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De las ollas del Comandante a las croquetas del viceministro

LA HABANA, Cuba.- Recientemente, el viceministro de la Industria Alimentaria, durante una comparecencia en el programa Haciendo radio, de Radio Rebelde, en la que contestó como pudo y quiso las preguntas de algunos oyentes, se centró en la mala calidad de las croquetas de Mercomar y del pan que se vende de modo racionado (uno diario por persona), y aseguró que se esforzarán para mejorar ambos productos.

Lástima no se refiriese también el viceministro, ya que trataba de bazofias, al café mezclado con vaya usted a saber qué porquería y que provoca gastritis, tupe las cafeteras y las hace reventar cual coche bomba.

También pudo hablar del Lactosoy, el Cerelac, la masa cárnica y el picadillo con exceso de soya, tonalidades verdes, olor a podrido, y más sebo que el que contenía la bola en la nuca del abuelito de Kim Jong-un.

Referente a las mejoras en la calidad, pudo haber dicho el viceministro, como dicen “ellos”, los dirigentes, tanto como los policías, que hablan en jerga parecida cuando están investigando un robo que probablemente no resolverán: “Estamos trabajando en base a eso”. Ya, lo sabemos. Y damos por descontado que no habrá resultados, al menos positivos. Como casi siempre todo les sale al revés, va y los panes los hacen más ácidos y con menos gramaje, y las explosivas croquetas, en vez de hacerlas de claria, las empiezan a confeccionar con guajacones.

¡Partía el alma el viceministro! Salvando las distancias, me recordó —¡ay, Silvio, qué maneras más curiosas de recordar tiene uno!— al Máximo Líder, cuando enfrascado en la revolución energética, se presentaba en la Mesa Redonda televisiva para disertar durante horas sobre la conveniencia, para ahorrar combustible, de ponernos a todos los cubanos a cocinar no con el gas de las bombonas —nosotros le decíamos balitas, solo él las llamaba bombonas, tal vez instruido por Chávez o el Compañero Evo— sino con electricidad, con aquellas cocinas chinas, cuyas resistencias no aguantaban tres rounds, y menos para hacer potajes; pero el Comandante, luego de recomendar el Chocolatín, nos enseñaba cómo usar las ollas de presión, también chinas, y al modo de Nitza Villapol, nos enseñaba, por si lo habíamos olvidado o no lo sabíamos, que los frijoles, para que se ablanden bien, hay que dejarlos en remojo de un día para otro.

Y si el Comandante no abundaba más sobre temas culinarios, y explicaba recetas sofisticadas para preparar camarones o langosta, la feijoada de Bahía con aceite de coco, o los espaguetis con jugo de naranja y quesos franceses, como hacía con García Márquez, Frei Betto y otros de sus amigos, era para no perder el contacto con su pueblo, siempre presto al sacrificio y la austeridad proletaria, y al que si le hablaba de exquisiteces de gourmet, se iba a quedar en Babia, aturdido ante tanto manjar inmerecido.

Uno se queda lelo ante estos jefes tan preocupados por los temas domésticos, especialmente los culinarios. Cazueleros, como los hubiera llamado mi abuela Margot. No me negarán que a veces resultan muy divertidos. Siempre es saludable buscarle el lado cómico a lo malo.

luicino2012@gmail.com

Luis Cino Álvarez

Luis Cino Álvarez

Luis Cino Álvarez (La Habana, 1956). Trabajó como profesor de inglés, en la construcción y la agricultura. Se inició en la prensa independiente en 1998. Entre 2002 y la primavera de 2003 perteneció al consejo de redacción de la revista De Cuba. Es subdirector de Primavera Digital. Colaborador habitual de CubaNet desde 2003. Reside en Arroyo Naranjo. Sueña con poder dedicarse por entero y libre a escribir narrativa. Le apasionan los buenos libros, el mar, el jazz y los blues.

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