«Danke, Angela Merkel»

Angela Merkel y su sucesora en la presidencia de la CDU, Annegret Kramp-Karrenbauer.

El viernes pasado, en la conferencia de la Unión Demócrata Cristiana en Hamburgo, Alemania, Angela Merkel se paró en el escenario, de espaldas a la audiencia de delegados, a ver un video musical con el título «Danke, Angela Merkel»«Gracias, Angela Merkel» -. Fue un montaje de instantáneas de los años transcurridos desde que se convirtió en presidenta de la C.D.U., el partido de centro-derecha de Alemania (Merkel enfatizó el centro), en el año 2000, y su ascenso como Canciller, en el año 2005, al ritmo de la música de «Days». Era la versión original de la canción de Kinks -no las versiones de Kirsty MacColl o Elvis Costello- con la letra: «Gracias por los días, esos días interminables, esos días sagrados que me diste». Los subtítulos del vídeo agradecían a Merkel las cualidades que tiene y a las que se ha aferrado «en un mundo lleno de altavoces»: seriedad, humanidad, coraje, persistencia, curiosidad y lo que la ortografía alemana representaba como «Chuzpe«. No se mostraba a ningún tipo de persona que hablase en voz alta y que estuviera activa en la escena mundial actual, y que los editores de la película pudieran haber tenido en mente.

En un sentido práctico, el asunto más urgente antes de la conferencia no era dar las gracias a Merkel, sino reemplazarla como líder del Partido, aunque para algunos, esas tareas puede que se hayan mezclado. Merkel había anunciado en octubre que no buscaría la reelección como líder, aunque quiere permanecer como Canciller hasta que termine su mandato, en 2021. Se había visto debilitada por las pérdidas electorales de la C.D.U. en el estado de Hesse y por un descontento general ante su política de refugiados. También había una sensación de que un buen número de personas -tanto del Partido como del público en general- se han cansado de su liderazgo. El programa satírico de televisión «Heute-Show» envió a un comediante, Lutz van der Horst, al Bundestag con dos globos, uno marcado «Danke! y el otro decorado con un número «18″ multicolor, ostensiblemente buscando efusiones sentimentales hacia ella, de parte de algunos políticos. Se encontró con un desconcierto teutónico bastante reservado.

 

La capacidad de Merkel para mantener su autoridad durante el tiempo que conserve la Cancillería -un tiempo incierto, dadas las complejidades del actual gobierno de coalición de Alemania- dependía en gran medida de quién triunfase en la elección para sucederla como jefa de la C.D.U. Uno de los contendientes, Friedrich Merz, ya había perdido contra ella en una pelea por el liderazgo en 2002, y todavía parecía estar resentido. «Danke, Angela Merkel» podría tener  para él el mismo tono irónico que un republicano diciendo: «Gracias, Obama«. Merz dejó la política durante muchos años, trabajando como abogado y en la firma de inversiones BlackRock. Su principal oponente, Annegret Kramp-Karrenbauer, que era la ministro-presidente del estado del Sarre, estaba más estrechamente relacionada con Merkel. (Un tercer candidato, Jens Spahn, que tiene apenas algo más de treinta años, es visto como un candidato para el futuro, y fue eliminado al principio de la votación). Novecientos noventa y nueve delegados votaron; Kramp-Karrenbauer ganó, con quinientos diecisiete. Cuando llegó al escenario después, Merkel, que había evitado apoyar formalmente a un candidato, la saludó con felicidad sincera.

Kramp-Karrenbauer, conocida como A.K.K., ha sido etiquetada, con demasiada facilidad, como la mini-Merkel, a pesar de que sus estilos políticos y sus biografías son bastante diferentes. Cuando los Kinks lanzaron «Days», en 1968, Merkel era una niña de trece años que vivía del otro lado del Muro de Berlín; su reputación de estabilidad enmascara los grandes trastornos de su vida, de la misma manera que su liderazgo oscurece, de una manera muy aceptada, lo tumultuosa que podría haber sido la reintegración de Alemania Oriental y Occidental. (Merkel, que fue una científica, se unió a un pequeño partido de Alemania Oriental que se fusionó con la C.D.U. poco después de la caída del Muro, en 1989; para 1991, era ministra en el gobierno de Helmut Kohl). Kramp-Karrenbauer, en 1968, tenía cinco años y vivía en una pequeña ciudad del Sarre. Es más conservadora en temas sociales que Merkel y, al mismo tiempo, una activista electoral dinámica y alegre. De hecho, algunos delegados de la C.D.U. dijeron a los periodistas que, aunque Merz era visto como una figura estable e institucional, pensaban que Kramp-Karrenbauer haría un mejor trabajo para ganar votos. (Merz fue cómplice de esa visión al ser incapaz de responder a preguntas sobre su riqueza, que parece ser considerable, afirmando ser sólo de la «clase media alta«; al pedírsele que aclarara, afirmó que la «clase media» era, en realidad, sólo un estado de ánimo). Es innegable que Kramp-Karrenbauer no ocupa todavía nada parecido al espacio político que ocupa Merkel. Sin embargo, se sospecha que la etiqueta mini-Merkel depende demasiado de que ambas son mujeres con cabello corto, lo que no debería ser suficiente para borrar la identidad política propia de Kramp-Karrenbauer. Al mismo tiempo, si Merz hubiera ganado, la influencia de Merkel no hubiera sido la misma como para que, por ejemplo, el martes, la Primera Ministra Theresa May, en su lucha por conseguir ayuda con el Brexit, se apresurara a reunirse con ella en Berlín. Merkel sigue siendo la Canciller. (Como dirían los Kinks, «Y aunque te hayas ido / Estás conmigo todos los días, créeme.«) En una entrevista con el diario Saarbrücker Zeitung, Kramp-Karrenbauer dijo que, por el momento, no se unirá al Gobierno como ministra: «La Canciller decide la composición del gabinete, y el gabinete está completo.»

«No nací para ser Canciller«, dijo Merkel en su discurso ante la conferencia. Y sin embargo, eso es en lo que se había convertido; asimismo les dijo, «fue, para mí, un gran honor; fue, para mí, una alegría». Merkel ha sido una figura histórica mundial, y sigue siéndolo. Mientras hablaba, los delegados levantaron pancartas que decían «Danke Chefin«, sentimiento que podría traducirse como un afectuoso «Gracias, Jefa«. Cuando Merkel terminó, hubo una ovación de pie, y lágrimas, y algunos cantos de «¡Danke, Angie!» Duró más de nueve minutos.

El video con el final del discurso de Merkel y la ovación posterior.

 

Traducción: Marcos Villasmil


NOTA ORIGINAL:

The New Yorker

“Danke, Angela Merkel”

Amy Davidson-Sorkin

This past Friday, at the Christian Democratic Union conference in Hamburg, Germany, Angela Merkel stood on the stage, with her back to the audience of delegates, watching as a music video with the title “Danke, Angela Merkel”—“Thanks, Angela Merkel”—played. It was a montage of snapshots from the years since she became the chair of the C.D.U., Germany’s right-center party (Merkel emphasized the center part), in 2000, and her ascension as Chancellor, in 2005, set to the music of “Days.” It was the original Kinks version of the song—not the Kirsty MacColl or Elvis Costello covers—and they sang, “Thank you for the days, those endless days, those sacred days you gave me.” Captions to the video thanked Merkel for the qualities that she has and has held onto “in a world full of loudspeakers”: seriousness, humanity, courage, persistence, curiosity, and what the German spelling rendered as “Chuzpe.” Any particular loud-speaking types now active on the world scene whom the film’s editors might have had in mind were not depicted.

In a practical sense, the most urgent business before the conference was not thanking Merkel but replacing her as Party leader, though for some those tasks may have been conflated. Merkel had announced in October that she would not seek reëlection as leader, though she wanted to stay on as Chancellor until her term ended, in 2021. She had been weakened by the C.D.U.’s election losses in the state of Hesse and by general unhappiness about her refugee policies. There was also a sense that a good number of people—in both the Party and the broader public—have tired of her leadership. The satirical television program “Heute-Show” sent a comedian, Lutz van der Horst, to the halls of the Bundestag with two balloons—one marked “Danke!,” with “Merkel” added in Magic Marker, and the other decorated with a multicolored “18” (her years as party leader) surrounded by stars, ostensibly in search of outpourings of sentimentality about her from various politicians. He was met with fairly reserved Teutonic bemusement.

Merkel’s ability to maintain her authority for however long she retains the Chancellorship—an uncertain time, given the complexities of Germany’s current coalition government—depended largely on who won the race to succeed her as C.D.U. chief. One of the contenders, Friedrich Merz, had lost to her in a leadership fight in 2002, and still seemed to resent it. Coming from him, “Danke, Angela Merkel” might have the same ironic tone as a Republican saying, “Thanks, Obama.” Merz quit politics for many years, working as a lawyer and at the investment firm BlackRock. His main opponent, Annegret Kramp-Karrenbauer, who was the state governor of the Saarland, was more closely associated with Merkel. (A third, Jens Spahn, who is still in his thirties, is seen more as a candidate for the future, and was eliminated early in the voting.) Nine hundred and ninety-nine delegates cast votes; Kramp-Karrenbauer won, with five hundred and seventeen. When she came to the stage afterward, Merkel, who had avoided formally endorsing a candidate, greeted her with what looked like real happiness.

Kramp-Karrenbauer, known as A.K.K., has been labelled, too easily, as the mini-Merkel, even though their political styles and their biographies are quite different. When the Kinks released “Days,” in 1968, Merkel was a thirteen-year-old girl living behind the Berlin Wall; her reputation for stability masks the great upheavals in her life, just as her leadership obscures, in a welcome way, how much more tumultuous the reintegration of East and West Germany might have been. (Merkel, who had been a scientist, joined a small East German party that merged with the C.D.U. soon after the Wall came down, in 1989; by 1991, she was a minister in Helmut Kohl’s government.) Kramp-Karrenbauer, in 1968, was five years old and living in a small town in the Saarland. She is more conservative on social issues than Merkel, and, at the same time, a dynamic and cheerful campaigner. Indeed, C.D.U. delegates told reporters that, although Merz was seen as a steady, institutional figure, they thought that Kramp-Karrenbauer would do a better job of winning votes. (Merz abetted that view by being inept in answering questions about his wealth, which appears to be considerable, claiming to be only “upper middle class”; asked to clarify, he claimed that “middle class” was, really, just a state of mind.) It’s undeniable that Kramp-Karrenbauer does not yet occupy anything close to the political space that Merkel does. And yet one suspects that the mini-Merkel label is a bit too dependent on both of them being women with short hair—which shouldn’t be enough to erase Kramp-Karrenbauer’s own political identity. At the same time, had Merz won, Merkel’s influence might no longer be such that, for example, on Tuesday, Prime Minister Theresa May, in her scramble for help with Brexit, hurried to Berlin to meet with her. Merkel is still the Chancellor. (As the Kinks might put it, “And though you’re gone / You’re with me every single day, believe me.”) In an interview with the Saarbrücker Zeitung, Kramp-Karrenbauer said that, for the moment, she won’t be joining the government as a minister: “The Chancellor decides on the composition of the cabinet, and the cabinet is at full count.”

“I was never born to be Chancellor,” Merkel said, in her speech to the conference. And yet that is what she had become, and, she told them, it “was, for me, a great honor; it was, for me, a joy.” She has been a world-historical figure, and remains one. As she spoke, delegates held up signs saying “Danke Chefin”—the feminine form of “chief;” the sentiment might be translated as a fond “Thanks, Boss Lady.” When Merkel finished, there was a standing ovation, and tears, and some chants of “Danke, Angie!” It lasted more than nine minutes.

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