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Dagoberto Valdés: La libertad y el dinero

Dagoberto Valdés Hernández:

El régimen cubano, a través de la Resolución 111/2023 del Banco Central de Cuba del 2 de agosto de 2023, ha establecido graves regulaciones al uso del dinero por el Estado. No voy a entrar en los aspectos financieros y económicos de esta norma. Ya lo han hecho varios especialistas de forma crítica y aguda.

Como siempre quiero abordar este tema, que ha sorprendido a toda la sociedad cubana, acercándonos a él desde el punto de vista ético, vale decir, señalando su impacto en la persona humana.

En efecto, el dinero es una invención que surge cuando la sociedad pasó del trueque en especies al uso de una “instrumento de cambio” que facilitara la obtención de bienes y servicios para el pleno desarrollo y disfrute de las personas. Por tanto, el primer principio ético es que el dinero debe estar al servicio de la persona y no la persona sometida al dinero. Asimismo, como el Estado debe estar al servicio de los ciudadanos y no estos al servicio del Estado, entonces podemos decir que el dinero de las personas no debe ser manipulado ni “acorralado” por el Estado para satisfacer sus intereses políticos o económicos.

Es verdad que el Estado debe poner los instrumentos jurídicos para preservar a la sociedad de la corrupción, el mercado subterráneo, y otras anomalías financieras. Sin embargo, esto no debe servir de pretexto para controlar hasta las finanzas personales. La intervención del Estado en el dinero privado, sin mediar un delito económico comprobado, es traspasar los límites de su poder.

*La autonomía del patrimonio personal o empresarial privado*

Otro principio es que la irrupción del Estado en las cuentas personales o de las empresas privadas, que no sean para garantizar la transparencia tributaria, evitar el lavado de dinero, así como cualquier manifestación de corrupción, constituye una invasión en la propiedad privada y una limitación de la autonomía del ciudadano.

Cada vez que el Estado intenta invadir, manipular, controlar directamente el dinero privado, eso constituye una violación del derecho a la propiedad y a la independencia económica.

Cada vez que el Estado intenta este tipo de control invasivo lo que provoca es una fuga del capital hacia el mercado subterráneo, maniobra a la que recurre el privado para escapar de la excesiva manipulación del Estado.

Cada vez que el Estado impone una norma de excesivas restricciones al mercado y a las finanzas provoca una fuga de los inversionistas extranjeros que huyen del “corralito” impuesto a sus ganancias e intentan escapar a las restricciones de sus operaciones financieras.

Además, estas normativas, que irrumpen de sorpresa en medio de la peor crisis sistémica que sufre Cuba, crea mayor inestabilidad, fomenta la desconfianza, desanima al emprendedor y aumenta el descontento y el disenso de los ciudadanos.

En el momento en que se habían creado ciertas expectativas, acertadas o no, con relación a las micros, pequeñas y medianas empresas (MIPYMES) como factores para paliar la escasez de todo, como instrumentos para el emprendimiento privado e, incluso, para algunos, como primer paso en la apertura económica que podría, según ellos, desembocar en una apertura política, el Estado interviene, con este golpe de tranca, para dejar claro quién ejerce el control total, quién puede retirar en seis meses las licencias a los negocios privados que no entren bajo su control, y cómo estas normas se decretan sin consulta ni previo aviso.

Considero que estas medidas de choque no son convenientes para nadie: ni desde el punto de vista económico, porque desestimulan y dejan cada vez más clara la estatización y centralización de la economía cubana; y tampoco son convenientes desde el punto de vista político porque también dejan al descubierto que no hay voluntad de cambio en ningún sentido. Tampoco sirven a los que desde el exterior intentan hacer creer que hay en marcha una reforma verdadera en el plano económico que devendría en una transición política. En resumen, ha sido una medida desfavorable para todos, incluidos los mismos que la han decretado.

Pudiera darse la sensación de inestabilidad, de traspiés estructural, de contraposición interna visible. Nada de esto es conveniente para nadie. Nada de esto permite a los ciudadanos tener sosiego, estabilidad y certidumbre para hacer su proyecto de vida. Todo esto estimula la huida. Nadie quiere vivir en esta angustia existencial.

Es verdad que el dinero puede corrompernos, esclavizarnos, deshumanizarnos, si hacemos de él un ídolo. Es verdad que el dinero no crea directamente la felicidad. Pero también es verdad que lo que hemos ganado con trabajo honrado y sacrificio personal no debe ser intervenido por el Estado. El dinero, como todo en la vida, puede ser usado para bien y para mal. Todo depende del “lugar” que le demos en nuestras vidas y en nuestra escala de valores, así como del empleo que le demos y de cómo lo administremos.

Es necesario igualmente tener en cuenta el destino universal de los bienes otorgado por el Creador a todo lo que existe. Esta finalidad debería inspirar y edificar una justicia conmutativa y distributiva entre los ciudadanos creando oportunidades para todo el que quiera trabajar y progresar, sin medidas paternalistas que fomenten, aunque sea indirectamente, el igualitarismo, la desidia y la vagancia.

La libertad de todo ser humano tiene, entre otras, una relación con la posibilidad de crear, ahorrar y administrar sus propios recursos, que le permitan satisfacer sus necesidades siempre crecientes, crear un fondo para su ancianidad o posible enfermedad y dejar un patrimonio honrado y decoroso para sus descendientes.

Para lograr este fin, es necesario, es urgente, recapacitar y comenzar las profundas transformaciones estructurales y sistémicas que Cuba necesita.

La relación entre libertad, derechos y propiedad es propia de la condición de persona inalienable de todo ciudadano, y todo lo que atente contra esa relación indisoluble va contra la naturaleza humana y contra su dignidad. Este es el fondo de la cuestión.

Sin ir al fondo de la cuestión no habrá solución verdadera.-

 

 

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