Debate argentino: Mucho ruido y pocas nueces
“Let me be that I am and seek not to alter me.”
― William Shakespeare, Much Ado About Nothing
Esa frase de William Shakespeare, de su gran comedia «Mucho ruido y pocas nueces» (‘déjenme ser quien soy, y no intenten cambiarme), debería haber sido usada por Daniel Scioli cuando negociaba su candidatura presidencial con Cristina Kirchner. Lamentablemente para él (y para ella), no lo hizo, y faltando pocos días para la votación decisiva del 22N, las encuestas no muestran un futuro muy promisorio para el campeón de la causa continuista.
En los primeros minutos del debate de este domingo 15, Mauricio Macri, el candidato de la coalición opositora «Cambiemos«, le propinó un recto de derecha a la mandíbula de Scioli (Daniel, para Macri), que si bien no lo tumbó lo hizo tambalear a la vista de los televidentes; simplemente le recordó a Scioli que había hecho un pacto fáustico con la presidenta, y que por más que lo negara, él no era él, sino simplemente un instrumento para el continuismo de la Kirchner en el poder. Asimismo, le preguntó: «¿Qué te han hecho Daniel, en qué te transformaron?»
La estrategia de ambos campos ha sido clara desde los sorprendentes resultados de la primera vuelta electoral: Macri busca identificar a su rival con el actual gobierno, y el antiguo campeón de motonáutica intenta hacer de Macri (el ingeniero Macri, al comienzo del debate, luego Macri a secas, para terminar llamándolo por su nombre, Mauricio, en un signo de cansancio expresivo y de rendición semiológica) una bestia negra al servicio del neoliberalismo, el FMI y la Embajada norteamericana. Pero como recordaba anoche en una entrevista la muy inteligente y carismática gobernadora electa de la provincia de Buenos Aires María Eugenia Vidal (sustituye precisamente a Scioli en el cargo, derrotando a Aníbal Fernández, uno de los hombres de confianza de la presidenta, y candidato de un peronismo que jamás hubiera pensado que perderían esa vital gobernación), si algo ha caracterizado a Macri en el ejercicio de todos sus cargos (incluyendo la presidencia del popular equipo Boca Juniors), es que siempre lo acusan de ser un derechista/conservador/neoliberal ortodoxo, para luego hacer una gestión mucho más centrista, sobre todo en lo que implica la delicada relación entre lo estatal y lo privado.
Veamos un breve intercambio durante el debate:
Para desgracia del combo Kirchner-Scioli, la economía no parece ser el tema más importante de la campaña, sino el cansancio luego de tantos años de abusos, corruptelas y autoritarismos de la pareja Kirchner. Y Macri, al parecer, según muestran las encuestas (no muy confiables por cierto, hasta ahora) ha logrado imponer en el imaginario colectivo la narrativa del «cambio en contra del continuismo. «
Con perdón de la opinión de algunos analistas, que elogiaron «la profundidad de ideas en el encuentro» del domingo, el formato escogido simplemente condenaba al mismo a ser lo que fue: más ruido que nueces. Cero improvisación y creatividad. Como señaló un comentarista, «¿es factible ser profundo e interesante, en dos minutos de exposición, para referirse a la economía, la educación, la seguridad o el fortalecimiento democrático?«. La verdad, no me gusta el formato tipo «careo entre las partes». Prefiero el debate en que los aspirantes deben responder preguntas de un panel independiente. Cada uno se aprendió un guión previo, y de allí no lo sacaba nadie ni a palos. El asunto estaba en prepararse mejor, en controlar mejor los tiempos y los nervios. Allí también sobresalió claramente Macri.
En el canal TN había un caricaturista que nos mostraba los rostros de cada candidato a medida que avanzaba la contienda; en un momento, pudimos ver el dibujo de un aspirante kirchnerista tenso, con rostro ajado, rígido como muñeco de torta, mientras que su opositor lucía tan tranquilo que lo mostraban tomando mate. El candidato de Cambiemos siempre estuvo sereno, incluso cuando la vaguedad hacía acto de presencia en sus argumentos.
Nicolino Locche, incitando al rival a atacarlo.
Ambos candidatos repetidamente se negaron a responder las preguntas del contrario. Allí fue donde el candidato de CK sobresalió con creces. Evadiendo las respuestas, el candidato de Cristina hizo recordar por momentos a su compatriota el antiguo campeón de boxeo Nicolino Locche («El Intocable»), pero solo en la capacidad de esquivar preguntas, nada que ver con el ataque. Y allí desnudó uno de sus problemas mayores: no sabe cómo atacar, estando obligado a hacerlo. En TN mostraron un tweet que decía lo siguiente:
«Casa Rosada informa que el candidato Scioli no ha sido autorizado a responder ninguna pregunta.»
En tono, en estilo, Macri se impuso con claridad. Probó su mayor experiencia en el arte de debatir. Scioli en cambio se arrepentirá toda su vida de haberse negado a asistir al primer debate entre todos los candidatos. Su primera media hora fue desastrosa. Luego recuperó ánimos, pero no los suficientes para alcanzar una victoria contundente y necesaria como para revertir las tendencias y las impresiones de estas semanas, todas aparentemente favorables a su oponente.
Un hecho paradójico: Macri parecía el campeón, y Scioli (siendo el candidato de CK, del gobierno), se asemejaba a un muy nervioso retador.
Para colmo, Scioli nunca pudo salir del núcleo central del discurso kirchnerista, incluida la mención repetida una y otra vez del miedo, del grave peligro que significaría elegir a su rival. Se quitó la careta: había negado repetidamente ser el autor de la campaña negativa y sucia contra Macri. Pues si no fue su autor, la noche del domingo la abrazó calurosamente. Al final, hizo un llamado al «voto trabajador.» Mauricio Macri, en claro contraste, le habló a todo el país. Se ha afirmado que Scioli sabía que su único chance, más que ganar el debate, era en poder vender un argumento convincente a los trabajadores que votaron por Massa en la primera vuelta. El domingo 22 sabremos si tuvo éxito.
Hubo dos Argentinas la noche del domingo 15. La de los mensajes y respuestas de los candidatos, y la real. Como sería la cosa, que ni una sola vez se tocó el tema de la corrupción, o se mencionó al fallecido –no se sabe si por suicidio o asesinato- fiscal Alberto Nisman.
Macri mostró mucha más tranquilidad, postura y confianza, y hasta en la foto final, con las esposas, se nota la diferencia. El único momento en que el candidato peronista lució como un presidente latinoamericano actual fue en su negativa a apoyar la propuesta lanzada por su rival de denunciar a Maduro por sus violaciones de los derechos humanos y políticos en Venezuela.
Daniel Scioli aceptó una tarea quizá imposible: combinar su deseo natural de autonomía, de ser él, de imponer su idea personal de cambio, con el hecho de ser el candidato de un gobierno autoritario, con aspiraciones hegemónicas, y muy personalista, que tiene casi trece años en el poder. Y en política, como en otros menesteres humanos, no se puede estar simultáneamente con Dios y con el Diablo. Ya veremos qué opina el pueblo argentino al respecto.