Cuba: “Un simple chubasco podría matarnos”
¿Por qué se derrumba La Habana? El drama diario de familias enteras que sobreviven entre escombros
El corazón de La Habana tiene dos caras, la Habana Vieja y lo que se conoce como Centro Habana. Es ya cotidiano escuchar acerca de familias que ven sus techos venirse abajo o sus balcones ceder ante las humedades y la falta de mantenimiento. Quedan casi a la intemperie o expuestos a que el resto de la estructura colapse y les caiga encima, cosa que ha sucedido, con pérdida de vidas incluidas.
La muerte ronda entre techos y balcones. Se sabe de casos, como el de unos padres que recientemente perdieron a sus tres hijas al colapsar un balcón estando las niñas debajo. No es un secreto, es una denuncia constante. Es un miedo y una plegaria. Un lamento y un ruego. El dato es que ya está ocurriendo en otros lugares a pesar de que el epicentro de los desplomes es la capital, pues sus edificaciones, otrora famosas por su belleza y antigüedad, fácilmente datan de 80 a 100 años de no siempre feliz existencia.
Por la medida chiquita, las tuberías llevan 60 años sin mantenimiento. Habría que concluir que las instalaciones originales se hicieron con materiales de primera, a juzgar por el tiempo que han resistido. Pero los materiales también se fatigan y no hay dinero para reparaciones.
“No lo tiene el gobierno y menos los particulares –nos confía un cubano buen conocedor de la problemática- El caso es que se forman lagunas en los entretechos y la humedad de la lluvia se va concentrando allí hasta que los materiales ceden y es cuando se produce el colapso de la estructura. Cuando esto ocurre, la gente se va a los portales a vivir, muchas veces rodeada de escombros. Allí, el hacinamiento trae problemas de salud y otros derivados de permanecer literalmente a la intemperie”.
La “Llave del Nuevo Mundo”
Así consideraban a La Habana desde el imperio español. Era la joya de la corona en América. En verdad, pocas tierras tan hermosas, de mares alucinantes y palmeras que distribuyen equitativamente las suaves brisas salinas. En noviembre del 2019, la ciudad cumplió 500 años sin que nada haya podido con ella. Estoica, ha soportado huracanes, exilios, revoluciones, crisis de todo tipo, embargos y ahora derrumbes. Para quien conoció su esplendor, hay decadencia, decrepitud y hasta ruina.
Dicen algunos historiadores y periodistas investigadores, que su origen es incierto; una versión la cuenta la historia oficial pero, aun considerando que podría ser el año de 1519 cuando se dijo la primera misa bajo una mítica ceiba, hay quienes sostienen que la ciudad es más antigua, y que sus inicios podrían situarse entre 1514 y 1515 la fecha de los primeros asentamientos.
Parece bastante aceptado, en todo caso, que un 25 de Julio emergió La Habana, el día en que el santoral católico marca la fiesta de San Cristóbal, un gigantón patrono de los viajeros. Originalmente fue bautizada con el nombre del santo, al cual se venera en la catedral de La Habana.
El nombre de San Cristóbal de La Habana, a criterio del historiador Dick Cluster, autor de La Historia de La Habana (2006, junto a Rafael Hernández), también encierra polémica:
«Hay mucha discusión en torno al nombre de la ciudad. Algunos también dicen que viene de Havre, que significa puerto, hasta una deformación de la palabra taína sabana, que caracteriza el terreno sobre el que se fundó», dato que recoge BBC Mundo para un reportaje publicado el año pasado en su portal.
Sálvese quien pueda
Hay quienes reciben ayuda exterior para adquirir materiales de albañilería, pero con frecuencia eso no basta. “El control sobre el cemento, ladrillos y cabillas es fuerte –dice nuestro consultado- pues el gobierno, como es de suponer, privilegia construcciones y reparaciones para el área turística. No olvidemos que Cuba vive, básicamente, del turismo. El gobierno tiene sus prioridades y no están, ciertamente, en el centro de La Habana”. Cada quien debe arreglárselas como pueda para mantener en pie su propiedad.
Ni la industria azucarera se puede decir que es un puntal hoy para la economía cubana, como lo fue desde siempre. Un dato revelador: el año pasado tuvieron que importar azúcar de remolacha.
“Las divisas más confiables llegan ahora por vía de la exportación de personal sanitario cubano para trabajar en otros países, especialmente en tiempos de pandemia”, nos dice un médico cubano que lleva la estadística.
La principal fuente de fondos de Cuba, en estos momentos, a falta de otras, es el envío de sus misiones sanitarias al exterior. Lo de la infraestructura urbana pasa a un segundo plano. Es la razón por la cual las edificaciones de lo que llaman Habana Vieja se vienen abajo y es noticia de cada día. Tanto más dramática si se producen muertes por aplastamiento, como la tragedia de aquellas 3 niñas de una sola familia hace unos meses, noticia que conmovió a los cubanos y a todo el continente.
Un chubasco puede ser mortal
Los alertas no dejan de producirse y últimamente los propios vecinos, quienes constatan día a día el estado de sus viviendas, han advertido lo que pudiera ocurrir. Es el caso de Regla Miranda, residente de La Habana Vieja, quien ha lanzado un grito de auxilio: “Un simple chubasco podría significar el fin de mi familia”. Por eso es cada vez más común el observar los techos de portales y las bases de balcones apuntalados con fuertes varas que hacen las veces de soportes, temporales, claro.
“Mira en las condiciones que está (la casa) – se queja Regla- cayéndose, y aquí no viene nadie a recoger escombros ni a demoler. Me tienen en esta pudrición –dijo a un medio independiente- En estas condiciones estoy hace años esperando un subsidio para poder arreglar la casa”. Esta cubana, por su jubilación, recibe una pensión mensual de 350 pesos (12 dólares), el costo prácticamente de un saco de cemento, si se logra encontrar por estos días. Ella tiene miedo y es lógico. Tiene una niña pequeñita y no dispone de otro lugar para dejar esa vivienda de alto riesgo. “Si se cae el techo, nos mata a todos”.
Esa es la realidad de tantas familias cubanas que aún sobreviven entre escombros. Las casas avisan pues se vienen abajo por partes. Reconstruir con recursos propios es hoy impensable para las familias cubanas.
No se salvan templos ni capillas
Algo similar está ocurriendo con las instalaciones religiosas como residencias de congregaciones, colegios y templos ubicados en la misma céntrica y antigua zona de La Habana. También las hay de considerable data en lugares como Camaguey, donde los escolapios lograron remodelar la estructura (de toda la vida) de su muy tradicional y prestigioso colegio de varones. En el caso de la Capilla de la Inmaculada, la suerte no fue la misma.
Hace unos días, la prensa internacional difundía la queja de las Hijas de La Caridad, cuya capilla requiere urgente mantenimiento. “Eso me toca de cerca –nos refiere un cubano muy cercano a la Iglesia quien viaja con frecuencia a Cuba- porque allí ha vivido en varios períodos una monja, gran amiga, con la cual estuve departiendo, justo allí, ampliamente en 2015 y 2017. Por supuesto, visité todas las instalaciones, incluyendo la capilla. En rigor de términos no es una parroquia ni un templo abierto al culto, sino la capilla de la casa, antiguo gran colegio y residencia provincial – hasta hoy – de las Hijas de la Caridad”.
Explica que, por razones obvias, se abre al culto limitado, seguramente diario por la misa, de las pocas personas que en el barrio deseen asistir. Desde hace tiempo, les confiscaron una parte posterior, para almacén del hospital cercano, uno de los más grandes, si no el más grande de los reservados para un amplio sector de la élite, oficial o no, pero no el más «selecto».
Cede para Aleteia algunas fotografías, tomadas por él, que documentan la situación, por demás bastante difícil:
“Entre mis fotos tomadas, tengo un par, desde la azotea de las monjas –describe- tanto de lo incautado como del Hospital y sus adyacencias. La vista hacia el norte, el Parque Maceo, el Malecón y el mar, es de las más representativas de la capital; es una zona muy expuesta a inundaciones cuando se desborda el Malecón y se da el espectáculo muy dramático de las monjas ancianas a las que hay que sacar en las sillas de ruedas medio’nadando’. La foto de delante, de la calle San Lázaro ofrece una imagen de lo que es ese lugar inundado. Esa calle, a la derecha, en subida, termina en la escalinata de la Universidad”, precisa mostrando lo que hay en las fotos.
Puede ser algo que pase desapercibido para el gran público, pero es la vivencia de aquellos que residen en la zona vieja de La Habana, antes famosa por sus bellos edificios y sus calles reverberantes. Muy triste que ése sea el espectáculo cuando la Perla del Caribe celebra sus 500 años.