Cuba: Los pioneros se jubilan
La ceremonia es solemne. El himno nacional retumba en los altavoces y un adulto de cara grave anuda alrededor del cuello del escolar la pañoleta azul. Poco ha cambiado desde mi infancia, cuando aquella iniciación nos convertía en miembros de la más joven organización de masas de Cuba. Un trozo de tela y una consigna cierran aún el compromiso «Pioneros por el comunismo ¡Seremos como el Che!».
Por estos días los precursores de la Unión de Pioneros de Cuba, renombrada como Organización de Pioneros José Martí (OPJM) en 1977, solicitan su jubilación laboral en los centros de trabajo. No tienen ya ese brillo de esperanza que se veía en sus ojos antaño, ni siquiera escuchan hablar del «comunismo», un concepto que el propio partido en el poder ha olvidado mencionar en los lineamientos de su último congreso.
Por otra parte, Ernesto Guevara, en quien se inspirara el lema pioneril que hoy celebra su 47 aniversario, ha pasado a ser el rostro de las camisetas, los cuadros y los ceniceros que se venden a turistas. En medio de un escenario político donde el Gobierno de Cuba sirve de mediador para la paz entre las autoridades y la guerrilla colombianas, su llamado a crear «dos, tres, muchos Vietnam» suena al consejo de un loco con ansias de Apocalipsis y sueños de final.
Ernesto Guevara, en quien se inspirara el lema pioneril que hoy celebra su 47 aniversario, ha pasado a ser el rostro de las camisetas, los cuadros y los ceniceros que se venden a turistas
Aquellos entusiastas que inauguraron la OPJM observan hoy con sorna el saludo pioneril que obliga a unir los dedos de la mano derecha, «en reclamo de la unión indisoluble de los pueblos de los cinco continentes». El castrense gesto debe hacerse con el antebrazo formando un ángulo de 90 grados para ratificar que «los intereses colectivos están por encima de los personales». Eso, en estos tiempos de «sálvese quien pueda» impulsados por las terapias de choque económico que ha decretado el propio Gobierno.
En época de lavado de rostro, donde la televisión cubana transmite homilías y discursos de funcionarios norteamericanos, sorprende que no se haya eliminado esta organización de corte netamente ideológico que engloba a los infantes cubanos. En medio de tantas prioridades de cada día, los padres tampoco hemos demandado con suficiente fuerza que nuestros hijos no sean tropa de un experimento político desde tan temprana edad.
La OPJM lleva, además, décadas alejada de la realidad. Como en 1991, cuando en medio del colapso económico del Período Especial, realizó su primer Congreso Pioneril con el lema «Somos felices aquí». La gente aún tuvo energías para burlarse de la frase y hay quienes aseguran que fue pintada a lo largo del extenso muro exterior del Cementerio de Colón en La Habana. De broma en desacierto, así iba y va el movimiento pioneril.
Sin embargo la burla no ha terminado. En la sala de un amigo de la escuela primaria hay una foto deslucida del día de su iniciación pioneril. Es en blanco y negro, aunque el tiempo le ha otorgado un tono dorado que la vuelve más irreal y lejana. «Eso era de la época en que yo no veía», ironiza el cuarentón.
La OPJM lleva décadas alejada de la realidad. Como en 1991, cuando en medio del colapso económico del Período Especial, realizó su primer Congreso Pioneril con el lema “Somos felices aquí”
Con sarcasmo alude al chiste popular de un niño que llega a la escuela y le comunica a su maestra que la mascota de su casa ha parido diez gaticos. Unos días después, la solícita profesora indaga sobre la salud de la camada y recibe una inusual respuesta. «Cinco gaticos ya abrieron los ojos y los otros siguen siendo comunistas«, apunta con agudeza el chiquillo. «Yo era así, no quería mirar lo que estaba delante de mi nariz», explica a golpe de humor callejero mi colega de pupitre y jugarretas. Ahora, tiene una mirada que lo escruta todo, que parece no aceptar tácitamente nada.
Casi medio siglo después de creada la OPJM, los niños que comienzan estudios en las escuelas cubanas siguen obligados a repetir su anacrónica consigna. Las madres que los cobijaron en sus vientres también la gritaron, y hasta algunos de sus abuelos hincharon las venas del cuello, plenos de convicción de que el comunismo se les venía pronto encima.
El trozo de tela que en la mañana de este 8 de octubre le anudan al cuello a miles de niños cubanos sigue teniendo la forma de un triángulo isósceles en el que sus vértices significan «estudiar, trabajar y luchar por las conquistas de la Revolución». El ritual, que ha pasado a ser rutina, mantiene intacta su carga de ideología y de imposición. Es el gesto de los vencedores que marcan a los hijos de los vencidos, el hierro candente que estampa el conquistador sobre las crías del conquistado.