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De Neruda a Frank Báez: 7 poemas para celebrar a Walt Whitman

Frente a Walt Whitman nadie ha podido guardar silencio. Para celebrar los doscientos años de su natalicio, que se cumplen este 31 de mayo, compilamos los poemas con los que Rubén Darío, Borges, Pessoa Neruda, García Lorca y otros grandes de las letras iberoamericanas celebraron sus versos.

ODA A WALT WHITMAN

Federico García Lorca

Por el East River y el Bronx
los muchachos cantaban enseñando sus cinturas,
con la rueda, el aceite, el cuero y el martillo.
Noventa mil mineros sacaban la plata de las rocas
y los niños dibujaban escaleras y perspectivas.

Pero ninguno se dormía,
ninguno quería ser el río,
ninguno amaba las hojas grandes,
ninguno la lengua azul de la playa.

Por el East River y el Queensborough
los muchachos luchaban con la industria,
y los judíos vendían al fauno del río
la rosa de la circuncisión
y el cielo desembocaba por los puentes y los tejados
manadas de bisontes empujadas por el viento.

Pero ninguno se detenía,
ninguno quería ser nube,
ninguno buscaba los helechos
ni la rueda amarilla del tamboril.

Cuando la luna salga
las poleas rodarán para tumbar el cielo;
un límite de agujas cercará la memoria
y los ataúdes se llevarán a los que no trabajan.

Nueva York de cieno,
Nueva York de alambres y de muerte.
¿Qué ángel llevas oculto en la mejilla?
¿Qué voz perfecta dirá las verdades del trigo?
¿Quién el sueño terrible de sus anémonas manchadas?

Ni un solo momento, viejo hermoso Walt Whitman,
he dejado de ver tu barba llena de mariposas,
ni tus hombros de pana gastados por la luna,
ni tus muslos de Apolo virginal,
ni tu voz como una columna de ceniza;
anciano hermoso como la niebla
que gemías igual que un pájaro
con el sexo atravesado por una aguja,
enemigo del sátiro,
enemigo de la vid
y amante de los cuerpos bajo la burda tela.
Ni un solo momento, hermosura viril
que en montes de carbón, anuncios y ferrocarriles,
soñabas ser un río y dormir como un río
con aquel camarada que pondría en tu pecho
un pequeño dolor de ignorante leopardo.

Ni un sólo momento, Adán de sangre, macho,
hombre solo en el mar, viejo hermoso Walt Whitman,
porque por las azoteas,
agrupados en los bares,
saliendo en racimos de las alcantarillas,
temblando entre las piernas de los chauffeurs
o girando en las plataformas del ajenjo,
los maricas, Walt Whitman, te soñaban.

¡También ese! ¡También! Y se despeñan
sobre tu barba luminosa y casta,
rubios del norte, negros de la arena,
muchedumbres de gritos y ademanes,
como gatos y como las serpientes,
los maricas, Walt Whitman, los maricas
turbios de lágrimas, carne para fusta,
bota o mordisco de los domadores.

¡También ése! ¡También! Dedos teñidos
apuntan a la orilla de tu sueño
cuando el amigo come tu manzana
con un leve sabor de gasolina
y el sol canta por los ombligos
de los muchachos que juegan bajo los puentes.

Pero tú no buscabas los ojos arañados,
ni el pantano oscurísimo donde sumergen a los niños,
ni la saliva helada,
ni las curvas heridas como panza de sapo
que llevan los maricas en coches y terrazas
mientras la luna los azota por las esquinas del terror.

Tú buscabas un desnudo que fuera como un río,
toro y sueño que junte la rueda con el alga,
padre de tu agonía, camelia de tu muerte,
y gimiera en las llamas de tu ecuador oculto.

Porque es justo que el hombre no busque su deleite
en la selva de sangre de la mañana próxima.
El cielo tiene playas donde evitar la vida
y hay cuerpos que no deben repetirse en la aurora.

Agonía, agonía, sueño, fermento y sueño.
Éste es el mundo, amigo, agonía, agonía.
Los muertos se descomponen bajo el reloj de las ciudades,
la guerra pasa llorando con un millón de ratas grises,
los ricos dan a sus queridas
pequeños moribundos iluminados,
y la vida no es noble, ni buena, ni sagrada.

Puede el hombre, si quiere, conducir su deseo
por vena de coral o celeste desnudo.
Mañana los amores serán rocas y el Tiempo
una brisa que viene dormida por las ramas.

Por eso no levanto mi voz, viejo Walt Whitman,
contra el niño que escribe
nombre de niña en su almohada,
ni contra el muchacho que se viste de novia
en la oscuridad del ropero,
ni contra los solitarios de los casinos
que beben con asco el agua de la prostitución,
ni contra los hombres de mirada verde
que aman al hombre y queman sus labios en silencio.
Pero sí contra vosotros, maricas de las ciudades,
de carne tumefacta y pensamiento inmundo,
madres de lodo, arpías, enemigos sin sueño
del Amor que reparte coronas de alegría.

Contra vosotros siempre, que dais a los muchachos
gotas de sucia muerte con amargo veneno.
Contra vosotros siempre,
Faeries de Norteamérica,
Pájaros de la Habana,
Jotos de Méjico,
Sarasas de Cádiz,
Ápios de Sevilla,
Cancos de Madrid,
Floras de Alicante,
Adelaidas de Portugal.

¡Maricas de todo el mundo, asesinos de palomas!
Esclavos de la mujer, perras de sus tocadores,
abiertos en las plazas con fiebre de abanico
o emboscadas en yertos paisajes de cicuta.

¡No haya cuartel! La muerte
mana de vuestros ojos
y agrupa flores grises en la orilla del cieno.
¡No haya cuartel! ¡Alerta!
Que los confundidos, los puros,
los clásicos, los señalados, los suplicantes
os cierren las puertas de la bacanal.

Y tú, bello Walt Whitman, duerme a orillas del Hudson
con la barba hacia el polo y las manos abiertas.
Arcilla blanda o nieve, tu lengua está llamando
camaradas que velen tu gacela sin cuerpo.
Duerme, no queda nada.
Una danza de muros agita las praderas
y América se anega de máquinas y llanto.
Quiero que el aire fuerte de la noche más honda
quite flores y letras del arco donde duermes
y un niño negro anuncie a los blancos del oro
la llegada del reino de la espiga.

WALT WHITMAN

Rubén Darío

En su país de hierro vive el gran viejo,
bello como un patriarca, sereno y santo.
Tiene en la arruga olímpica de su entrecejo
algo que impera y vence con noble encanto.

Su alma del infinito parece espejo;
son sus cansados hombros dignos del manto;
y con arpa labrada de un roble añejo
como un profeta nuevo canta su canto.

Sacerdote, que alienta soplo divino,
anuncia en el futuro, tiempo mejor.
Dice el águila: «¡Vuela!», «¡Boga!», al marino,

y «¡Trabaja!», al robusto trabajador.
¡Así va ese poeta por su camino
con su soberbio rostro de emperador!

CAMDEN, 1892

Jorge Luis Borges

El olor del café y de los periódicos.
El domingo y su tedio. La mañana
y en la entrevista página esa vana
publicación de versos alegóricos

de un colega feliz. El hombre viejo
está postrado y blanco en su decente
habitación de pobre. Ociosamente
mira su cara en el cansado espejo.

Piensa, ya sin asombro, que esa cara
es él. La distraída mano toca
la turbia barba y saqueada boca.

No está lejos el fin. Su voz declara:
Casi no soy, pero mis versos ritman
la vida y su esplendor. Yo fui Walt Whitman.

ODA A WALT WHITMAN

Pablo Neruda

Yo no recuerdo
a qué edad,
ni dónde,
si en el gran Sur mojado
o en la costa
temible, bajo el breve
grito de las gaviotas,
toqué una mano y era
la mano de Walt Whitman:
pisé la tierra
con los pies desnudos,
anduve sobre el pasto,
sobre el firme rocío
de Walt Whitman.

Durante
mi juventud
toda
me acompañó esa mano,
ese rocío,
su firmeza de pino patriarca, su extensión de
pradera,
y su misión de paz circulatoria.

Sin
desdeñar
los dones
de la tierra,
la copiosa
curva del capitel,
ni la inicial
purpúrea
de la sabiduría,

me enseñaste
a ser americano,
levantaste
mis ojos
a los libros,
hacia
el tesoro
de los cereales:
ancho,
en la claridad
de las llanuras,
me hiciste ver
el alto
monte
tutelar. Del eco
subterráneo,
para mí
recogiste
todo,
todo lo que nacía,
cosechaste
galopando en la alfalfa,
cortando para mí las amapolas,
visitando
los ríos,
acudiendo en la tarde
a las cocinas.

Pero no sólo
tierra
sacó a la luz
tu pala;
desenterraste
al hombre,
y el
esclavo
humillado
contigo, balanceando
la negra dignidad de su estatura,
caminó conquistando
la alegría.

Al fogonero,
abajo,
en la caldera,
mandaste
un canastito
de frutillas,
a todas las esquinas de tu pueblo
un verso
tuyo llegó de visita
y era como un trozo
de cuerpo limpio
el verso que llegaba,
como
tu propia barba pescadora
o el solemne camino de tus piernas de acacia.

Pasó entre los soldados
tu silueta
de bardo, de enfermero,
de cuidador nocturno
que conoce
el sonido
de la respiración en la agonía
y espera con la aurora
el silencioso
regreso
de la vida.

Buen panadero!
Primo hermano mayor
de mis raíces,
cúpula
de araucaria,
hace
ya
cien
años
que sobre el pasto tuyo
y sus germinaciones,
el viento
pasa
sin gastar tus ojos.

Nuevos
y crueles años en tu patria:
persecuciones,
lágrimas,
prisiones,
armas envenenadas
y guerras iracundas,
no han aplastado
la hierba de tu libro,
el manantial vital
de su frescura.
Yay!
los
que asesinaron
a Lincoln
ahora
se acuestan en su cama,
derribaron
su sitial
de olorosa madera
y erigieron un trono
por desventura y sangre
salpicado.

Pero
canta en
las estaciones
suburbanas
tu voz,
en
los
desembarcaderos
vespertinos
chapotea
como
un agua oscura
tu palabra,
tu pueblo
blanco
y negro,
pueblo
de pobres,
pueblo simple
como
todos
los pueblos,
no olvida
tu campana:
se congrega cantando
bajo
la magnitud
de tu espaciosa vida:
entre los pueblos con tu amor camina
acariciando
el desarrollo puro
de la fraternidad sobre la tierra.

SALUTACIÓN A WALT WHITMAN

Fernando Pessoa

Traducción de Francisco Cervantes

Portugal Infinito, once de junio de mil novecientos
quince…
Hé-lá-á-á-á-á-á-á!

Desde aquí de Portugal, todas las épocas en mi cerebro,
te saludo, Walt, te saludo, hermano mío en el Universo,
yo, con monóculo y saco exageradamente adornado,
no soy indigno de ti, bien lo sabes, Walt,
no soy indigno de ti, basta saludarte para no serlo…
Yo tan cercano a la inercia, tan fácilmente lleno de tedio,
soy de los tuyos, tú bien lo sabes, y te comprendo y te amo,
y aunque no te conociera, nacido por los años en que tú
moriste,
sé que me amaste también, que me conociste, y estoy
contento.
Sé que me conociste, que me contemplaste y me explicaste,
sé qué es eso que yo soy, ya sea en Brooklyn Ferry diez años
antes que yo naciera,
ya sea por la Rúa del Oro pensando en todo lo que no es la
Rúa del Oro,
y conforme tú sentiste todo, lo siento yo todo, y acá vamos
tomados de las manos,
tomados de las manos, Walt, tomados de las manos, bailando
el universo en el alma.

¡Oh, siempre moderno y eterno, cantor de los concretos
absolutos,
concubina fogosa del universo disperso,
gran pederasta frotándote contra la diversidad de las cosas,
sexualizado por las piedras, por los árboles, por las personas,
por las profesiones,
celo de los pasajes, de los encuentros casuales, de las
meras observaciones
entusiasta mío por el contenido de todo,
grande héroe mío entrando por la muerte, de los a los pinos,
y a las hurras, y a los entusiasmos, y a los gritos saludando
a Dios!

¡Contenedor de la fraternidad feroz y tierna para con todo,
gran demócrata epidérmico, contigo a todo en cuerpo
y alma,
carnaval de todas las acciones, bacanal de todos los propósitos,
hermano gemelo de todos los arranques,
Juan Jacobo Rousseau del mundo que iba a producir
las máquinas,
Hornero de lo insaisissable de lo flotante carnal,
Shakespeare de la sensación que comienza a marchar a vapor,
Milton-Shelley del horizonte de la electricidad futura!
Íncubo de todos los gestos,
orgasmo hacia adentro de todos los objetos fuerza,
Souteneur de todo el Universo,
ramera de todos los sistemas solares…

¡Cuántas veces beso yo tu retrato!
Allá donde te encuentras ahora (no sé dónde es pero
es Dios)
sientes esto, sé que lo sientes, y mis besos son más calientes
(entre la gente)
y tú así es que los quieres, viejo mío, y agradeces desde allá,
lo sé bien, algo me lo dice, algo agradable en mi espíritu

una erección abstracta e indirecta en el fondo de mi alma.

Nada de engageant, pero ciclópico y musculoso,
sino frente al Universo con tu actitud que era de mujer,
y cada hierba, cada piedra, cada hombre era para ti
el Universo.

¡Mi viejo Walt, mi gran Camarada, evohé!
Me integro a tu orgía báquica de sensaciones en libertad,
soy de los tuyos, desde la sensación de mis pies hasta
la náusea de mis sueños,
soy de los tuyos, mírame a mí, de ahí desde Dios me ves
al contrario:
desde adentro para afuera… Mi cuerpo es lo que adivinas,
ves el alma mía—
ésa es la que ves tú propiamente y al través de tus ojos
mi cuerpo—
¡Mírame a mí: tú sabes que yo, Álvaro de Campos,
ingeniero,
poeta sensacionista,
no soy tu discípulo, no soy tu amigo, no soy tu cantor,
tú sabes que yo soy Tú y estás contento de ello!

Nunca puedo leer tus versos de corrido… Hay ahí demasiado
sentimiento…
Atravieso tus versos como una multitud a encontrones
contra mí,
y me huele a sudor, a aceites, la actividad humana y mecánica.
En tus versos, a cierta altura no sé si los leo o si los vivo,
no sé si mi lugar real está en el mundo o en tus versos,
no sé si estoy aquí, de pie sobre la tierra natural,
o de cabeza hacia abajo, colgado en una especie
de establecimiento,
en el techo natural de tu inspiración de tropel,
en el centro del techo de tu intensidad inaccesible.

¡Ábranme todas las puertas!
¡A fuerza que he de pasar!
¿Mi señal? ¡Walt Whitman!
¡Pero yo no ofrezco indicación alguna…
Paso sin explicaciones…
Si es necesario me introduzco entre las puertas…
Sí, yo, frágil y civilizado, me introduzco entre las puertas…
porque en este momento no soy frágil ni civilizado,
soy yo, un Universo pensante de carne y hueso, queriendo
pasar,
que ha de pasar a fuerza, porque cuando quiero pasar
soy Dios!

¡Quítenme esa basura de mi frente!
¡Pónganme en cajones esas emociones!
De aquí al exterior, políticos, literatos,
comerciantes pacatos, policía, meretrices, souteneurs,
todo eso es la letra que mata, no el espíritu que da la vida
¡El espíritu que da la vida en este momento soy yo!
¡Que ningún hijo de la… se me atraviese en el camino!
¡Mi camino es a través del infinito hasta llegar al fin!
¡Si soy capaz de alcanzar el fin o no, no es contigo,
es conmigo, con Dios, con el sentido— yo de la palabra
infinito…
Hacia el frente!
¡Pico con las espuelas!
Siento las espuelas, soy el mismo caballo que yo monto,
porque yo, para mi voluntad de consustanciarme
con Dios,
puedo ser todo, o puedo ser nada, o cualquier cosa,
según me da la gana… Nadie tiene nada con eso…
¡Locura furiosa! Ganas de gritar, de saltar,
de berrear, pegar, dar saltos, gritos con el cuerpo,
de cramponner-me a las ruedas de los vehículos y meterme
abajo,
de meterme adelante del giro del chicote que va a golpear,
de ser la perra de todos los perros y no me bastan,
de ser el volante de todas las máquinas y la velocidad
sin límite,
de ser el atropellado, el abandonado, el desplazado,
el acabado,
baila conmigo, Walt, allá desde el otro mundo, esta furia,
salta conmigo en esta batucada que se embarra con los astros,
cae conmigo sin fuerzas en el suelo,
embárrate conmigo estúpidamente en las paredes,
pártete y espárcete conmigo
en todo, por todo, a la vuelta de todo, sin todo,
rabia abstracta del cuerpo haciendo maelstroms en el alma…

¡Arre! ¡Vamos hacia allá al frente!
Aun si el mismo Dios lo impide, vamos allá al frente…
No hay ninguna diferencia…
Vamos allá hacia al frente y sin ser de ninguna parte…
¡Infinito! ¡Universo! ¡Meta sin meta! ¿Qué importa?

(Déjame quitarme la corbata y desabotonarme el cuello.
No se puede tener mucha energía con la civilización
en torno al cuello…)
Ahora sí, partamos, vamos hacia allá al frente.

¡En una gran marche aux flambeaux-todas-las-ciudades-de-
Europa,
en una gran marcha guerrera la industria, el comercio y
el ocio,
en una gran carrera, en una gran subida, en una gran
bajada
estruendosa, saltando, saltándolo todo conmigo,
salto para saludarte, berreo para saludarte,
me desencadeno para saludarte, brincando y guiñando!

Por eso es a ti a quien agradezco
mis versos saltos, mis versos brincos, mis versos orgasmos,
mis versos-ataques-histéricos,
mis versos que arrastran el carro de mis nervios.
A trompicones me inspiro,
apenas pudiendo respirar, tenerme en pie me exalto,

y mis versos son que yo no pueda estallar de vivir.
¡Ábranme todas las ventanas!
¡Arránquenme todas las puertas!
¡Empujen toda la casa por encima de mí!
¡Quiero vivir en libertad en el aire,
quiero hacer gestos más allá de mi cuerpo,
quiero correr como la lluvia hacia abajo de las paredes,
quiero ser pisado en las carreteras anchas como las piedras,
quiero ir, como las cosas pesadas, hacia el fondo
de los mares,
con una voluptuosidad que ya está lejos de mí!

¡No quiero cerradura en las puertas!
¡No quiero cerraduras en los cofres!
¡Quiero intercalarme, inmiscuirme, ser llevado,
quiero que me hagan propiedad enfermiza de algún otro,
que me limpien los cajones,
que me arrojen a los mares
que me vayan a buscar a casa con fines obscenos,
sólo para no estar aquí sentado y quieto,
sólo para no estar sencillamente escribiendo estos versos!

¡No quiero intermedios en el mundo!
¡Quiero la continuidad penetrada y material de los objetos!
¡Quiero que los cuerpos físicos sean los unos de los otros
como las almas,
no soy dinámicamente, sino estáticamente también!

¡Quiero volar y caer desde muy alto!
¡Ser estrellado como una granada!
¡Ir a parar a… ser llevado hasta…
Auge abstracto en el fin de mí y de todo!

¡Clímax a hierro y motores!
¡Escaleras arriba de la velocidad, sin grados!
¡Bomba hidráulica desanclándome las entrañas sentidas!

¡Pónganme grilletes sólo para que yo los parta!
¡Sólo para que yo los parta con los dientes, y que los dientes
sangren
placer masoquista, espasmódico con sangre, de la vida!

Los marineros me llevaron preso,
me ajustaron las manos en lo oscuro,
morí temporalmente al sentirlo,
enseguida mi alma lamió el suelo de la cárcel privada,
y la gallina ciega de las imposibilidades me rodeaba
como un cinturón.

¡Salta, brinca, toma el freno con los dientes,
pegaso de hierro en brasas de mis ansias inquietas,
paradero indeciso de mi destino a motores!

He calle Walt:

¡Puerta hacia todo!
Puente para todo!
¡Carretera para todo!
Tu alma omnívora,
tu alma ave, pez, fiera, hombre, mujer,
tu alma de dos donde hay dos,
tu alma o una que son dos cuando dos son una,
tu alma flecha, rayo, espacio,
amplexo, nexo, sexo, Texas, Carolina, New York,
Brooklyn Ferry en la tarde,
Brooklyn Ferry de las idas y de las vueltas,
¡Libertad, democracy, siglo veinte a lo lejos!
¡purn, pum, pum, pum, pum,
pum!

¡Tú, lo que eras, tú lo que veías, tú lo que oías,
el sujeto y el objeto, el activo y el pasivo,
aquí y allí, en todas partes tú,
círculo cerrando todas las posibilidades de sentir,
marco milenario de todas las cosas que pueden ser,
Dios Terminal de todos los sujetos que se imaginan que eres tú.
¡Tu Hora, tu Minuto, tu Segundo!
Tu intercalado, liberado, desfondado, ido,
intercalación, y liberación, ida, desfondamiento,
tu intercalador, liberador, desfondador, remitente,
comodín en todas las cartas,
nombre en todas las direcciones,
mercadería entregada, devuelta, siguiendo…
Tren de sensaciones y alma a kilómetros por hora,
por hora, por minuto, por segundo, ¡pum!

Ahora que estoy casi muriendo y veo todo ya claro,
Gran Libertador, vuelvo sumiso a ti.

Sin duda tuve un fin adecuado a mi personalidad.
Sin duda porque se explicó, quise decir algo
pero hoy, mirando hacia atrás, sólo un ansia me queda—
No haber tenido tu calma superior por ti mismo,
tu liberación constelada de la Noche Infinita.

No tuve tal vez misión alguna sobre la tierra.

Ah que voy a llamar
al privilegio ruidoso y ensordecedor de saludarte
todo lo hormigueantemente humano del Universo,
todas las formas de todas las emociones
todos los hechizos de todos los pensamientos,
todas las ruedas, todos los volantes, todos los émbolos
del alma.

Ah que yo grito
y en un cortejo de Mí hasta que estallen en ti
con una algarabía metafísica y real,
con un barbarismo de cosas que pasan por adentro sin nexo

¡Ave, salve, viva, oh grande bastardo de Apolo,
amante impotente y fogoso de las nueve musas y de las gracias,
funicular del Olimpo hasta nosotros y de nosotros hasta
el Olimpo.

OH WALT WHITMAN

Raúl Gómez Jattin

Ustedes que no conocen
esta jaula
¿han cantado alguna vez
a la libertad?
Porque el carcelario gozó
con su delito
sin embargo
yo que no soy delincuente
estoy preso
y canto a lo libre
a lo que vuela
a lo que canta
sin ningún provecho personal

UNA EPÍSTOLA PARA WALT WHITMAN

Frank Báez

Querido Walt, te escribo para contarte
cómo tu barba ha inspirado a mi generación
más que tu poesía.

Estoy en el futuro observando una foto
que tomaron en mil novecientos setenta y nueve
cuando yo tenía un año y mi papá tenía treinta y uno
y donde este me carga detrás de un retrato tuyo.

Mi papá tiene una barba rala.
Y tú tienes tu poderosa barba whitmaniana,
y ahora que el tiempo ha pasado
comprendo que era una premonición
de que yo también acabaría con barba.

Me la dejé crecer hace unos años.
No fue nada planificado.
Fue creciendo así como una hiedra
que crece misteriosamente en el patio.
Y creció en mi cara y fue bien recibida
en una época en que quienes se dejaban la barba
eran talibanes o terroristas.
Pero yo la dejé que siguiera creciendo
y entonces cada vez más aparecían barbudos
y llegaron los hipsters con sus bigotes y sus barbas
las cosas inmediatamente cambiaron
y los barbudos se pusieron de moda
como en el medio oriente
y a nadie más le volvieron a vocear terrorista
por tener la barba larga
ya que ahora con una barba lucías cool
y hasta los policías y las mujeres se las dejaban
y en los aeropuertos no volvieron a verme raro
y en migración me dejaban pasar
sin cuestionarme de más
y sin llamarme Osama.

Ahora de cada dos hombres hay uno con barba
y cada vez que veo un barbudo
con una mujer hermosa de la mano
siento que el mundo va por buen camino
y sé que este asunto de la barba
ha molestado a los lampiños
que no saben qué hacer
y están los bigotudos
que no se quieren quedar atrás
y que han empezado
a dejarse crecer la barba
y juran que siempre han sido barbudos
como si uno no se diera cuenta.

Y los he visto paseando en bicicletas,
en picnics tomando té y galletas,
paseando perros y jugando con gatos.
Los he visto temprano en las mañanas
de pie en sus baños
aceitando y peinando sus barbas.

Querido Walt, he visto el puente de Brooklyn al atardecer
lleno de niños con barbas largas como la tuya.
Y a veces pienso que fue a ellos
a quienes te dirigiste cuando escribiste
los versos de «Cruzando en el ferry de Brooklyn»
y que quizás esa vez tuviste una visión profética
y alcanzaste a verlos a todos ahí arriba
con sus barbas paseándose en el puente de Brooklyn
que por cierto también era parte de la visión
ya que en esos días el puente tampoco existía.

 

 

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