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Cuba: Balance y desbalance del movimiento disidente

descargaEl Instituto de Estudios Cubanos de FIU celebró el cuarenta aniversario del Comité Cubano Pro Derechos Humanos

En días pasados el Instituto de Estudios Cubanos de la Universidad Internacional de la Florida celebró el cuarenta aniversario del surgimiento del Comité Cubano Pro Derechos Humanos (CCPDH) que dio inicio al movimiento disidente organizado, actualmente un conglomerado de grupos en todo el país, el único que ha podido sobrevivir y mantenerse luchando entre todos los intentos de crear una oposición sostenible dentro de Cuba en medio de los marcos centralizados de un régimen totalitario. El CCPDH no era opositor, ni siquiera una organización política. No pretendía derrocar al régimen, sino defender los derechos fundamentales de los cubanos. Sin embargo, fue la célula madre de ese movimiento. Los grupos que no surgieron directa o indirectamente de ella, nacieron bajo su influencia. En realidad lo que comienza en 1976 es el proceso de gestación de esa agrupación, lo cual culminaría siete años después en el presidio político.

Los que por entonces se reunían en casa de Arnaldo Escalona en La Habana, sobre todo excarcelados de la famosa causa de la Microfracción, como Ricardo Bofill y el propio Escalona, no hablaban tanto en términos de derechos humanos como de “legalidad socialista”, marco referente de abogados como Aramís Taboada y Jorge Bacallao, pues la Constitución del 76, recién aprobada, por muy imperfecta que fuera, permitía cierto espacio de legalidad para defender a quienes eran víctimas de los desafueros. Se acudía también a organismos internacionales. En esa atmósfera, ni los propios gestores tenían plena conciencia de lo que estaban creando. Pero Seguridad del Estado sí lo sabía. Y no demoró en actuar drásticamente para evitar el parto. A la cárcel fueron a parar Martha Frayde, Elizardo Sánchez, Taboada, Bofill y otros más.

Es justamente en la prisión Combinado del Este, octubre del 83, cuando quien escribe, condenado por un libro crítico del sistema cubano, traba conocimiento con Bofill. Interesado yo en denunciar la terrible situación de un compañero de celda incomunicado en una ergástula, acepté su ofrecimiento para hacerlo llegar al exterior. “Nada de seudónimos”, me dijo. “Para que haya credibilidad debe ir con nuestros nombres”. “Está loco”, pensé, porque jamás un prisionero había hecho semejante cosa. Pero acepté. Redactamos la denuncia, pusimos nuestros nombres y debajo él escribió estas palabras: “Comité Cubano Pro Derechos Humanos”. Yo me reí pero así lo dejé. No apunté el día como fecha memorable. Simplemente no le di importancia. Pero cuando la denuncia llegó al exterior, la noticia fue la existencia en Cuba de un comité de derechos humanos. La represión se desató, pero ya nuestros nombres circulaban en la prensa internacional. Se nos unieron otros compañeros. Bofill fue excarcelado y yo quedé como presidente interino en el presidio. Elaboramos entonces una estrategia: impulsar la creación de grupos dedicados a la defensa de los intereses de sus correspondientes sectores sociales: sindicales, artísticas, religiosas, feministas, juveniles, cuentapropistas, etc. Esto lograría el apoyo masivo de los diferentes sectores sociales. Con esa fuerza se conformaría un Frente de Autodefensa Social que forzaría finalmente al gobierno a realizar las reformas necesarias a favor de todo el pueblo. Calculábamos en unos 15 años los frutos de aquella estrategia. El propio presidio sería nuestro laboratorio. Confeccionamos una revista que circulaba por la cárcel e incluso por las calles, ayudamos a fundar una asociación de escritores disidentes, otra de religiosos y otra de jóvenes. Algunas de ellas trascendieron los muros carcelarios.

Liberado gracias a una campaña internacional, me di a la tarea, con el apoyo de la actriz Teté Machado, de ayudar desde el exilio a difundir las denuncias y declaraciones de los diferentes grupos, no sólo en el exterior sino incluso dentro de la propia población cubana a través de transmisiones radiales. Pero cuando esos grupos adquirieron importancia internacional, poderosas organizaciones del destierro entraron en escena ofreciéndoles apoyo financiero y una mayor cobertura mediática a condición del apoyo a sus propias agendas. Ni la mayoría de los grupos disidentes tuvieron la suficiente entereza para resistir la tentación, ni nosotros la suficiente capacidad para contrarrestar la competencia. ¿El resultado? Al adoptar la retórica de exiliados que vivían un contexto muy diferente al suyo, perdieron el contacto con los sectores sociales a los que pretendían representar y la disidencia quedó aislada en la marginalidad social, por lo cual perdió su capacidad para mover al pueblo hacia el cambio.

Hoy, UNPACU, que ha retomado mucho de aquella estrategia originaria, ha logrado un gran apoyo popular. No piden al pueblo que se les una sino que ellos se unen al pueblo. Si mantienen su estrategia y los demás siguen su ejemplo, veremos pronto un nuevo amanecer.

Ariel Hidalgo: Escritor e historiador.

Concordiaencuba@outlook.com

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