan sincera, tan de verdad, nos ha costado dinero a todos los españoles
ÁBALOS, CON CLAUDIA
Las cuatro novias de Ábalos has sido requeridas para declarar en la llamada comisión Koldo en el Senado. Las cuatro amantes circularán, una detrás de la otra, como si de un desfile de Victoria’s Secret se tratara aquello.
Cuatro queridas cuatro (como si fuera el cartel de la feria de San Isidro): Jéssica, Claudia, Andrea y Nicole. Ni una María Antonia, ni una Amparo, ni una Luisa. Que no quiero parecer yo una Ione Belarra de la vida, con aquello de que no hay gallego gracioso, insinuando que no hay Nicole decente. Ni mucho menos. Pero me resulta entrañable el marco semántico (y estético) en el que embestía Ábalos: guapetonas, esbeltas, sexys, con nombre exótico y emotividad recaudatoria. Porque las cuatro fueron colocadas en empresas públicas y, al menos una de ellas, elegida por catálogo. Como se elige el sofá o la camiseta. A mí no me parece mal que entre adultos se lleve a cabo una transacción económica (o en especies) si ambos están de acuerdo y no media coacción ninguna. Pero preferiría que no fuese a cargo del erario, claro. Y también estoy muy a favor de utilizar las palabras con afán definitorio. Y llamar novia o amante a quien, más que enamorada, estaba a sueldo, me parece caer en el imperito eufemístico al que nos tienen acostumbrados los que llamaban «restricción de la movilidad nocturna» al toque de queda, «lucha armada» a la acción criminal de ETA y «desaceleración económica internacional» a una crisis como un Ikea de grande que nos dejó temblando. Y no deja de hacerme cierta gracia que un partido que se reivindica como abolicionista (o, como mínimo, no muy a favor de otorgar derechos laborales a las empleadas sexuales) se maneje con esta afición desmedida en lo que vienen siendo las lides coitales remuneradas. Pero, a lo que iba: la comisión Koldo convertida en catálogo de señoritas, en final de Miss Amiguita del número dos. Digo «amiguita» porque en el escrito del PP son citadas como «las amigas de Ábalos». Como si fueran una pandillita de colegas que se contaban confidencias. Y no sé ya, a estas alturas, qué eufemismo prefiero: si amantes, novias o amigas. Porque, en realidad, la relación nos debería dar igual en este momento, más allá de la hipocresía de decir una cosa y hacer la contraria. Ese «cabalgar contradicciones» que dicen los cursis y los deshonestos intelectuales (que suelen ser los mismos). Lo que nos importa es si esa relación tan bonita, tan sincera, tan de verdad, nos ha costado dinero a todos los españoles. Si ha habido tráfico de influencias. Si se han beneficiado estas señoritas de algo más que el cariño que, presuponemos, les daba el amigo, amante y amigo. Y cuando sepamos todo eso, entonces sí, a lo mejor podemos recuperar la riqueza de nuestro lenguaje y dejar de llamarlas por un nombre que no sea el suyo, más por afán explicativo que otra cosa. Porque, oigan, no es lo mismo una amante que una novia, que una amiga, que una prostituta. Sobre todo, si pagamos todos a escote.