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“Cuba no es tan comunista como se dice, pero tampoco era tan católica como se decía”

Yaxys Cires Dib (Pinar del Río, 1979). Licenciado en Derecho. Costó entrevistarlo trabajando casi en el anonimato por una Cuba en libertad, prosperidad y justicia social. En casa aprendió la importancia de servir a los demás, con la Iglesia Católica la sutileza del evangelio y con el vicepresidente panameño Ricardo Arias Calderón la utilidad de no ser prisionero del pasado porque La memoria está viva, pero el futuro está abierto.

Bastó una provocación: Pinar del Río corre el riesgo de seguir siendo pasto de una concretera dentro del cine y el mal recuerdo de los Pueblos cautivos, para someterlo a un cuestionario que bucea en la Democracia Cristiana, de la que ha sido vicepresidente para América y el Caribe; en la Cuba que habita una plural geopolítica, de su trabajo en el Observatorio Cubano de Derechos Humanos y de sus recuerdos de aquellos domingos en su ciudad natal, donde corría desde el estadio Capitán San Luis, donde veía bateando al Ñiño Linares, hasta la parroquia para recibir catequesis.

Como ahora anda estudiando Inteligencia, fue prudente en su lectura del mundo postcoronavirus que nos aguarda, pero al final se relajó y reveló la receta de enchilado que hace su mamá en Miami, echando de menos las langostas de La Coloma y los mogotes de Viñales.

Machado Ventura ordenó su expulsión de la universidad, donde recibió el apoyo de compañeros y alumnos, pero el se marchó a su exilio, donde nunca habita el odio ni la venganza.

¿Qué es un demócrata cristiano cubano en el siglo XXI?

La Democracia Cristiana es una de las tres grandes corrientes políticas modernas.

La sociedad cubana ha vivido 60 años de manipulación ideológica y adolece de una falta de cultura cívica. Aunque hay cubanos liberales, socialdemócratas y democristianos, la imposibilidad de constituir partidos les ha hecho invisibles para las mayorías.

Ser democristiano en Cuba hoy, es trabajar por un futuro libre y democrático, pero con justicia social y solidaridad. Nosotros no creemos que habiendo libertad todo lo otro viene dado. La sociedad y el Estado tienen que construir un sistema de garantías generales, por ejemplo, en ámbitos como la salud y la educación, y en políticas públicas que protejan a los más pobres.

No quiero una sociedad de pobres, sino de una amplia clase media, sin embargo, hay que dar certezas de que la democracia que queremos no dejará tirado a nadie, como lo ha hecho el Partido Comunista de Cuba.

Hay que buscar un equilibrio entre la libertad y la sensibilidad social, entre el Estado y el mercado. Ello se logra poniendo como centro a la persona humana, su vida y dignidad.

Las decisiones son complejas cuando hay dos valores enfrentados, por ejemplo, una restricción económica justificada en la necesaria presión para que el régimen modifique sus posturas, de un lado, y de otro lado, el hecho de que esa medida será contraproducente para las familias cubanas; en casos así el democristiano no apoya medidas que pueden hacer daño a las familias.

Pero ser demócrata cristiano cubano también significa creer en el pluralismo político. No podemos construir una democracia sin demócratas y es preocupante la tendencia actual en la oposición a inventar legitimidades para participar en la vida política, como si no bastara con la de los apellidos.

Ahora se habla de la legitimidad del que aguanta palo, la del que vive dentro, del que tiene seguidores, la del que tiene supuestos apoyos… Por suerte, la mayor parte de la población es ajena a estos rollos, pero creo que la única legitimidad que debe existir para participar en política nacional es ser ciudadano.

 

Cortesía del entrevistado
Yaxys Cires Dib, dirigente demócrata cristiano cubano. Foto © Cortesía del entrevistado

 

De izda. a drcha: Cires Dib, René Hernández y Andrés Hernández, actual presidente del PDC / Foto: Cortesía entrevistado

Recientemente, el Partido Demócrata Cristiano de Cuba (PDC) celebró su XVI congreso, ¿qué pueden esperar los cubanos de a pie de los demócrata cristianos cubanos?

El PDC actualmente es un partido pequeño, como casi todos los grupos de la oposición, pero ha mantenido una tradición democrática interna desde su fundación en 1991 a partir de la unificación de diferentes grupos de tendencia demócrata cristiana.

En este último congreso hemos renovado como presidente a Andrés Hernández e integrado a nuevas personas al equipo directivo, entre ellos al economista y activista Enix Berrio Sardá, que reside en La Habana y es una persona muy querida y respetada dentro de los diferentes movimientos independientes.

También se han incorporado el escritor Eduardo Mesa y la activista y empresaria, Elena Larrinaga. Debo destacar que en la directiva tenemos a dos ex prisioneros políticos, Héctor Caraballo y René Hernández, este último cumplió más de 17 años en las cárceles del régimen.

Hemos establecido como prioridad trabajar en una agenda con propuestas económicas para Cuba. La mayor parte de los simpatizantes y colaboradores de la democracia cristiana dentro de Cuba son jóvenes profesionales que muestran gran interés por proponer medidas concretas para superar el fracaso económico del sistema actual.

No es que excluimos otros temas, pero Cuba necesita con urgencia un cambio socioeconómico. Según el Segundo Informe sobre el Estado de los Derechos Sociales presentado por el Observatorio Cubano de Derechos Humanos (OCDH): 2,6 millones de hogares cubanos (66%) perciben menos de 2500 pesos cubanos (100 USD) al mes; la mitad de estos (1,3 millones de familias) viven con menos de 40 USD al mes.

Alrededor del 80% de los cubanos tiene una situación de crisis económica severa o moderada en sus familias. Esto no podemos seguir soportándolo como país.

Cuando a Fidel Castro Ruz se le puso la caña a tres trozos con el derrumbe de la URSS, mandó a su amigo Gabriel García Márquez a explorar un posible diálogo con el PDC ¿qué sabe de ese proceso? ¿Por qué Castro los habría elegido a ustedes para iniciar la exploración al diálogo con adversarios políticos?

El escritor colombiano siempre mantuvo muy buena relación con mi compañero y amigo Reinol González, a quien ayudó a salir de la cárcel. Esa relación se hizo extensiva a otros directivos del PDC.

Por prudencia histórica y porque muchas veces estas gestiones se hacen con mucha discreción, es difícil precisar el origen de lo que sucedió. Pero sí tengo entendido que existieron contactos entre García Márquez y la directiva del PDC a principios de los noventa. Se supone que como todo lo que pasaba en Cuba y en relación con Cuba, tenía, por lo menos, el visto bueno de Fidel Castro.

La idea de los demócratas cristianos en esos contactos era convencer a Fidel Castro de que comenzara una transición a la democracia, a raíz de la caída del socialismo en la URSS. El PDC no era el único entonces; Felipe González, aunque con una propuesta más centrada en la reforma económica, también quería hacer que Fidel Castro entrara en razón.

¿Y qué podían ofrecer ustedes al dictador acorralado y furioso?

El compromiso del PDC era no promover la venganza, algo que de hacerlo evidentemente no iría con nuestros principios y, en segundo lugar, utilizar nuestras influencias internacionales para que existiera una amplia y rápida integración de Cuba a la comunidad internacional como un país normal.

García Márquez transmitió la propuesta a Fidel Castro, y la respuesta creo que es evidente.

¿Y ustedes no lo intentaron más?

Después el PDC hizo al menos otros dos intentos: Uno por medio del político y diplomático venezolano Hilarión Cardozo, y otro por medio del gran político e intelectual mexicano Carlos Castillo Peraza. Las dos gestiones fracasaron en ese tema. En una de ellas, Fidel Castro envió un mensaje de vuelta: Dígale al doctor Sánchez y a Rasquito que este año han jodido mucho”.

El mensaje era para dos dirigentes del partido: el médico Rafael Sánchez y José Ignacio Rasco, quien además de ser uno de los más importantes opositores al régimen desde su origen en 1959, había sido compañero de estudios universitarios de Fidel Castro.

Por nosotros no ha quedado.

 

Cires Dib y Elena Larrinaga / Foto: Cortesía del entrevistado

¿Entonces, el PDC participaría en un diálogo con el Gobierno cubano?

Claro que sí. No podemos permitir otro Tratado de París.

Según una encuesta que hizo el OCDH en 2019, la mayoría de los cubanos quiere un cambio, sin embargo, hay matices interesantes sobre el cómo debe ser ese cambio. De aquellos que quieren cambio, el 42,8 por ciento desea que se produzca debido a “una decisión tomada desde las altas esferas del gobierno”, el 31% debido a una “explosión social” y solo el 13,1% a «un golpe de estado” y el 5,3% a «una invasión extranjera”.

A partir de datos como los anteriores y de otras variables, creemos que el cambio será por evolución del propio régimen y no por hundimiento del mismo, salvo que ocurra algún imponderable. Habrá muchas tensiones sociales y políticas internas.

Creo que nadie en el mundo, comenzando por Estados Unidos, alentaría o apoyaría una opción que implique el descalabro de las instituciones del régimen, en especial aquellas que tienen que ver con la seguridad real, como es el ejército.

Por ello, hay que continuar con la presión internacional y la exigencia de reformas profundas y urgentes en todos los campos de la vida de Cuba. Ellos, aunque tienen cada vez menos apoyo popular, entre un 15 y 20% de la población, son quienes tienen el poder, por tanto, la pelota está en su lado.

En las altas esferas también dan por hecho que el sistema no genera bienestar y que hay que cambiar, pero tienen desconfianza entre ellos mismos y miedo a lo que pueda pasar.

Honestamente, si alguien de la oposición cree tener el apoyo popular como para intentar otra cosa, no veo mal que lo intente, pero lo que nadie debería apostar es a que el dominó siga trancado como lo está actualmente.

Mucha gente confunde la firmeza en los principios con la inflexibilidad en el alcance de las propuestas y los hitos tácticos para su realización.

El diálogo, obviamente debe ser para mejorar la vida de los cubanos, lo cual pasa de manera inexorable por un cambio profundo y la devolución de la soberanía a los ciudadanos, preferiblemente por medio de una constituyente.

Pero es un error poner tantos prerrequisitos que hagan imposible sentarse a la mesa. El diálogo es precisamente para hablar y buscar efectos prácticos concretos. Hay que buscar compañeros de camino en ese diálogo y ahí no puede faltar Estados Unidos, la Unión Europea con España a la cabeza y las instituciones financieras internacionales. La efectividad debe ser medida mediante hitos concretos.

 

 

Miembros de la ejecutiva del OCDH/ Foto: Cortesía del entrevistado

El Observatorio se involucra en gestiones a favor de opositores anticastristas como José Daniel Ferrer y Ariel Ruiz Urquiola, pero siempre de manera muy discreta, incluso dejando que otros acaparen casi todo el protagonismo. ¿Es una estrategia política o culpa de su pasión por el low profile?

Nuestra estrategia es trabajar en varios frentes: Presencia en las redes, llegada a los medios de comunicación, no solamente cubanos, denuncias y gestiones ante instituciones del sistema ONU y de la Unión Europea, influencia en las agendas de otros actores públicos y privados, dar información y criterios a los académicos, entre otros.

Muchas circunstancias exigen que seamos extremadamente discretos; a veces las gestiones involucran a personas que no tienen por qué verse expuesta públicamente, incluso ante los propios interesados finales. También se puede dar el caso de que confluyan gestiones de más organizaciones y que cada una ayude en diferentes hitos del proceso. Recientemente sucedió eso en un caso.

No queremos protagonismo y nos gusta hacer las cosas –con perdón de la expresión– a nuestra manera. Lo que nos obsesiona es la coherencia y efectividad en las estrategias, por tanto, las gestiones privadas solamente las contamos cuando ello favorezca alcanzar el objetivo definido.

Y tampoco aspiramos a victorias contundentes y totales, quizá sería saludable que los cubanos aprendamos a trabajar por la libertad con sosiego, evitando las estridencias innecesarias, sin renunciar a principios y objetivos.

¿Cuál es la relación del observatorio con los gobiernos de Cuba, Estados Unidos, y de países de la Unión Europea y América Latina?

 

Visita al Parlamento Europeo, en Bruselas / Foto: Cortesía del entrevistado

 

 

Sabemos que el Gobierno cubano está atento a nuestras denuncias y gestiones. Recientemente detuvieron por 48 horas a un colaborador nuestro por presentar una solicitud de inconstitucionalidad del decreto ley 370. Estaban muy molestos.

En octubre de 2018 nos formaron un escándalo en la ONU para evitar que Alejandro González Raga, nuestro Director Ejecutivo, hablara, pero fue una actuación ampliamente criticada incluso dentro de Cuba y en el ámbito diplomático. Creo que eso motivó que en febrero de este año enviaran a una diplomática joven y con buenas maneras para que contestara a nuestras denuncias en el Parlamento Europeo, aunque con el discurso de siempre.

Miguel Díaz-Canel y Manuel Marrero Cruz no parecen ser malas personas, sin embargo, tienen que poner punto final a la represión sin importar quién la esté ordenando. Hasta ahora la llegada de ellos no ha supuesto un cambio para el ejercicio de los derechos humanos en Cuba.

Las estrategias y el mensaje del OCDH, además de tener como centro la defensa de los derechos humanos, están impregnados de los valores europeos. Eso nos ubica como una organización con un estilo propio, diría yo que centrista. A la hora de ver el presente y futuro de Cuba es inevitable que nos fijemos en la transición española: De la ley a la ley, ganando espacios.

Ya, pero Fidel Castro en Nueva York, aludido por la transición española, recordó que Franco se murió primero; ¿ahora sería aguardar por la muerte de Raúl?

No tanto, si nos fijamos, en la primera etapa de Raúl Castro hubo un cierto espíritu reformista, con el reconocimiento parcial de la propiedad privada y el trabajo por cuenta propia, la despolitización migratoria, la venta de casas y automóviles, que los cubanos pudieran alojarse en hoteles y comer en restaurantes y cafeterías que estaban vedados para la mayoría, la implantación y extensión de los servicios de Internet, etcétera.

Pero el temor de la cúpula paralizó ese esfuerzo, que también molestaba a la poderosa burocracia castrista, experta en amargar la vida de los cubanos.

Y las relaciones del Observatorio con Estados Unidos y otros gobiernos democráticos…

Cada país o bloque es un potencial aliado. El Gobierno de Estados Unidos siempre ha sido el principal aliado de los demócratas cubanos. Sin embargo, el OCDH, que tiene su sede en Madrid, tiene una visión hacia nuestro país trazada con total independencia de la norteamericana. Nadie nos da orientaciones.

Relacionarse con la Unión Europea no equivale a hacerlo con un bloque. No solamente por la diversidad de países, sino porque una cosa es el Parlamento Europeo y otra la Comisión. Las relaciones con el parlamento son muy buenas desde hace años y se han logrado grandes cosas en clave de solidaridad con los demócratas cubanos.

En el caso del Consejo, el organismo que lleva las relaciones internacionales es el Servicio Europeo de Acción Exterior. En la época de Federica Mogherini, su política hacia Cuba fue hiriente por su desapego a los problemas de los cubanos. Fue duro y raro hasta desde el punto de vista intelectual, que su departamento dijera en un informe que en Cuba había “una democracia de partido único”.

Con Josep Borrell el asunto ha cambiado gradualmente. No podemos esperar que la diplomacia deje de actuar con su propia dinámica y lenguaje ni creer que Cuba es el único país con problemas en este mundo. Con el actual equipo, además de mantener cierta receptividad o interlocución con nosotros, observamos que la visión sobre Cuba es más exigente con el Gobierno y más cercana a la realidad del país.

Todavía hay que hacer esfuerzos mutuos para que nos comiencen a ver a los cubanos de la oposición democrática y la sociedad civil independiente como sujetos del proceso cubano.

Lamento mucha veces como algunos cubanos se refieren a América Latina. Soy consciente de que en la región el régimen cubano ha tenido muchos apoyos, a pesar del daño que le ha causado. Sin embargo, repito, todo país, toda sociedad civil puede ser aliada nuestra.

Además, nunca los demócratas cubanos han tenido tantos aliados sociales como actualmente en América Latina. Si usted toma los últimos comunicados de solidaridad, por ejemplo, con la prensa independiente o contra el artículo 370, están llenos de organizaciones latinoamericanas.

En mi caso, todas las semanas tengo videoconferencia al menos con una de ellas, de hecho, como OCDH pertenecemos a la Alianza Regional por la Libre Expresión e Información.

¿Y Bachelet?

No compartimos una visión tan crítica -a veces ofensiva- que algunos activistas tienen contra Michelle Bachelet. Al inicio nos preocupó su elección, pero hoy creemos que ha puesto a las personas, y no a sus antiguas afinidades ideológicas, como centro. Sus informes sobre Venezuela fueron claves a la hora de convencer a aquellos que todavía creían en el régimen chavista.

Es verdad que sobre Cuba no se ha pronunciado públicamente, pero si Granma está aireando noticias críticas contra ella, es de suponer que, en privado, han jalado las orejas a los castristas.

¿Qué análisis ha hecho de las consecuencias geopolíticas del coronavirus?

Las principales consecuencias geopolíticas están muy relacionadas con las económicas. Estamos en medio de una recesión económica mundial.

Dos consecuencias que veo en el corto plazo: La revisión de todos los modelos económicos nacionales teniendo en cuenta la capacidad de cada quien para funcionar ante una economía internacional casi parada en sus cadenas de suministros.

La segunda es un aumento de la competencia de los países por captar financiación, dificultándose para los que tienen un alto nivel de endeudamiento y a la vez dan pocas garantías de que puedan pagar. Estos dos asuntos golpean fuertemente a Cuba en la actualidad: por su dependencia de las importaciones y por la falta de recursos financieros, en un escenario en el que todo apunta a un parón de las remesas familiares a nivel internacional, con obvio reflejo en Cuba.

Estrictamente en lo geopolítico todavía hay que esperar a ver si se profundiza el sentimiento antichino que ha crecido en los últimos meses. Vemos que China está respondiendo sin miramientos a países que le cuestionan como Australia, por ejemplo. Un dato a tener en cuenta en cualquier análisis es la gran dependencia de muchos países no solamente del mercado chino o de sus suministros, sino de su financiación estatal.

Pero el asunto chino no afecta ni positiva ni negativamente a Cuba. Se da por descontado que la isla se presenta como aliado de China, aunque el gigante asiático ha puesto siempre muy poca carne en el asador comunista del Caribe si lo comparamos con otros destinos, y las cifras de turistas chinos a Cuba nunca han sido realmente significativas.

En los próximos meses todos estarán pendientes del resultado de las elecciones norteamericanas.

Cuba está muy pendiente, de hecho su estrategia actual pasa por ganar tiempo hasta noviembre por si Biden toca la flauta. ¿Cómo lo ve usted?

La cúpula del poder y la burocracia del PCC, no respondieron como se esperaba a la mano que le tendió el presidente Obama. A pesar de las importantes concesiones unilaterales norteamericanas, en Cuba aumentaron la represión y trancaron las medidas a favor de los ciudadanos. Ese egoísmo, lo están pagando hoy los cubanos de a pie.

Creo que es un error de Miguel Díaz- Canel y Manuel Marrero Cruz, sentarse a esperar y no comenzar ellos las reformas.

Y como escribió recientemente el periodista cubano Michel Suarez: “El mejor favor que podría hacer Biden a los cubanos es avisar a La Habana que no espere por Estados Unidos para hacer ahora lo que le toca”.

Como pinareño y político, ¿ha podido investigar sobre los pueblos cautivos en tu provincia natal con personas llevadas a la fuerza desde el Escambray?

Los más conocidos son SandinoBriones Montoto y Ramón López Peña, tres de los llamados Pueblos cautivos. Es una de las injusticia más grande que se han cometido en la llamada revolución. Fue una evidente reconcentración que buscaba aislar a la gente del Escambray que no apoyaban el régimen.

Los reunieron rodeados por milicianos, les dijeron que allí eran indeseables, no confiables y los mandaron a todos como si fueron cosas, para zonas de Camagüey y de Pinar del Río, donde ellos mismos construirían unos nuevos pueblos. Fue terrible. Recomiendo a los lectores buscar los testimonios que hay sobre esa represión de corte estalinista y fascista, que recuerda los métodos de Valeriano Weyler.

 

 

Imagen de uno de los «Pueblos cautivos» / Foto: Vecindario Cuba

Los Pueblo cautivos son testimonios vivos y arquitectónicos de barbarie, pero ¿qué pasó en Cuba para que, en un período de veinte años, alumbrara una Constitución como la de 1940 y apoyara los fusilamientos castristas?

Muchas veces me pregunto cómo una sociedad que se presume compartía unos valores humanos, capaz de generar en el campo político una Constitución como la de 1940, se dejó arrastrar y se mantuvo tranquila ante el terror de los fusilamientos y la reconcentración. La explicación de que fue producto del miedo, la veo insuficiente.

En los años 90 escuché en la Iglesia a alguien decir: “Cuba no es tan comunista como se dice, pero tampoco era tan católica como se decía”.

En todo caso, hay que formar en valores y en el respecto a la persona, para que eso nunca más vuelva a pasar en nuestro país.

¿Cómo era la vida de un adolescente y joven católico en la Cuba de su época?

Desde niño me enseñaron a rezar, aunque no estaba bautizado (como muchos de la “generación Y”). Fue en 1993, siendo un adolescente, que comencé a participar en los grupos de catecismo de la Iglesia; por cierto, por muy motivado que estaba, me costó un poco el horario de las reuniones -los domingos por la tarde-, que muchas veces coincidía con los juegos de pelota en el Capitán San Luis.

¡A veces la vida te pone a elegir desde muy joven! Cuando eso pasaba, tomaba una decisión casi salomónica: Iba al estadio a ver batear dos veces a Linares y Casanova o a pitchear a Faustino Corrales y, al cuarto inning, salía corriendo para la parroquia. Emma y Garrido, mis primeros catequistas, me decían: “Muchacho, pero de dónde vienes tan sudado”.

Soy hijo de la iglesia de los 90, los años en que muchos cubanos, de todas las edades, se acercaron a las parroquias buscando “algo” espiritual que llenara el vacío ideológico que dejaba un proyecto que en Europa acababan de certificar su fracaso y que ayudara a mitigar el agobio diario del Período Especial.

A mí me llevaron quienes después fueron mis padrinos: Aidee (Chucha) y Pablo. Una de las motivaciones, además de catecismo, era que en la iglesia había un cura que era pariente del héroe Carlos Manuel de Céspedes, el padre Manolo; y un señor que daba clases de cívica y de la verdadera historia de Cuba, Dagoberto Valdés.

Cuando entré por primera vez tuve un shock, porque vi en la oficina parroquial un cuadro de Félix Varela, de quien en la escuela nunca me dijeron que era sacerdote; pero también vi la bandera cubana junto a la imagen de la Santísima Virgen. Confieso que fue un descubrimiento agridulce: Me estaba enterando en aquel momento de una de las tantas manipulaciones del sistema educativo cubano.

Cuestiones como esas marcaron mi adolescencia, en una etapa en que, si bien se permitía la libertad de culto, no se admitía -como sucede en la actualidad- la libertad de conciencia. En la medida en que más me hacía parte de la Iglesia, más desaprobaba lo que pasaba en Cuba.

Desde adolescente comencé a ser atendido por la Seguridad del Estado, llegando incluso a citarme a la policía y levantarme un acta de advertencia en 1997, previo al Festival de la Juventud y los Estudiantes de ese año. Tenía 17 años.

A pesar de la vigilancia y la situación que se vivía en Cuba, fui un adolescente y joven alegre. Además, no es que yo fuera un jevoso, como otros amigos míos, pero las muchachas más bonitas de Pinar del Río estaban en la Iglesia, y las fiestas y excursiones era muy divertidas. Teníamos hasta un grupo de poesía. Eso sí, con muchas responsabilidades.

En 1995 fui parte de un equipo de jóvenes dirigido por William Rodríguez, que fundó un boletín llamado Nuevo Horizonte. Aunque mi compromiso se intensificó cuando Monseñor José Siro, mi Obispo entonces, me pidió que me encargara de la Pastoral Juvenil y Dagoberto Valdés me incorporó a la Comisión Católica para la Cultura. Otras rayas para el tigre.

 

 

Linares y Casanovas/ Foto: WordPress.com

Fue despedido de su primer trabajo…

Era profesor auxiliar de Derecho en la Universidad de Pinar del Río. Tenía 23 años y me gustaba lo que hacía. En la primavera de 2003 me botaron con acto de repudio incluido, aunque esto último sin estar yo presente. Me acusaron de no pertenecer a ninguna organización de masas, de no votar en las elecciones y de estar ligado a un sector de la Iglesia que no era bien visto por la revolución. También por firmar el Proyecto Varela.

Al profesor Eurípides Valdés (en paz descanse) y a mí nos acusaron de formar jóvenes que se identificaban a sí mismos como libre-pensadores. Me cuentan que los estudiantes me defendieron. De la Iglesia recibí toda la solidaridad, pero también de personas muy identificadas con el régimen, incluso uno de ellos salía en la televisión (recientemente se lo comentaba a la hija de esta persona). A pesar del terror, a muchos cubanos no les gustan los abusos. Poco tiempo después, una persona bien informada me comentó que el despido había sido ordenado por José Ramón Machado Ventura.

 

 

Carta de despido de Yaxyx Cires Dib de la Universidad de Pinar del Río/ Foto: Cortesía del entrevistado

Pese a esas rayas de tigre, ¿qué recuerdos buenos tiene de su Pinar del Río natal?

Todos los pinareños llevamos la hospitalidad y la sencillez en la sangre. Yo soy del mismo Pinar (capital provincial), no es un pueblo moderno ni resalta por sus maravillas arquitectónicas, pero es agradable. Además, tiene cerca a Viñales.

Uno de mis lugares preferidos es un parque muy céntrico junto a la calle principal. Allí los miércoles por las tardes y domingos por la mañana tocaba la Banda provincial de conciertos. Además de interpretar a la perfección la música de Morricone y Williams, también tocaban La gazza ladra de Rossini.

Cuando terminaba la retreta, saludaba a un grupo de amigos que siempre debatían sobre pelota y sobre la realidad cubana; sobre esto último, aunque fuera con señas y medias palabras, se sabía de qué se hablaba.

Pero fue de la mano de Sor Reynelda Ramírez, Hija de la Caridad, que conocí un Pinar que estaba a escasos dos kilómetros del centro, el de los más pobres. Ella me invitó a trabajar en un proyecto de promoción humana para niños en un barrio pobre llamado El Rancho. Allí, como en otros barrios marginales, se resumía y todavía se resume la dureza de la vida de millones de cubanos.

También guardo gratos recuerdo de Consolación del Sur, la tierra que vio nacer a mi abuela, con quien caminaba por el fango hasta llegar a la finca de mi bisabuelo «Nene» Páez. De la tierra de Willy Chirino, siempre he admirado que el comunismo nunca logró cambiar el carácter conservador ni su amor a la Virgen de la Candelaria.

Gracias a que dirigí la juventud católica de toda la diócesis, desde Mantua hasta Guanajay, incluyendo Artemisa, Mariel y Cabañas (la Iglesia sigue con la demarcación antigua), conozco casi todos los municipios que hoy están en tres provincias, según la división político administrativa actual.

¿Y lo de la concretera en el cine en que pueblo fue?

Mucha gente nos cree tontos a los pinareños, y puede que la historia de la concretera dentro del cine sea real. Sin embargo, aunque no me gusta ver la historia desde el poder, debo recordar que mi provincia ha dado a Cuba dos presidentes: Ramón Grau San Martín y Carlos Prío Socarrás. Ya sabemos que no fueron perfectos; pero hay que reconocer que Pinar del Río no es tierra de dictadores.

Cuentan que la receta de su mamá de caldereta o enchilado de langosta es ambrosía. ¿Da igual la langosta o debe ser de La Coloma?

 

 

Enchilado de langosta a lo cubano / Foto: Recetas cubanas

 

 

Soy hijo y nieto de cocineras. En mi caso, aunque no soy cocinero de profesión, creo que me defiendo. La carne de puerco asada en cazuela y los buñuelos de boniato y yuca son algunas de las especialidades de mi abuela; la langosta y el pai de limón son platos estrella de mi mamá, y tengo testigos.

Le pedí a mamá que compartiera algo de su secreto a los lectores de CiberCuba y me dijo que lo esencial es adobarlas con ajo, orégano, sal, pimienta y un toque de vinagre durante una hora antes de ponerlas a cocinar. Después, el sofrito con pasta de tomate y bastante cebolla. Todo eso a fuego lento y tapada con vino de cocina. Por favor, quienes viven en Cuba y que tenga la suerte de conseguirla, que sean prudentes, pues el olor activa el espíritu informativo de cualquier buen cederista.

En Miami mamá compra la langosta. Dicen los entendidos que la de La Coloma es mejor; lo que pasa es que esa es para el turismo y la exportación. Es lamentable que sea una de las tantas comidas prohibitivas para muchos hogares cubanos, pues además de tener que comprarla en el mercado negro, los precios son muy altos. Una jubilada con una pensión equivalente entre 9 y 15 dólares, o un trabajador del sector estatal con un salario mínimo de 16 dólares, difícilmente puedan darse ese gusto.

 

 

 

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