Cuba: La completa
‘La completa’ del restaurante El Ranchón, en el mercado del Ejército Juvenil del Trabajo. (14ymedio)
«Dame una completa», le dice al empleado un hombre que apenas se ha detenido un segundo en la tablilla con las ofertas. No hace falta que precise el menú ni que aclare las proporciones o la disposición. En la frase «una completa» ya lo ha dicho todo: un plato con arroz, algo cárnico y un poco de vianda, que puede además incluir una ensalada. El servicio es rápido, no hay detalles ni salsas a elegir, solo un poco de todo ante el infinito apetito del comensal.
La práctica de comer fuera de la casa se extendió en muchas sociedades, donde ya la mesa familiar no protagoniza los momentos destinados a alimentarse. Los imperativos laborales y el dinamismo de la vida moderna hacen que en muchos lugares del mundo la gente se decante por desayunar, almorzar o cenar fuera de casa.
En Cuba, quienes salgan a comer «a la calle» saben que para hacerlo deben contar con más dinero del que ganan en un día de trabajo. No es necesario poner ejemplos extremos de restaurantes particulares o estatales donde el precio promedio para una persona oscila entre los 10 o los 15 pesos convertibles, una cifra que puede volverse el doble si se piden los platos más caros de la carta.
Entre las opciones más económicas está la comida que se digiere sin siquiera sentarse en un lugar, que puede ser un «pan con algo» o esa pizza de diez pesos moneda nacional que gotea queso y viene envuelta en papel. También están las cajitas que sirven en el Barrio Chino de La Habana y en las que por 25 o 35 pesos cubanos se logra «calmar al perro», o sea al estómago.
En Cuba, quienes salgan a comer «a la calle» saben que para hacerlo deben contar con más dinero del que ganan en un día de trabajo
Otros sitios han logrado posicionarse en una zona entre lo privado y lo estatal, como ciertos restaurantes particulares relacionados con mercados agrícolas. El Ranchón del mercado del Ejército Juvenil del Trabajo (EJT) de la calle Tulipán es uno de que goza de cierta permisibilidad y cuyo dueño, se comenta en el barrio, es un de las fuerzas armadas.
En lugares como este, muy pocos en la ciudad, sirven un plato con arroz moro, ensalada, boniato hervido y bistec de hígado de cerdo por 20 CUP. Con idéntica guarnición, hay otras opciones de plato fuerte, como lechón asado, fricasé de carnero o pollo frito, pero nunca llegan a los 40 pesos, aun cuando se incluya algún jugo de frutas. No hay flores ni velas sobre la mesa y hay que cortar la carne con la cuchara, porque tampoco existen los cuchillos, pero se deja comer.
En la periferia de El Ranchón hay dos ministerios, tres bancos, un preuniversitario y tres unidades militares, además de los miles de clientes que a diario visitan el concurrido mercado. Un señor muy viejo, con un hambre enorme, pide cada día alguna sobra a las afueras. Se esconde para que no lo vean. Debe de tener más de 80 años y dice que en su juventud por 25 centavos se comía «una completa» en cualquier fonda «y con carne de vaca, ropa vieja, bistec o picadillo».
Ahora que ya casi han desaparecido los comedores obreros, son muchos los que traen su completa en una bolsa plástica y otros que han optado por una sola comida al día, que devoran con avidez al llegar a casa.