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Dagoberto Valdés Hernández: El dolor de la separación y del exilio

Cuba – libertad

 

He hablado de la crisis terminal y el dolor desgarrador que se vive y se sufre dentro de la Isla por tantos motivos. Hoy quiero referirme a un dolor compartido entre todas las orillas de nuestra nación desmembrada.

En efecto, otro de los más graves daños que ha sufrido Cuba es el haber sido disgregada, desmenuzada, descuartizada, por un sistema totalitario que es la causa primera y profunda de la dispersión de los cubanos por el mundo.

En ocasiones han logrado hasta que los cubanos de dentro y de fuera nos echemos la culpa, unos a otros, de esta terrible segmentación y de las antiguas y nuevas divisiones por causas políticas. Esto es una de las trampas y mitos de este régimen que es el que ha despedazado a los cubanos y que ha sembrado entre nosotros esa crispación enfermiza de culparnos entre compatriotas de lo que es responsabilidad, consecuencia y lesión, producida por un sistema que tiene al odio como base de las relaciones humanas.

Los extremismos, las divisiones, la violencia verbal, las faltas de respeto, las difamaciones y otros vicios sociales y políticos no son de ahora, ni siquiera de los últimos 66 años;pero no hay duda que su generalización, su profundización y, sobre todo, su radicalización fanática y excluyente, proviene en el caso de Cuba de la esencia del sistema político y de la visión maniqueísta que profesa e inculca el sistema a todos los cubanos desde niños: que el mundo está dividido en dos grupos enfrentados y que deben luchar por destruir al contrario.

Es la filosofía en que se basa la llamada “lucha de clases”, que en realidad es la batalla que tiene como finalidad eliminar al que piensa diferente, sacarlo de la sociedad o del país, anularlo como ciudadano y como persona. Cuba ha vivido, desde sus escuelas, y desde los medios de comunicación ideologizados, una enfermedad cívica que han inculcado, en cada calle del país, y que ha convertido la convivencia civilizada en vigilancia, delación, encono y difamación. Cuando no se logra adoctrinar y cambiar la forma de pensar, de hablar y de relacionarse de las personaso los grupos, entonces ha surgido a lo largo de los años aquella criminal solución: ¡Si no están de acuerdo, que se vayan! ¡No los queremos! ¡No los necesitamos!

*La separación y el exilio*

Entonces, desde los primeros meses de 1959, comenzó el desguace de la nación cubana. Esa operación de desintegración física, sentimental, moral y espiritual es unode las más crueles y deshumanizantes resultados de un sistema que ha puesto el poder por encima de la familia, de la sociedad y del alma de la nación.

Desde hace 66 años, la nación cubana sufre indeciblemente cada desgarrón de los miembros de sus familias. Y desmembrar a la familia, célula fundamental y nutricia de la sociedad, es la mejor forma de destruir esa sociedad. La familia es y debe ser la realidad fundante, educadora, socializadora y protectora del ciudadano. Un ciudadano cuya familia es descuartizada, queda a merced de la soledad física, emotiva y espiritual. Queda a merced del poder y de la desolación que produce la desesperanza. Esta es la condición más propicia para que el poder invada la vida privada, la condicione, la haga vulnerable y termine por deshumanizarla.

Es verdad y palpable que Cuba, cada cubano, sufrimos a causa de la crisis terminal de la economía, de la política, de la sociedad, pero con frecuencia se nos olvida que, en cada una de esas dimensiones, atravesando la miseria económica, haciéndonos más vulnerables ante el poder total, despersonalizando a la sociedad desmigajada, está un sufrimiento mayor que es el de la separación de las familias.

Debemos tomar conciencia de este dolor. La separación de las familias es una forma de pobreza inenarrable, que no se tiene en cuenta, ni se menciona, porque la urgencia del hambre, de la falta de electricidad, de agua, de medicamentos, de transporte, de todo lo material para sobrevivir, nos nubla la mente y no nos damos cuenta de quetodas esas miserias caen sobre un mal mayor: el desgarramiento y la separación de la familia.

Está todavía por estudiar desde el punto de vista antropológico, el impacto que ha producido la separación de las familias, por más de seis décadas, en la psicología, en la educación, en la forma de relacionarnos, en el nivel del respeto y la tolerancia al diferente, en la inteligencia emocional descuartizada, en el debilitamiento de la voluntad y en el alma rota de los cubanos. Es un crimen de dimensiones insospechadas y de consecuencias inimaginables.

Las madres y padres que han muerto sin volver a ver a sus hijos. Los padres, madres, abuelos y abuelas, que saben que las videollamadas e, incluso, los encuentros breves y ocasionales, no pueden llenar, ni sustituir a la unidad y convivencia de la familia en el suelo donde están sus raíces. Este es uno de los peores sacrificios que ha sufrido el pueblo cubano y que, casi nunca, sale suficientemente en las encuestas, ni es tratado con objetividad en los estudios sobre el exilio, ni en las políticas de todas las partes. Se menciona la separación de las familias como una consecuencia más, pero no como el origen de la despersonalización, de los comportamientos desajustados, de los ataques desmesurados entre compatriotas, de las descalificaciones ofensivas, del lenguaje crispado y de esa especie de epidemia que estamos padeciendo de juzgar y condenar al que piensa diferente.

El exilio histórico, las diferentes oleadas migratorias, y todos los que han huido de la Isla llevándose a Cuba en su corazón desgarrado, todos esos cubanos que han sobrevivido al naufragio y que han reconstruido a fuerza de tesón y trabajo sus vidas y han apoyado a los miembros de su familia que quedaron en la Isla, todos formamos la única nación cubana que ha podido seguir viva, luchando pacíficamente por la libertad, y que respira con dos pulmones: los que sufrimos y trabajamos en la Isla, y los que sufren y trabajan en la Diáspora. Cuba no puede vivir y reconstruir su futuro sin el concurso aunado de sus dos pulmones.

*Propuestas*

Como siempre, no quiero terminar sin ofrecer algunas propuestas para sanar este daño:

1. Sería muy bueno identificar y denunciar el origen del sufrimiento de la separación para que no se desvirtúe la causa de raíz y no nos inculpemos, entre nosotros, los que la hemos sufrido. La raíz es el régimen. Las víctimas todos los cubanos: los de la Isla y los de la Diáspora, que incluye al exilio histórico y a todos los demás exilios que han venido después por la misma causa.

2. Una vez identificado sería bueno rescatar y enseñar, todos los días, a nuestros hijos y nietos que la familia es lo primero y principal, por encima de la política, de las medidas económicas, de los enfrentamientos sociales. La familia es y debe ser sagrada, intocable y unida en la diversidad.

3. Nadie debe ser empujado a irse de su propio país, todos somos hijos de Cuba, por eso debemos decir con las palabras, con el corazón y con las obras: somos un solo pueblo. La libertad debe devolvernos la unidad de nuestras familias. Porque digámoslo contra viento y marea: ¡Sí los queremos! ¡Sí los necesitamos!

4. Las Iglesias, las instituciones de caridad, los partidos políticos, los activistas de la sociedad civil deberíamosprestar mayor atención a la familia: ayudar a su unidad, a su reintegración, a su equilibrio emocional, moral y espiritual. Este es y será un enorme y raigal servicio humanitario y político para una sana reconstrucción de la nación cubana.

No puedo concluir esta reflexión sobre la separación de las familias cubanas y el dolor del exilio y también de los que permanecemos en la Isla, sin recordar, una vez más, una de las frases más vigentes, decisivas y señeras del Papa San Juan Pablo II en la Misa de Santa Clara, en Cuba, el 22 de enero de 1998:

“¡Cuba: cuida a tus familias para que conserves sano tu corazón!”

Hasta el próximo lunes, si Dios quiere.

 

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