Cuba: atrapada entre ciclones
El caos "continuista" que padecemos en Cuba tiene más categorías para clasificar su "poder destructivo" que las cinco de un huracán.
Dos mujeres se protegen de las lluvias provocadas por el huracán Helene en el occidente de Cuba (Foto: Trabajadores)
LA HABANA, Cuba. – Siempre adelantaban los “mandados” pero con este ciclón, sumado al otro mucho más devastador de la “continuidad”, no hubo nada que adelantar en las bodegas, a no ser la certeza colectiva de que estas aguas y estos vientos, como ha sucedido siempre en más de medio siglo de malos tiempos, llegarán a empeorar lo que a muchos parecía que no podía ponerse peor.
No hubo “mandados”, ni siquiera los que deben de septiembre, y ya eso, para algunos entrenados en la cotidianidad “revolucionaria”, es una señal bien clara de lo malísimo que, no solo en cuestiones de hambre, llegará octubre sino, además, de otro fin de año espantoso que tendremos los cubanos cuando a partir de ahora en el Noticiero comiencen a llover los reportajes sobre cosechas y ganado perdidos, gallinas estresadas y llamados a que cada cual “siembre su pedacito”, puesto que del único pedazo cultivado que logre salvarse solo comerán esos 10 o 12 que no necesitan de una cartilla de racionamiento para alimentarse.
Todos sabemos quiénes son, sus barrigas voluminosas los delatan, también los festivales “gourmet” y las “celebraciones” en El Laguito, e igual sabemos lo que viene —lo que nos toca—, tras cada temporada ciclónica cuando el presupuesto que guardaría el MINCIN para distribuir por la libreta una libra de pollo o cerdo en diciembre tengan, otra vez, que destinarlo a los damnificados (aunque no a los de Helene, que estarán como pendientes al final de la lista, sino a los de huracanes de cinco o diez años atrás, que ya ni los mismos afectados recuerdan).
No importa que la tormenta haya pasado cerca del cabo de San Antonio, por el estrecho de Yucatán, sin siquiera haber tocado tierra cubana, no importa que Oriente ni se haya enterado —más por los apagones que por no sufrir los embates de las aguas y vientos— pero, cuando se trata de ciclones en Cuba, el hambre, transportada por el “sentimiento” más que por el aire, como que se dispersa y los alimentos se pierden en toda la Isla como “por solidaridad”. Y la electricidad también. Y la vergüenza.
Y no solo que no adelantaran los “mandados” ha sido una clara señal de lo mal que estamos y estaremos sino, también, el abandono de la inmediatez noticiosa, la evidente desactualización de un sistema informativo que, horas después de haberse convertido en huracán, continuaba llamando “tormenta tropical” al fenómeno meteorológico que dejó sin radio ni televisión a Pinar del Río, una provincia que no ha reportado pérdidas humanas casi por milagro, puesto que los días y meses anteriores al paso de Helene ha sufrido apagones de más de 15 horas diarias, sobre todo en los municipios y zonas rurales que hoy se encuentran entre los más afectados.
Un retardo o “desenfado” noticioso inusual, como reflejo de unas “notas informativas” del Estado Mayor de la Defensa Civil igualmente retardadas, al hacer comparación con años anteriores cuando incluso se dedicaban programas especiales en televisión y radio, en redes sociales, para que las personas pudieran orientarse en el preciso momento en que lograran sintonizar los aparatos receptores.
Por otra parte, la conectividad a internet a través de los datos móviles ha estado imposible, al igual que la telefonía celular incluso en zonas de La Habana donde los vientos, la lluvia y los apagones han sido los “normales”, los de “siempre”, dando la sensación de que “alguien” nos quisiera desconectados y desinformados antes, durante y después del huracán muy a propósito de “algo” que nada tiene que ver con la meteorología. ¿Quizás porque estén a la espera de la muerte repentina de otro general?
En buena lid, a nadie pendiente de los “mandados” que no llegan y que no adelantaron le importan esas noticias fúnebres que ya ni deberían serlo puesto que son algo natural para cuerpos que ya rebasan los 80 y amenazan con llegar a los 100. Algunas noticias quizás no tan “naturales” aunque sí tan “habituales” como los derrumbes de viviendas que llegarán después de las lluvias.
Porque este caos “continuista”, por lo visto, tiene más categorías para clasificar su “poder destructivo” que las cinco de un huracán. Y también, al parecer, faltan aún unas cuantas por superar hasta que finalmente el maleficio que pesa sobre nosotros se disipe. No obstante, aliviémonos teniendo fe en que no hay mal que dure 100 años ni país que lo resista. Así, recemos para que se cumpla el refrán, es decir, para que no seamos la excepción de la regla.