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Cubanizarse

A mediados de la semana pasada el destacado opositor venezolano Leopoldo López durante una rueda de prensa en Bogotá dijo: «Lo que no podemos permitir es que la sociedad venezolana se cubanice en el sentido en que deje de soñar, de tener esperanza».

La primera reacción que tuve fue contestar a Leopoldo que los cubanos no hemos dejado de soñar ni hemos perdido la esperanza. Después enmendé el reclamo aclarando que «no todos» y terminé concluyendo que todavía quedan algunos cubanos que sueñan, que tienen esperanza, aunque finalmente no envié el mensaje al opositor venezolano.

Hasta ahora podíamos sentirnos felices, orgullosos, de que en algún lugar del mundo los compositores cubanicen su música; los restaurantes, la comida; los bares, los cócteles; los bailarines, sus movimientos y cualquier otra manifestación de la vida donde se aprecie (o nos imaginemos) el sello de esta identidad para vanagloria de nuestro incurable nacionalismo.

Pero que cubanizado pueda entenderse como un calificativo deleznable resulta, cuando menos, doloroso; y Leopoldo López no es el culpable por una poderosa razón: todo el que lo escuchó entendió lo que quería decir. No tuvo que explicarlo.

Ya en las redes sociales es común que algunos cubanos que viven en otros países denigren a los residentes en la Isla llamándolos eunucos, carneros, aguantones, gallinas y otros improperios alusivos a la cobardía

Ya en las redes sociales es común que algunos cubanos que viven en otros países denigren a los residentes en la Isla llamándolos eunucos, carneros, aguantones, gallinas y otros improperios alusivos a la cobardía. Después de los multitudinarios desfiles por el 1 de Mayo se renuevan cada año estos insultos. Así pasó también luego del referendo que aprobó la Constitución de la República y así ocurre ahora mismo cuando no se produce el tantas veces convocado estallido social y en su lugar se multiplican los mítines de repudio contra los inconformes y los actos de «reafirmación revolucionaria».

La mansedumbre con la que una buena parte de la población acepta subidas de precios, tiendas en las que no se puede comprar con el dinero que se gana trabajando, el secretismo informativo, la ausencia de derechos políticos y las restricciones a las iniciativas económicas, solo puede explicarse de dos maneras: o el régimen está haciendo lo correcto y no hay razones para manifestarse en contra o el miedo está ganando la batalla.

Si algún mensaje quisiera enviarle como respuesta a Leopoldo López sería manifestarle mi optimismo en relación a lo cerca que parecen estar los venezolanos de sacudirse a su impresentable presidente y empezar un proceso de sanación nacional. Ojalá que sea pronto. Ojalá que, contaminados con el ejemplo, los cubanos se venezolanicen.

 

 

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